Al final de la semana pasada todos los medios de comunicación del país
nos sobrecogieron el corazón exponiendo la dramática
situación de Osman, un
pequeño con parálisis cerebral recién llegado al campo de refugiados de Idomeni, en Grecia. La suerte
ha sonreído al niño con la implicación de dos voluntarios de Elche que han traído la noticia hasta aquí. La reacción no se ha hecho esperar. El Ayuntamiento de Elche y Bomberos en Acción de Zamora están realizando acciones para acoger a Osman y su familia lo antes posible.
Sin embargo, el proceso depende del Ministerio del Interior y
no parece que ahí hayan demostrado mucho interés por el asunto. ¡Con la burocracia hemos
topado, amigo
Sancho!
Osman es un niño afgano de siete años que, tras un mes de huída del horror, llegó junto a sus familiares a Idomeni el día diez de abril. Las penurias del camino no han hecho
más
que agudizar en su cuerpo las consecuencias
de la precariedad vivida por la guerra en su país. Osman pesa solo ocho quilos y mide noventa centímetros. Unas medidas extremadamente atrasadas para su edad.
Saber de él ha sorprendido
al mundo civilizado
pero no logro comprender el motivo de tal escándalo. Para mí, esta angustia que nos ha entrado a todos de repente no puede ser más falsa. ¿Nadie había pensado antes en la
situación de las personas con discapacidad en Siria? Si en ese terrible entorno es
difícil sobrevivir para los habitantes en general ¿cuál debe ser el grado de indefensión de los
dependientes sea
cual
sea su grado? En las miles
y miles de
imágenes que los espectadores de occidente hemos recibido de la diáspora de refugiados, apenas hemos visto una o dos personas
en silla de ruedas. ¿No ha llamado eso la atención de nadie? Parece ser que no, hasta ahora
que
el afortunado Osman ha tocado los resortes de nuestra ternura. Y nos llevamos las manos a
la cabeza
como
si su caso fuera algo nuevo o increíble.
Diversas ONGs llevan tiempo actuando en los campos de refugiados, entre
ellas Médicos sin Fronteras que dice no poder hacerse
cargo de la
asistencia de este tipo de casos. Esta declaración sí que es llamativa. Entonces,
¿de qué casos se encargan? Porque, cuando Médicos
sin Fronteras, Cruz Roja, Anesvad o Unicef llaman a mi casa solicitándome una aportación
económica para ayudarles en su trabajo solidario no me dicen "pero de los casos
graves no nos hacemos cargo, señora".
¿A qué se debe tal exclusión? Sinceramente, no la comprendo. De hecho, los dos voluntarios ilicitanos han acudido a Idomeni a prestar
su ayuda a título particular, ajenos a cualquier
organización y precisamente ellos han dado la voz de alarma.¡Vayan tomando nota
las ONGs!
A pesar de todo, no cabe duda de que ha sido una gran suerte para
Osman toparse con estos dos muchachos y mantengo la esperanza de que aún se pueda resolver su situación. Sin embargo, su mayor fortuna es la de tener unos padres
que no han cesado en la lucha contra la adversidad para
salir adelante. Unos padres que lo han llevado en brazos durante ese trayecto
lleno de baches, charcos y barro, hacia un futuro mejor. En busca de la única
oportunidad de vida para su hijo. Estoy segura de que desde el mismo día de
su nacimiento los padres supieron que necesitaría mucho amor. Por eso le pusieron Osman, que significa "el que es dócil como un pichón". Y ya no pudieron dejar de entregarle
su amor.