miércoles, 27 de abril de 2016

La suerte de Osman, por Luisa Yamuza Carrión




Al final de la semana pasada todos los medios de comunicación del país nos sobrecogieron el corazón exponiendo la dramática situación de Osman, un pequeño con parálisis cerebral recién llegado al campo de refugiados de Idomeni, en Grecia. La suerte ha sonreído al niño con la implicación de dos voluntarios de Elche que han traído la noticia hasta aquí. La reacción no se ha hecho esperar. El Ayuntamiento de Elche y Bomberos en Acción de Zamora están realizando acciones para acoger a Osman y su familia lo antes posible. Sin embargo, el proceso depende del Ministerio del Interior y no parece que ahí hayan demostrado mucho interés por el asunto. ¡Con la burocracia hemos topado, amigo Sancho!

Osman es un niño afgano de siete años que, tras un mes de huída del horror, llegó junto a sus familiares a Idomeni el día diez de abril. Las penurias del camino no han hecho más que agudizar en su cuerpo las consecuencias de la precariedad vivida por la guerra en su país. Osman pesa solo ocho quilos y mide noventa centímetros. Unas medidas extremadamente atrasadas para su edad. Saber de él ha sorprendido al mundo civilizado pero no logro comprender el motivo de tal escándalo. Para mí, esta angustia que nos ha entrado a todos de repente no puede ser más falsa. ¿Nadie había pensado antes en la situación de las personas con discapacidad en Siria? Si en ese terrible entorno es difícil sobrevivir para los habitantes en general ¿cuál debe ser el grado de indefensión de los dependientes sea cual sea su grado? En las miles y miles de imágenes que los espectadores de occidente hemos recibido de la diáspora de refugiados, apenas hemos visto una o dos personas en silla de ruedas. ¿No ha llamado eso la atención de nadie? Parece ser que no, hasta ahora que el afortunado Osman ha tocado los resortes de nuestra ternura. Y nos llevamos las manos a la cabeza como si su caso fuera algo nuevo o increíble.

Diversas ONGs llevan tiempo actuando en los campos de refugiados, entre ellas Médicos sin Fronteras que dice no poder hacerse cargo de la asistencia de este tipo de casos. Esta declaración que es llamativa. Entonces, ¿de q casos se encargan? Porque, cuando Médicos sin Fronteras, Cruz Roja, Anesvad o Unicef llaman a mi casa solicitándome una aportación económica para ayudarles en su trabajo solidario no me dicen "pero de los casos graves no nos hacemos cargo, señora". ¿A q se debe tal exclusión? Sinceramente, no la comprendo. De hecho, los dos voluntarios ilicitanos han acudido a Idomeni a prestar su ayuda a título particular, ajenos a cualquier organización y precisamente ellos han dado la voz de alarma.¡Vayan tomando nota las ONGs!

A pesar de todo, no cabe duda de que ha sido una gran suerte para Osman toparse con estos dos muchachos y mantengo la esperanza de que aún se pueda resolver su situación. Sin embargo, su mayor fortuna es la de tener unos padres que no han cesado en la lucha contra la adversidad para salir adelante. Unos padres que lo han llevado en brazos durante ese trayecto lleno de baches, charcos y barro, hacia un futuro mejor. En busca de la única oportunidad de vida para su hijo. Estoy segura de que desde el mismo día de su nacimiento los padres supieron que necesitaría mucho amor. Por eso le pusieron Osman, que significa "el que es dócil como un pichón". Y ya no pudieron dejar de entregarle su amor.