miércoles, 29 de enero de 2014

Amor y muerte, por Sonia Quiveu


Meli abrió los ojos con sorpresa y exhaló el aire con aprobación cuando el coche se detuvo frente a la casa rural.

Cogió el bolso y se bajó del vehículo todo lo deprisa que sus movimientos le permitieron. Fran la rodeó con su brazo por la cintura y sacó las llaves del bolsillo de su cazadora. Abrió la puerta principal. Dejó espacio para que Meli entrara y esperó a que ella echara un vistazo al interior.
Meli entró con pasos ligeros, dejando el bolso en el sofá del salón. Había escudos con espadas cruzadas en las paredes de piedras, junto al hogar se veía la armadura de un caballero que sostenía una espada en pie, contra el suelo.

Los arrendatarios ya habían encendido la chimenea, y sobre la mesa encontró una nota que decía que la cena estaba en el horno.

Salió corriendo al recibidor y  saltó sobre Fran para que la cogiera en brazos. Él rió en su oído y le mordisqueó el lóbulo.

-          ¿Te gusta?
-          Me encanta. Tiene un toque medieval.

    Sí, los dueños han querido mantener ese aire de la edad media en el interior. Me dijeron que en uno de los armarios había un arsenal por si queríamos examinarlo, pero yo ahora mismo prefiero tener mi atención sobre ti en vez de unas espadas – Sus labios empezaron a desplazarse por su cuello. Soltó el equipaje de fin de semana que habían preparado para el viaje y empezó a desabrocharle el cinturón con una mano mientras con la otra la mantenía sujeta contra él.

-          ¿Impaciente?

-      Llevo impaciente desde que me dijiste que vendrías conmigo. He estado todo el viaje pensando en todo lo que iba a hacerte cuando estuviéramos aquí.

Meli se contorsionó hasta conseguir librarse de él. Se alejó cuando Fran alargó los brazos intentando alcanzarla y empezó a caminar de espaldas por el pasillo hasta las escaleras, abriéndose los botones del pantalón.

-     Si quieres hacerme todo lo que tienes en esa mente traviesa tendrás que alcanzarme primero. La risa de Fran hizo que un rubor de excitación subiera a sus mejillas. Se mordió el labio inferior y rió mientras corría escaleras arriba.

-          ¡Te doy diez segundos para que encuentres el dormitorio. Para entonces iré a por ti!

Meli abrió una puerta y topó con el baño, quería esconderse, pero este sitio no tenía mucho donde ocultarse. Salió del baño y cruzó otra puerta que daba a un gran dormitorio. En el camino se había quitado el chaleco, se quitó los zapatos en la carrera, y tiró de sus pantalones hasta sacárselos, dejándolos en el suelo. Miró a su alrededor para buscar donde esconderse. Miró a la cama, cuyas patas levantaban más de una cuarta del suelo y la descartó. Sus ojos se desviaron hacia un armario y sonrió pícaramente mientras se dirigía hacia él. Los pasos de Fran subiendo las escaleras se oían desde la habitación acompañados de su voz, advirtiéndole que se estaba acercando.

El armario estaba lleno de estanterías repletas de mantas, por lo que también lo descartó. Se giró buscando presurosa otro lugar, y divisó otro armario más grande. Corríó en ropa interior hasta él. Fran llamó a la puerta del baño. Meli abrió rápidamente y se metió en el armario sin tiempo de mirar dentro. Los pasos de Fran la advirtieron de que había entrado en el cuarto, retrocedió rápidamente hacia el fondo del armario y oyó el sonido de succión. El choque de metales movidos con su cuerpo, la alertó, pero la voz no le salió.

Los pasos de Fran se desplazaban por la habitación buscándola. Meli levantó la mano para abrir la puerta, pero las fuerzas se le estaban yendo por el estómago junto con la sangre que se derramaba por la herida.

-          ¿Dónde estás…?

-          Fran – La voz sonó apenas como un susurro que no traspasaba la madera maciza del mueble. Sus piernas cedieron y no pudo contener más su peso. El sonido de succión se hizo más grave rasgando carne.

La puerta se abrió en el momento que Meli jadeó dejándose colgar por la espada que atravesaba su cuerpo.

Fran frunció el ceño y miró hacia su estómago cuando la encontró dentro del armario, con una espada atravesándole el torso.

-      ¿Meli? – La sacó rápidamente del armario, con el rostro descompuesto por la sangre que manchaba su estómago y sus manos, ella jadeó cuando la espada se deslizó fuera de su cuerpo y se derrumbó encima de él.

Fran miró el armario que ahora tenía las puertas abiertas de par en par, mientras intentaba presionar un extremo de la herida de Meli. La espada estaba sujeta encarada contra la puerta por dos baldas de madera. Y la hoja había quedado manchada de la sangre de Meli.

Meli, moribunda, parpadeó para quitar las lágrimas de sus ojos y levantó el brazo hacia el rostro de Fran, que no dejaba de llorar y mecerla a la vez que pronunciaba su nombre y soltaba súplicas sin sentido.


La mano de Meli cayó antes de llegar a tocar su cara. Su último aliento fue acompañado con la caída de su cabeza hacia un lado y sus ojos perdieron el brillo en el momento que la vida la abandonó.

martes, 28 de enero de 2014

Alex, por Samuel Lara


Su cuerpo estaba casi inerte, había perdido mucha sangre. Los daños que sufrió fueron devastadores, pero el Proyecto X podía salvarle.

El proyecto x, es un experimento en el que el sujeto adquiere un cuerpo moldeado a la perfección que le permite moverse de forma que ningún humano pueda igualarlo. El cerebro del sujeto es reemplazado en parte por un ordenador controlado por la mente del sujeto. Cuando ese chico tuvo ese accidente, la vida le dio otra oportunidad.

Al abrir los ojos, el chico entornaba los ojos por la molestia de la luz. Al explicarle lo que había pasado, Jake se pasó días sin salir de la habitación que le habían preparado. Tuvieron suerte, Jake era huérfano, pero sabía que sus padres biológicos seguían vivos.

La CIA se enteró de que el proyecto x se había realizado, sin embargo ese proyecto no estaba autorizado, por lo que enviaron a una agente capacitada para todo. Mientras, Jake tuvo un sueño con sus creadores. Los dioses lograron convencerle de que había llegado la hora de que la justicia recobrara la vida.

Entonces, el científico que creó el proyecto, observó una anomalía, el chico se estaba regenerando antes de empezar la operación. De repente, llamaron a la puerta y acto seguido, esta explotó. Cuando el humo desapareció, una silueta femenina aparecía en el hueco de la puerta. Casidy llevaba un uniforme ceñido de color verde oscuro, un cinturón con armas como kunais y estrellas afiladas. En la mano tenía un arco y a la espalda un carcal lleno de flechas. Su cabello era corto y rubio y en su rostro un antifaz negro con alta tecnología que impedía que los demás vieran sus ojos.
Jake la miró enfadado, sus ojos parecían retener un poder inmenso.

- ¡Iniciar PROYECTO X!- gritó con fuerza.

De su cuerpo salieron sombras que cubrían todo su cuerpo, su pelo se hizo más largo, su cuerpo cambió totalmente. Se convirtió una chica morena, con dos coletas delgadas, una camiseta negra sin mangas, un cinturón con dos pistolas, unos pantalones muy cortos y unas botas negras. En su ojo derecho había una llama azul con la que analizaba al enemigo.

La magia que había en su interior se transmitió a las pistolas. Jake llamó a esa forma, A.L.E.X (Arma Letal Enfadada) para hacer una gracia le añadió la equis simulando un beso.

De cada pistola salieron dos esferas de electricidad que chocaron contra las flechas de Casidy. Ninguna se rendía, ambas corrían por los edificios disparándose una a la otra. En el cielo se podía ver un aerodeslizador que portaba una bomba. Al darse cuenta, amabas dejaron de luchar y saltaron para esquivar la bomba, pero no lo consiguieron, Casidy pudo protegerse en el último momento con un artilugio de la CIA, mientras que Alex perdió su vida.


Al cabo de unos días, Casidy se fue de la CIA y el científico, el doctor Rubens, empezó con un nuevo proyecto, el proyecto Y, acompañado de lo que llamó Alex 2.0.

jueves, 23 de enero de 2014

Frustración vencida, por Matilde López de Garayo.


En los años noventa, la influencia de mis padres en mi vida era tan agobiante que decidí dejar a un lado mis pretensiones de deportista profesional y centrame en lo que ellos más deseaban: labrarme un porvenir. Y así lo hice. Con veinticinco años German Ortuñez, un servidor, no sólo había terminado con éxito la carrera de derecho sino que por ser un buen hijo y obediente, mis padres me habían pagado un master en la Universidad privada de Madrid.

También me casé, con mi compañera de carrera Elvira, una chica sencilla aunque de familia adinerada  y con una simple pretensión, conseguir un buen partido, para no perder su estatus social, o sea yo otra vez. Estas circunstancias me convertía en un hijo ideal, con lo cual mis progenitores no se cansaban de elogiarme y sentirse extremadamente satisfechos por el resultado de su gran sacrificio en mi educación. No eran capaces de ver más allá. Si lo hubieran hecho se habrían encontrado a un hombre totalmente insatisfecho y con una gran frustración interna.

Existen días en los que te dices a ti mismo porque te harás levantado, pero lo malo es cuando ese día se transforman en semanas y  esas semanas en meses y para más INRI la vida se empeña en empujarte a ser un poco más desgraciado. Y así, así  fue aquel fatídico año de 2001, cuando mis padres murieron en un aparatoso accidente de tráfico dejándome tan vacío como una tinaja hueca. Este hecho fue  el desencadenante de una depresión que me hizo engordar cincuenta kilos, y a desatender de tal manera mi matrimonio con Elvira que un día al volver de un viaje de negocios, me encontré un sobre de mi esposa donde simplemente me decía “No puedo seguir viviendo contigo, me ahogo”

No le guardo rencor, todo lo contrario fue más valiente que yo, que no me atreví a  rebelarme contra mis padres mientras ellos vivían. El hecho de su abandono tampoco  contribuyó en gran medida a acentuar la indiferencia por la vida en general aunque me ayudó a reconocer que desde hacía tiempo había dejado de quererla. Esta vez mi carácter de  resignación actuó en  mi favor.

Mi vida podía haber seguido así durante mucho tiempo más. Mi sueldo me garantizaba una existencia holgada, con más de un exceso y en cuestiones de mujeres, pues de vez en tenía una aventura, donde las fingidas atenciones femeninas disfrazaban la verdadera razón: pasar una noche con un hombre, no importaba la gordura si conllevaba un trato caballeroso y gastos pagados, y de ambos estaba yo bien sobrado.

No quería darme cuenta en el pozo en que me estaba hundiendo prácticamente desde que tuve uso  de razón. Era uno de tantos que se dejaban llevar por la inercia de la vida que creían que el destino estaba escrito en las estrellas y que por nada que hicieras  podrías cambiarlo. Aunque yo esperaba en lo más interno de mi ser, algo que me hiciera reaccionar.

Para algunas personas es un susto con la salud o cualquier otro tipo de desgracia, para otros una simple imagen. Yo fui de los segundos.

Me acuerdo muy bien del día en que mi vida giró 180 grados. El 21 de junio de 2006  y con 130 kilos no fui capaz de atarme los cordones de los zapatos, sudando como un cerdo me miré al espejo y me devolvió la mirada una persona que no conocía. La impresión fue impactante. Impactante. Y comencé a llorar como un chiquillo. Lágrimas de insatisfacción retenidas durante muchos años. Ese mismo día presenté mi dimisión en el bufete de abogados y presioné para que me aceptaran fuera de plazo en un centro de adelgazamiento donde no sólo me enseñarían  a comer equilibradamente sino a buscar la felicidad en mi vida.

Dentro de la maleta, entre  el equipaje que llevé a al clínica, metí una foto enmarcada. En ella se veía a un chico, yo,  de unos diecinueve años sonriendo, levantando en la mano  una medalla de oro, y en el marco gravada una  reseña “Primer puesto en 1.500 metros Universidad de Madrid 1991”. Fue mi talismán durante el año que duró el reencuentro conmigo mismo

 Cuando dejé la clínica , invertí en un pequeño negocio al que puse de nombre “Come bien, vive bien”  y aunque me convencí de que era inútil rasgarme las vestiduras por haber perdido tanto tiempo, y que nunca   llegaría a ser un corredor profesional, no  deseché el deporte que tanto bien me está haciendo, y como decía un compañero de la clínica, “si crees que no sirves ya para ningún deporte o piensas que eres mayor, es el momento de prepararte para  la Maratón.    

Y desde entonces vengo compitiendo en carreras de larga distancia y aunque no llego a estar entre los 100 primeros de España, hoy 4 de noviembre de 2013 voy a cumplir un sueño que jamás pensé que se hiciera realidad.


En el puente de Stanten Island, rodeado de más de 48.000 corredores, cada uno con una historia diferente, procuro estirar los músculos  como puedo, acaricio disimuladamente mi dorsal. Creo que mis ojos están húmedos y no es del frío. Concentrado, espero a que den, de un momento a otro, la salida de una nueva  edición de uno de los grandes: El Maratón de Nueva York.

No siempre he sido yo, por María del Mar Quesada


Yo quise ser y no fui.
Yo puede ser y no quise.
Cuando pude amar, odié
Cuando pude odiar, amé.
Siempre igual, constantemente,
Siempre diferente e inconsciente.
Siempre leal, siempre infiel.
Siempre........ Siempre.


Estas son mis últimas palabras.
Me intentan convencer de que antes del accidente yo era poeta. No reconozco mis palabras, ni sé que pretendía expresar con ellas. No sé si era feliz o infeliz, si era amado o era yo el que amaba. Si la poesía era mi vida o mi condena en vida. Tampoco recuerdo a las personas que me rodean, si las he querido o las he odiado.
¿Quién era yo? ¿Por qué mi memoria ha optado por quedarse en coma? Intento que mi mano llene las páginas del cuaderno y recuperar ese don que tenía, pero hoy solo puedo explicar lo que siento de forma sencilla.

Yo fui, pero no sé quién
Lo que ahora soy, tampoco lo sé.
Tengo  otra oportunidad
¿La sabré aprovechar?

Evidentemente, éstas no son las palabras de un verdadero poeta.

Me aseguran que el don de la creatividad es innato. Y yo, hoy por hoy, solo puedo concluir que en aquel accidente mi Memoria y mi Musa debieron morir  juntas.

martes, 21 de enero de 2014

Justicia injusta, por Samuel Lara


Vivimos en un país en el que multan lo que sea con tal de ganar dinero a costa del pueblo. En las calles se respira miedo, pobreza, desesperación, pero sobre todo, odio. Aunque algunos piensan que el odio no sirve de nada. Yo he sido testigo de que el hecho de odiar, es de gran utilidad cuando quieres demostrar lo erradas que están algunas personas. Esa expresión de “Nuestro país”, se ha convertido en algo peor que una expresión, es un mito. Hace años que perdimos el país. Los libros de Suzanne Collins, “Los juegos del hambre” son menos violentos y el gobierno es bueno comparado con el nuestro, uno en el que no falta a las reuniones alguien con Angry Birds como hobby. 

En mi opinión, el gobierno no debería tener protección. Ellos son los verdaderos delincuentes, ese pobre desahuciado que vive en la calle y que debe setecientos cincuenta euros por dormir en la calle porque no tiene donde ir. Hace poco que me enteré que nuestro presidente fue a ver a Obama. Este le dijo que destacaba por su liderazgo, entonces comprendí que en estados unidos, nos consideran como un país sin importancia y sin valor, algo que antes no pasaba. Antes se agotaban los billetes de vuelo a España, sin embargo ahora somos una trampa para inversores y un lugar donde que te roben los ricos es algo natural. Si ponemos de nuestra parte al ejército y a la policía española, podremos recuperar el país y la justicia que tanto añoramos. A veces la guerra es la única solución que se me ocurre para que podamos vivir en paz.


lunes, 20 de enero de 2014

Nunca más, por Carmen Gómez Barceló


Me llamo Ángel y juro por Dios que no volveré a sentirme humillado.

Nací en una familia que no me correspondía hace 20 años, y digo esto porque mi forma de ser no encajaba en absoluto en ese círculo triste y roñoso en el que vivía, donde la miseria campaba a sus anchas.
Mi  madre, que era costurera, se destrozaba la espalda cosiendo para las señoras pudientes del barrio a las que ella trataba como si fueran todopoderosas. Qué triste. Luego nos mandaba a nosotros, sus hijos, para que entregásemos las prendas terminadas. Cuando llamábamos a los portones de estas señoronas, ellas por supuesto no se dignaban a recibirnos, lo hacían sus criadas y nos obligaban a pasar por la puerta de servicio. Esto, que me hicieran pasar por la puerta de servicio me superaba, o sea, no lo podía soportar.  La sensación que me producía ese humillante  momento, era,  como  si un aluvión de bichos ponzoñosos hubiesen entrado en mi cuerpo, clavando sus aguijones en mis entrañas envenenando todo mi ser. Entonces, me paraba un momento, respiraba hondo, trataba de digerir el malestar que me producía todo aquello y  una vez más, recolocaba el gesto esforzándome por esbozar una sonrisa.   

 Dios… ¿Por qué no he nacido en una familia de estas? pensaba… No es justo.

Un día del mes de Agosto, a punto de cumplir 21 años, decidí que no volvería a pasar por aquellos vergonzosos momentos nunca más, entonces le dije a mi madre que había encontrado trabajo en un bar y ahí comenzó mi nueva vida.

Como no tenía dinero, no tuve más remedio que abrir la caja de la costura de mi madre.  Cogí 100 pesetas con las que me compré ropa  decente.  Con un traje gris, zapatos brillantes y el sombrero calado hasta las cejas, me parecía bastante a lo que pretendía convertirme.

Cuando salí a la calle de esta guisa, pude observar que la gente me miraba de otra forma, que imponía respeto, cosa que me hizo sentirme bien. Incluso Dorita la hija de la señora Lola me sonrió cuando pasó por mi lado, está claro que no me había reconocido.

Encontré trabajo primero en un restaurante de camarero y como estaba acostumbrado a tratar con el público, enseguida fui escalando puestos hasta que me ofrecieron ser jefe de compras de la misma cadena de restaurantes en otra ciudad.  Allí se celebraban cenas y eventos a los que acudía gente importante y conocí a la que hoy es mi esposa. Ella no sabe nada de mi pasado, es más, le he contado que mi familia murió en un crucero cuando navegaban hacia Italia y que es por eso, por lo que me he quedado solo.


He comprado una gran casa, me tratan de “Don” y por supuesto tengo una criada que hace pasar a los repartidores por la puerta de servicio. Ahora si que soy yo y estoy donde me corresponde.

viernes, 17 de enero de 2014

Mujer y Reina, por José García



Nací en la pequeña localidad de Madrigal de las Altas Torres, en la provincia de Ávila. Fruto del segundo matrimonio de mi padre. Dos años más tarde nació mi hermano Alfonso. No tuve una infancia fácil, aunque pudiera parecer lo contrario. Mi padre murió cuando solo contaba con tres años de edad, mi madre no superó su perdida y ello pudo ser causa de la enajenación mental que padeció. Ante los ataques de locura de mi madre, pasábamos temporadas solos y recluidos con nuestros tutores. Asumí, pese a mi corta edad, la protección de mi hermano menor. Busqué refugio en la lectura de libros religiosos que avivaron mi fe, virtudes que afortunadamente me acompañaron a lo largo de mi vida, y que me ayudaron a soportar desgracias e infortunios. La primera y más dolorosa, la muerte de mi hermano Alfonso, cuando contaba escasos dieciséis años y con la duda sobre la verdadera causa de la misma. Esta circunstancia además, de dolorosa, alteró lo que el destino me deparaba. Había crecido como una niña cuyo futuro no revestía la menor importancia. Ahora debía asumir competencias y responsabilidades que estaban llamadas a ser protagonizadas por Alfonso, mi hermano.

Sí, soy mujer, me llamo Isabel, Isabel de Trastamara. Recibí el nombre de mi madre, que entonces no era muy frecuente.

De inmediato tuve que afrontar la disputa del reino de Castilla a mi hermanastro Enrique. Desde mi infancia había vivido las intrigas e influencias de los nobles en la política. Por lo que era un reto el subyugar el intervencionismo de la nobleza y reafirmar el poder de la corona, ante el carácter débil que mostraba Enrique. En plena contienda contraigo matrimonio con Fernando de Aragón. Lo hicimos en secreto, pues no contaba con el respaldo de mi hermanastro, que sabía del carácter estratégico de esta unión. De hecho lo fue para el desenlace final. Por ello había intentado con anterioridad formalizar mi compromiso, aunque de forma infructuosa, con candidatos afines a sus propósitos.

Conseguimos la unión de dos monarquías de la dinastía Trastamara. Pues éramos primos y tuvimos que esperar una gula papal para su reconocimiento Es cierto que el nuestro no fue un matrimonio romántico. Pero intentamos hacer un cumplimiento religioso del mismo, minimizando la sempiterna galantería de Fernando y que a veces dieron lugar a infidelidades circunstanciales. Ambos nos comprendimos y llegamos a disfrutar de la pasión del amor.

A la muerte de mi hermanastro Enrique, no dudé en proclamarme reina de Castilla, pese a que Fernando se encontraba en sus deberes del reino de Aragón. No le gustó que tomara esta decisión sin él, pero había que dar el golpe de efecto y dejar constancia ante todos que yo era reina de Castilla. Limamos nuestras diferencias y compartimos responsabilidades en aras de hacer efectivo este nombramiento. Hecho que sucedió años después con la firma de la paz con Portugal. Había conseguido por fin la unión de toda Castilla y acatamiento de todos a la corona. Este mismo año muere Juan II de Aragón, padre de Fernando, lo que lo convierte en monarca de Aragón, Cataluña, Valencia, Baleares, Cerdeña y Sicilia.

Procedí a la creación de Las Ordenanzas Reales de Castilla, efectué la reordenación Legislativa de las Cortes de Toledo, restablecí La Hermandad de Castilla, que reorganizó los bienes del reino y del ejército. Propicié el desarrollo de Gótico y la entrada del Renacimiento. Puse fin, con la conquista del reino Nazarí de Granada, a ocho siglos de presencia musulmana. La última gran cruzada del cristianismo, que nos valió el sobrenombre de Católicos. Otorgado por una gula del papa Alejandro VI. Fue determinante nuestra colaboración en el descubrimiento de América, pese a que en principio se trataba de encontrar un nuevo curso hacia las Indias. Por entonces también anexionamos a la corona las Islas Canarias y núcleos del norte de África.

Fruto del matrimonio con Fernando, tuvimos cinco hijos, Isabel, Juan, Juana, María y Catalina. Creo que aunque con disciplina, fui tierna y afectuosa madre, culta y domestica.

Siempre actué al dictado de mis convicciones y fe religiosas. Instauré el Santo Oficio. Fueron casi treinta años de gobierno en los que tuve que usar mano de hierro. No dudé en mi determinación a la hora de firmar las penas y castigos de la Inquisición. Para acabar con los herejes y vigilar estrechamente a los conversos judíos y musulmanes. A los que acabé expulsando definitivamente y unificando a todos en torno al catolicismo.

Hoy enferma y atormentada por los infortunios familiares, como si un negro manto nos amenazase con sus sombras, peno por la sucesión y el futuro del reino. La muerte de mi hijo Juan y el aborto de su esposa. También de mi hija mayor Isabel y de su hijo Miguel, heredero que pudo ser de Castilla y Portugal. Y en Juana asoman síntomas de desequilibrios. Algo que supe dominar, el tormento de los celos, en Juana han anidado ante los desaires de Felipe. Todas estas cuitas han agitado mis miedos.
El final, que ya adivino, de mis días son angustiosos. Para unos fui ilustración del reino, para otros una usurpadora. Santa para unos, fanática para otros. Sensible, pero implacable. Autoritaria y firme en mis convicciones. En resumen, para unos una mujer santa, plena de virtudes políticas y humanas, para otros una mujer sin escrúpulos.
Quiero testimoniar que mi mayor fortuna ha sido poder contar con Fernando, que aunque nuestro matrimonio se fraguó por criterios políticos, fui una esposa enamorada y quiero que quede memoria del singular amor que siempre le tuve. La acción política llevada a cabo, no hubiera sido posible, sin la solidez de nuestra unión. Mi último aliento es ordenar a Juana y su marido, que muestren obediencia y honor a Fernando. Porque es excelente rey y padre y está dotado  de grandes virtudes.

“Que la acción inquisitorial es buena y habría siempre que favorecerla contra la herética pravedad.” Así como la “Conservación y defensa de la fe católica, hasta poner las personas y vidas y lo que tuvieren, cada que fuere menester.”


Este ha sido el dilema de mi vida. Podré haber acertado o cometido errores, que dios y la historia lo juzgue.

miércoles, 15 de enero de 2014

Jake Jones, por Samuel Lara


El día en el que nací, una sombra se acercaba a todos los recién nacidos, creyendo que  acabaría con el ser más inquietante, yo.

Ese día, el poder que albergaba, desapareció sin previo aviso. Durante dieciocho años, viví como un huérfano al que nadie quería. Mi familia adoptiva intentaba que fuera perfecto, pues a sus ojos, mis dos hermanastros no consiguieron su aprobación. Ambos dejaron los estudios, el mayor por dejar de lado la vida que tanto sufrimiento le había causado. El mediano logró una vida por poco tiempo, pero seguía fracasando en la vida. Yo sin embargo, logré levantarme más fuerte al caer, pero seguían sin aprobar al ser que habitaba en mi interior.

A los dieciocho, algo despertó en mi interior, la ira que guardaba durante estos años, se liberó. Entonces, la magia llegó a mi vida. Mis padres adoptivos resultaron ser del séquito de la sombra que vencí cuando se durmió mi otro lado, Darkrai. Al ver su rostro, sentí un gran desconcierto. Éramos gemelos, los dioses griegos nos crearon, aunque  Darkrai no debía existir. Ambos nos distanciamos, si uno moría, el otro también. La última vez que le vi a mi lado, fue cuando fuimos a buscar el cristal de plata, una parte de mi semilla estelar, antes de recuperar esa parte, Darkrai y yo usamos una de las cartas creadas por una de mis vidas anteriores, Clow Reed. Ahora solo puedo ver a Darkrai en mis sueños y a veces en el espejo.

Antes de cumplir veinte años, encontré a Erika, una niña de un año destinada a ser la heredera de la magia. Su madre murió al intentar protegerla de la plaga que nos invadía. Esa niña despertó en mi interior el amor que sentí una vez.

Cuando conseguí completar el puzle de mi existencia, Cronos, mi mayor enemigo, creó un ejército de seres definitivos.

La lucha nunca acabó, pero las guerras entre elegidos y el mal se acabaron el día en el que me coronaron como el dios de dioses.

Dejando la magia a un lado, en mi vida he descubierto que el amor verdadero es el que nunca desaparece, a pesar de que las relaciones acabaran, la amistad permanecía. Chicas y chicos han aparecido en mi vida como parejas, pero mis sentimientos eran los mismos. Al fin encontré al amor de mi vida y a mi mejor amiga que se prestó para ser la madre biológica de mi hijo Aiden.


De lo único que me arrepiento es de no haber vivido mis sueños como me gustaría. Lo importante es que Masquerade, sigue existiendo, el grupo que fundaron la directora de la academia Starlight y la madre de la ídolo que más me ha hecho crecer en el mundo Aikatsu.   

Identidad para serrar, por María del Mar Quesada Lara



¿Cómo es posible que le sigas mintiendo?

Me quieres convencer de que la amas y ¿no le cuentas la verdad?

Estoy harta de escuchar siempre la misma  respuesta.“No quiero herirla. No es el momento. Se lo haré saber poco  a poco”. No entiendes que nunca será el momento, que cuanto más tiempo pase, más sufrirá, más engañada se sentirá.

Vas a destrozar su juventud y su ilusión. ¡Por Dios! sé valiente y dile tu verdad. Dile que tu corazón es de otra mujer, a la que odias, pero a la que no puedes dejar atrás. Dile que el miedo te hace mentir, que toda tu masculinidad y bravura se cae por el precipicio cuando vuelves a tu casa, a tu dormitorio.

Esa doble vida tuya va a destrozar la ilusión de esa chica. Yo sé lo que tú buscas. Buscas que  intuya por sí misma, que encaje todas las piezas del puzle de tu existencia. Piensas que el golpe será menos grave, si el amor de ella es tan fuerte como para obviar el engaño. Esta ciudad es  muy pequeña  y puede que algún día,  ella o alguien de su entorno dé con alguien del tuyo y comenzará a atar cabos y esos cabos rotos no habrá quien los aparte de tu cuello porque te descubrirá.

¿Cómo crees que encajará saber que tu madre no tuvo hijos?, sino una sola hija, Ángela.  Alguien le dirá que  nadie te recuerda con falda, que nunca querías jugar con muñecas, porque preferías las herramientas, que cuando tenías quince años y tu madre murió, te cortaste el pelo como un chico y comenzaste a trabajar en una carpintería en la otra punta de la ciudad, haciéndote llamar Ángel.  Que te mudaste de barrio para romper con tu pasado  y  no  tener que recordar la niña que fuiste.

Hoy, con 24 años, eres un chico; guapo, delgado, educado y de facciones dulces. Vas marcando paquete en tus pantalones, pero tu masculinidad se reduce a una bola de algodón. Porque en la soledad de tu dormitorio y desnudo ante el espejo eres una mujer.


Tú y yo somos una misma identidad. Yo, Ángela la que nació de tu madre, te odio por mentir. Tú, Ángel el hombre que ambicionas, me odias por vivir aún en ti.

jueves, 9 de enero de 2014

Ser definitivo, por Samuel Lara.


¿Sabes esa sensación de que el mundo, no está listo para el regreso de la magia? Los dioses lo pensamos a menudo. Sin embargo un día, pensamos en crear algo distinto a lo que las personas estaban acostumbradas; alguien con una mente diferente, llena de emociones y libertad.

Aunque no lo creas, tus habilidades, fuerza, mentalidad en distintos campos, tus sentidos. Todo te lo hemos dado nosotros, por ejemplo el liderazgo y la capacidad de crear tormentas viene de mí, Zeus, tu gusto por el agua y el control del tridente es de mi hermano Poseidón, Apolo te dio el arte, Helios, Selene y Eos, el conocimiento de los astros que te dan el poder que necesitas.

Hades, sin embargo te dio lo que toda persona necesita pero está negada a creer, el juicio verdadero. Cometerás errores, pero el juicio nunca será falso, aunque tu opinión cambie. Sin embargo, antes de entregarte tu semilla estelar, esencia de cada vida, el peor de los dioses cambió la receta de tu vida. Cronos, dios del tiempo, añadió el mal y la más oscura de las almas. La razón por la que eres quien eres, es Hades. En el último momento, hizo que ese mal te dividiera en dos, un ser solitario con el mal y a ti, el ser de oscuridad con más poder de todos los tiempos.

Esa es la razón por la que escondimos tu semilla estelar para que nadie pudiera encontrarla, ni destruirla. Lo malo es que sin tu semilla estelar, el amor será más confuso, no sabrás si es amor o atracción, hasta que vuelva a ti, no podrás amar sin preguntarte si amas.

Para que tu mente adquiriera el sentido de juicio, tus padres son quienes son, un pirata incomprendido por la sociedad y una mujer aventurera con un pasado poco agradable.

Después están esas chicas en las que te transformas, lo siento, pero son tus vidas pasadas, guerreras con valor. Todas ellas cambiaron el mundo, como tú tendrás que hacer en cuanto te conviertas en el diablo, es decir, el maestro del inframundo. Solo tú puedes hacer que los humanos vuelvan a respetar a Hades y al diablo. No son malos, simplemente alguien que volvió, empezó a decir cosas que no debía. Algunos con el título de diablo han tenido gusto por torturar, pero lo más importante es que juzgan bien a las personas.


Estos últimos 19 años, han sido para que crecieras, ahora estás listo para empezar a actuar como el ser definitivo, conoce, entiende, y juzga, esa es la clave.

Un giro inesperado, por Matilde López de Garayo.



Mariana decidió hacer un árbol genealógico de su familia y regalárselo a su madre que dentro de un mes cumpliría ochenta años. Debajo de cada fotografía o dibujo de sus parientes le pondría una leyenda contando alguna anécdota de las que le había relatado ella.

Encerrada en los archivos del pueblo natal de sus antepasados, pudo comprobar que quizás las historias narradas en su niñez encerraban gran parte de verdad, en este caso sobre la excentricidad de su abuelo.

Por ser quien era, nieta del ilustre Lorenzo Santúnez Gálmez,  benefactor del pequeño pueblo de Argumias, le habían permitido acampar a sus anchas en el sótano del Ayuntamiento. Allí se guardaban no sólo los archivos oficiales desde hacía 100 años, (salvados por supuesto de la guerra civil)  sino todos los edictos, esquelas, programas de festejos  y cualquier otra noticia que hubieran dado un poco de “vidilla” a aquel pueblo enclavado en el interior de Sierra Morena  y que durante años, sin las nuevas tecnologías ni red de comunicaciones había estado agonizando en el más puro de los  aburrimientos.

Podía comprobar, por la cantidad de información, que los responsables de la vida social de Argumias habían sido, durante ese extenso periodo, cuidadosos, pulcros y profesionales en su trabajo. Toda la documentación estaba ordenada de tal manera que podía haber sido la envidia de cualquier archivero.

Encima de la mesa del sótano descansaba una fotocopiadora, un ordenador portátil,  varias carpetas clasificadas, fotocopias de artículos antiguos esparcidos por toda la superficie y varios vasos de café, indicio de los días que llevaba investigando.

Esta mañana por fin encontró lo que buscaba.

Era la segunda vez que leía el artículo de la sección de sucesos de aquel periódico local del año  1930. Compuesto escasamente de seis páginas, le dedicaban a su abuelo nada más y nada menos que una entera, bajo un título que rezaba así, “LA BELLA DORITA ARRUINA LA CARRERA PROMETEDORA DE NUESTRO ÚNICO UNIVERSITARIO

La primera lectura le arrancó varias carcajadas imaginándose a su abuelo en aquella circunstancia. Ella lo recordaba siempre mayor, serio, despertándole un respeto inmensurable. Nunca lo hubiera concebido como un joven y menos que alguien se hubiese atrevido a gastarle semejante gamberrada.

Ahora más tranquila volvió a leer más despacio el artículo.

“El hijo de nuestro alcalde, Lorenzo Santúnez Gálvez, ha abandonado la carrera de medicina el mismo día en que la ha terminado, mejor dicho en la  misma noche.
Fuentes fidedignas, nos han desvelado lo que aconteció esa noche en el tanatorio universitario de Madrid.
Como todos sabéis, La Bella Dorita, artista del teatro de variedades “El Molino”, sigue haciendo estragos entre jóvenes y mayores, incluso dicen que hasta el mismo general Sanjurjo ha estado merodeando por sus camerinos. La influencia de esta artista andaluza que domina el arte de la insinuación, el dominio el doble sentido y su elegante sensualidad  ha llegado hasta las puertas de nuestros  universitarios causando sucesos tan desastrosos  como el acaecido a nuestro querido Lorenzo.

Aprovechando que la bailarina de cabaret más famosa del mundo vuelve a actuar en Madrid, todos los recién licenciados han decidido ir a ver a la Bella Dorita y a su nuevo espectáculo, donde esperan entre otros números el ansiado baile de “La Pulga”, que  por cierto, está haciendo furor, no sólo en la Capital sino en Barcelona Bilbao y hasta el mismísimo París. En este espectáculo ¡Imagínense! Con descarado pero nada de estilo vulgar, se va despojado de su vestuario, buscando al pequeño insecto que le pica por todo el cuerpo. ¡Pues bien! Nuestro joven médico ha rechazado tan atrayente invitación para realizar, el sólo, una autopsia de un cadáver de una señora recién llegado a la Universidad.

Nos cuentan que preparado ya con su bata blanquísima, guantes y gorro comienza a efectuar   la primera incisión en el tórax. ¡Figúrense la escena! El frío de la sala, la luz mortecina (nunca mejor dicho) y un silencio sepulcral. Pues bien, al acercarse al cuerpo, éste le ha recibido con un sorprendente abrazo que le ha hecho chillar y caerse de espaldas. Sin acabar de  reaccionar de semejante experiencia, se han encendido todas las luces de la sala y han salido todos sus compañeros riéndose de él y  explicándole exaltados, con todo lujo de detalle, el sistema de poleas que han instalado para gastarle la broma y el complot para que la noche de su graduación no lo pase con una muerta.

A la pregunta de ¿Bueno Lorenzo, ahora  vendrás a ver a La Bella Dorita y dejarás a la muerta? Él les ha respondido con la serenidad que le caracteriza, al tiempo que se va quitando los guantes, el gorro  y colocando la bata en una percha -Sí, me voy a ver a la viva y a la pulga, porque aquí y ahora cuelgo la bata y la carrera”

Mariana rebuscó la foto en color sepia de su abuelo, debajo de varios papeles. Observó su rostro, serio, circunspecto, con la toga de juez  cubriéndole unos hombros aparentemente recios. Sabía que nunca en  su vida ejerció de médico y que estudió poco después Derecho.


-¡Ay! Abuelo ¡Quien lo diría! Un señor tan respetado y cayéndose de culo- Le dijo al retrato que le devolvía una mirada severa como si le estuviera regañando a su nieta por la jocosa sonrisa que se dibujaba en sus labios.

lunes, 6 de enero de 2014

La dureza del cristal, por María del Mar Quesada Lara


Por el patio interior de una casa antigua de pueblo, se puede ver un dormitorio a través de la ventana. Se trata de una estancia de paredes encaladas. Cuelga un crucifijo encima de la cama de hierro. Una cama cubierta con una colcha de croché y un baúl a los pies. Un dormitorio donde los retratos de los seres queridos se amontonan encima de la mesilla de noche. En la mesita redonda con su tapete de croché blanco, se apoya una lamparita con luz mortecina, fuera es de noche. Los marcos de las fotos, todos diferentes, retienen las caras de cada miembro de la familia: en una de ellas se puede ver un matrimonio mayor con sus tres  hijos adultos, en otra la imagen de dos niños, otra refleja a dos chicas adolescentes. Un poco más grande es el retrato de una chica joven de ojos verdes con toga y birrete.  

Una mujer mayor está sentada en esa cama. En sus manos  fuertes, con las manchas de la edad, sostiene un  marco antiguo, donde se ve una imagen en blanco y negro de un matrimonio el día de su boda. Mariana lleva puesto su camisón blanco de algodón y sus zapatillas de estar en casa, con los dedos descubiertos y los agujeros de cada  juanete. Mariana es una mujer de 72 años, de cuerpo grande que  lleva su pelo blanco peinado con ondas al agua. Su cara morena está dibujada con las arrugas del sol. Tiene los ojos negros, pequeños y aún muy vivos. Sus labios gruesos y desdibujados  han perdido ya su contorno. Con los ojos llenos de lágrimas le habla al retrato.

-          ¡Ay Julián, qué  sola estoy! Hace ya dos años que te fuiste y no dejo de añorarte. Los días los llevo mejor, pero las noches son tan negras y solitarias. El primer año, todos se acordaron del aniversario de tu muerte, pero se ve que todos tienen su vida y nadie se ha acordado, hoy de ti.

Mariana le da un beso a la foto, la pone en la mesilla, se mete en la cama y apaga la luz. Cuando está buscando su postura para dormir, en el silencio de la casa oye un ruido cerca de cara. Enciende la luz y ve que el retrato de su nieta Sara se ha caído boca abajo, la mira y la vuelve a poner en su lugar. Apaga la lamparita y vuelve a buscar su sitio en la almohada de lana. Cuando ha cerrado los ojos, se  vuelve a escuchar otro golpe, pero esta vez más fuerte y no tan cerca. Mariana encienda la lamparita y ve como en el suelo está boca abajo el retrato de su nieta, otra vez.

-          ¡Uy! Sarita, hija que suerte has tenido,  no se ha roto el cristal.

Mariana lo coloca detrás de los demás, oscurece el dormitorio y cierra los ojos. Un minuto más tarde se oye otro golpe seco en el suelo. Mariana enciende la luz y comprueba que el retrato está, otra vez, boca abajo en el suelo. Lo coge y lo mira atentamente:

-          Julián,  ¿esto es cosa tuya, verdad? Que se caiga otra vez estando detrás y no se rompa el cristal parece cosa de espíritus. ¿Qué quieres? ¿Estás enfadado con la niña?  Bueno, voy a hacer una cosa,  voy a dejarlo detrás y boca abajo. A ver si así me dejas dormir. Buenas noches

Cuando Mariana apaga por tercera vez la luz, el reloj de la mesilla de Julián marca las doce menos cuarto de la noche.
  


Unos minutos antes, en una explanada en las afueras de Granada, se escucha un ruido atroz, mezcla de motores de coches, motos, música y jóvenes gritando. Es el botellodromo. En mitad de esa masa, hay un Seat León de color rojo brillante con el maletero abierto y la música muy alta. Junto a él hay tres chicas y dos chicos, están todos ebrios. Sara, la joven delgada, de cabellera negra y ojos verdes marcados con rímel, lleva unos vaqueros de pitillo, tacones rojos y camiseta ajustada. Sara tiene una botella de ron miel en la mano, con un tercio del líquido y un cigarro en la otra, riendo grita a sus amigos:

-          ¿Sabéis? Mi abuelo Julián decía que no había nada más ordinario  que una mujer borracha y fumando. ¡Abuelo, va por ti!

Alzando el brazo en forma de brindis, saluda con la cabeza y comienza a beber el ron como si fuera agua, mientras sus amigos se trochan de la risa.


De pronto, Sara se desploma en el suelo y se escucha como algo se rompe  contra  el suelo. Los amigos asustados llaman al 061, cuando el médico llega con gran dificultad, se  encuentra a una chica joven de ojos claros con la cabeza abierta y una botella de cristal  sin romper en su mano. La hora de la defunción, según el informe, se produce  a las doce menos cuarto de la noche.