Una sirena harta hasta la última escama de su cola de escandalosos bañistas de verano. Paco, el que tiró la llave del bar y se fue a vivir. Un par de gemelas que se la juegan a un gerente demasiado ardiente.
Milagros, tabernera poetisa o viceversa, que consuela entre sus tetas al alemán de sus entretelas. ¿Se llamaba Max? No, ese era un pez.
Una madre a la sobra de una higuera. La menina que se salta el protocolo. Una suegra muy ligera con la escopeta.
José Pascual, republicano o fascista, según el día o el año o según le diga la señora Vida. ¿Tendrá algo que ver el abismo de la contracción del tiempo?
Los sueños de Esther y su hermano el de la furgoneta que subió a un francés...y su perro. ¿O era un dinosaurio?
Un cuento magistral de números primos hermanos que al final, ni son primos ni ná. El alpechín fétido que tantos malos recuerdos trae.
Fernandito, aquel chiflado al volante tratando de dar caza al amor de su vida por la SE30 ¡Pobre iluso! Joaquina, que intenta huir de alzheimer, su peor enemigo.
Una monja con secreto. Un policía sangriento. Un frigorífico asesino.
Ventura y su joven esposa, cruel liquidadora de novios y suegras. Jerónimo y Adelita...¡ay, Adelita!
Además, un marido acicalado y bien perfumado a la vera de la tapia de la vecina esperando a que Carmen lo aúpe al primer escalón del paraíso.
Y un poeta fugado o, mejor dicho, intermitente.
Y una maestra de ceremonias que pone orden en tamaño batiburrillo sin despeinarse, apunta consejos, saca brillo a los personajes y da alas a los sueños de estos locos aprendices de escritores. Ella lo sabe...ella es, el sol de los martes. Al menos, de mis martes.