Paco y yo
Ya se oye por ahí a Paco, bueno a
prepararnos toca, un nuevo día nos espera. Hay que ganarse el pienso a diario.
A Paco le conozco bien, son muchos años juntos, aunque a veces me sorprenden
algunas de sus reacciones; se acalora y lanza improperios, que él cree que no
entiendo, pero no es así. De todas formas Paco es bastante predecible, como
nuestro trabajo.
Por ejemplo, hoy Paco diría: “Que
buen día, si no fuera por esta maldita alergia que me deja listo”; y en verdad
le comprendo, pues a mí también parece afectar los estornudos y esta flojera
que da el tiempo. Pero por lo general nos entendemos bastante bien, sobre todo
desde aquel día.
Ese día esperábamos plácidamente
que alguien requiriese nuestros servicios, cuando avistamos un grupo. Me fijé
en aquel joven que lo encabezaba, y me dije, ¡No, por favor, que no me mire!
Debe pesar un quintal y me dejaría “deslomao”. Paco, sin tener en cuenta mis
reticencias, le ayudó a subir. Les escuché discernir sobre el precio, fue
entonces cuando el joven, en un español americanizado, le increpó; “Mi querer
ver tarifa”. Al escuchar esto no me pude contener, era más de lo que podía
soportar, me transformé en Paco, indignado y acalorado exploté; y volviéndome
hacia el joven le requerí. “Bájese inmediatamente, a Tarifa le va a llevar su
padre”.
Ante esto, el joven no se bajó,
se cayó de espaldas y salió despavorido como alma que lleva el diablo; y Paco,
por poco se muere, le dio un sincope del que afortunadamente se recuperó.
Quedando todo en un susto, eso sí, alteró nuestra relación. Y es que al fin y
al cabo, todos somos animales de
costumbres.
Ah sí, soy un burro-taxi de
Mijas.
El valor de lo intangible
Municipio de Jalapa de Méndez, en
el Estado de Tabasco, México. Isidro Velázquez y Manuel Segovia. Esto, así
escrito o dicho de esta manera, puede no significar nada si no fuera porque,
Isidro y Manuel, de 70 y 77 años respectivamente, son los dos últimos hablantes
de una de las 364 lenguas indígenas existentes en México, el Ayapaneco, una
variante lingüística del Mixe-zoque o como lo autodenomina el pueblo el Numte
Oote. Pero ahora viene lo “curioso o anecdótico”, que pese a vivir separados
unos 500 metros, no se hablan. Dicen que por “rencillas personales”.
Y digo “curioso o anecdótico”,
porque si ya es un drama que dos personas mayores no se comuniquen, si además
son los dos últimos hablantes de una lengua que se extinguirá, lo es más el
comportamiento y la falta de sensibilidad de una sociedad donde lo único que
cuenta es aquello que consideran tangible.
El verdadero drama es la acción
del desarrollo, del progreso, de la civilización, que ha de construirse sobre
las ruinas de anteriores progresos y civilizaciones. A mediados del siglo XX,
en dicho municipio, casi ocho mil familias vivían en la comunidad de Ayapan, y
a partir de la construcción de la carretera de Villahermosa-Comacalco, provocó
la migración de estos pobladores. El verdadero drama es sentirse diferente,
apartado, que todos se burlen, porque solo los “indios” hablan estas lenguas y
la palabra “indio” suena a humillación. Y pese a que en teoría las leyes
protegen esta diversidad, solo en teoría, si nada ni nadie lo remedia, será
otra lengua, otro trozo de historia y de cultura que se perderá en el tiempo.
Eso sí, es algo intangible.
Cuando nos alejábamos de la casa
de Manuel con su hijo, escuchamos, ¡Oos-Keh! ¡Oos-Keh!, era un guacamayo que
repetía la palabra jaguar en Ayapaneco.