viernes, 22 de diciembre de 2017

Nostalgia, por Rosa Olea

Vives con miedo, permanentemente, de la mañana a la noche, en cada uno de tus actos cotidianos. Se te nota aunque intentes disimularlo: a pesar de tus negativas cuando se te pregunta, tu cuerpo te delata. Los hombros caídos, como aplastados por una pesada carga; la mirada siempre fija en el suelo, ni una sonrisa en tu rostro, ni un solo gesto de alivio.
Enclaustrada en tu mundo, no permites que nadie penetre en tu castillo. Has cerrado la puerta y arrojado la llave al fondo del mar…y sin embargo, estoy segura de que tu mundo interior está muy vivo, que sientes, que sufres, que te agobias, que a veces te gustaría salir de tu encierro y comunicarte como los jóvenes de tu edad. Pero no puedes. Te cortaron las alas aquella fatídica noche en un portal; desde entonces perdiste la alegría y la espontaneidad que te hacían una niña adorable. Tu mundo se detuvo y tu infancia desapareció bruscamente; de repente te convertiste en un zombie sin voluntad propia, que deambula solitaria por las mañanas camino del instituto y que vuelve a casa para encerrarse en su cuarto.

Apenas es audible tu voz cuando te proponemos algo; un hilillo de voz que no te sale del cuerpo y que sueles acompañar con un gesto de tu cabeza para decir no, siempre no, mil veces no, no a todo y a todos, NO, como principio y fin de tus pensamientos.

Recuerdo el día en que tu padre nos presentó; tenías tres años y corriste hacia mí abriendo los brazos, con la nostalgia de la madre perdida. Qué fácil fue conseguir de ti todo lo que me propuse; eras una mendiga de amor que me ayudó a retenerlo a mi lado; juntas formábamos un tandem perfecto que mantuvo a mi hombre feliz durante años. Ahora ya nada es lo mismo. Se rompió la delgada línea que nos unía y te has vuelto inaccesible, sorda a mis palabras, ajena a mis súplicas y necesidades. Y me pregunto si va a ser así para siempre…


Necesito que vuelvas a ser mi instrumento para recuperar al hombre que se aleja de mí cada día, él que se ha convertido en tu espejo y que refleja tu aislamiento y tu pena. No voy a permitir que mi mundo se desvanezca y si tú no me ayudas tendré que obligarte. Pero si no lo consigo, entonces tu presencia será un estorbo en esta casa.

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