A veces sucede que aparecen en
la vida personajes que nos roban el corazón o más bien se lo entregamos,
rendidos a sus encantos.
Este año, se ha presentado de
improviso un protagonista absoluto, un rey de letras. Un granuja que nos ha
llevado al huerto a darnos un revolcón de los que nunca se olvidan. Con las
mejillas arreboladas, le hemos prestado nuestras historias raras de gente rara y
se ha convertido en un buen ejemplar. De esos que todos quieren. Vestido con
esa portada maravillosa y una encuadernación de lujo, ha hecho de las suyas,
como todo seductor. Se ha adueñado de
nuestras ilusiones y caricias, del brillo de nuestros ojos. Tan hermoso nos
parecía, tanto lo hemos admirado que el muy presuntuoso se ha creído el único.
¡Qué iluso! Aún no se imagina el pobre que otro de su especie está pensando en
derrocarlo. Otro con grandes aspiraciones. Entre microrrelato y erotismo anda
el juego. En nuestras mentes impulsivas ya se están barajando y enlazando
palabras enamoradas, que quieren salir juntas, abrazarse, besarse, bailar al
compás y componer historias cortas o menos largas. Dispuestos y listos estamos
para otro sueño de letras sobre papel satinado. ¡Qué tiemblen los editores!
El otro personaje del año ha sido
el audífono ausente de María Rosa, compañera entrañable que nos deleita con sus
relatos perfectamente hilados cuando menos nos lo esperamos. Cuando ella quiere
y le da la gana que para eso es reina de sí misma. También es María Rosa experta en entender mis
torpes microrrelatos, esos que son ininteligibles para la mayoría, menos para
nosotras dos. Eso será por algo. Porque ella es sabia, desde luego. Y porque yo
estoy un poco sorda también y más vieja de lo que aparento. Nada hubiera sido
igual este año sin ella y por supuesto, mucho más aburrido. ¡Apúntate ya para
el año que viene, compañera!
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