martes, 13 de mayo de 2014

Alegoría de Eterna, por María del Mar Quesada


Había llegado el momento. Tenía que buscar al ser elegido para continuar su misión. Tendría que buscar al humano varón que llenera su cuerpo de vida. 

El ente fue depositado en un lugar nuevo, nunca antes había estado allí.  Era una noche cerrada de invierno, solo tendría tiempo hasta la salida del sol para encontrar al elegido y completar  su ciclo.  Como siempre la única pista sería poder escuchar solamente los pensamientos del designado. Solo ante ese humano sería visible, para el resto de la humanidad sencillamente sería una ráfaga de aire. Aquel lugar, tan poco acogedor, estaba oscuro, unas pocas farolas de luz mortecina alumbraban aquellos locales que servían de almacenes. Fue desplazándose por todas las naves para escuchar atentamente. Nada.

El silencio humano se cernía sobre  el diálogo inútil de las maquinas. Pasaban las horas y seguía sin oír aquel pensamiento que le conduciría hasta su objetivo.

En una calle apareció un coche de policía con las luces encendidas y la sirena enmudecida. Empezó a percibir palabras. Vio que paraba cerca de un almacén de ropa. Había dos policías dentro del coche, prestó atención para averiguar quién sería el dueño de esas palabras. El conductor era un  hombre robusto de unos 50 años, de pelo corto y canoso; su compañero de  unos 40 años, era alto, de pelo y ojos negros, su cara bien dibujada enmarcaba unos ojos tristes y una sonrisa agradable. El más joven salió del coche y sintió una ráfaga de aire helado, encogido por el frío, pensó: “Joder que frío, me apuesto lo que sea a que es una falsa alarma otra vez, a ver si arreglan el sistema de seguridad de una vez”. Angus, era el designado.

Mientras éste se dirigía al interior de la nave, el ente solo tuvo que soplar una brisa fría en la cara del conductor y éste se quedó dormido inmediatamente. Después siguió a Angus dentro de la nave y comenzó su transformación.  Para hacerse visible ante él, tomó forma de mujer. Una mujer de una perfección inexistente en la vida real, con un cuerpo de proporciones exactas, con ojos grandes y verdes, con pelo largo y negro como la noche y una piel como la nieve recién caída. Aquella transformación siempre funcionaba con los humanos varones. Angus se giró y se encontró con una hermosa mujer, cuyo cuerpo desnudo estaba cubierto con una larga túnica transparente. El policía tardó en reaccionar, pero consiguió preguntar:

-       ¿Qué hace usted aquí?
-       Esperándote
-       ¿A mí?...¿por qué?
-       Porque tú eres el elegido.
-       ¿Qué quiere decir? ¿El elegido?¿Para qué? Explíquese, por favor.
-       Has sido el elegido para amarme.

En ese instante, la túnica que llevaba cayó al suelo. En aquel almacén de ropa, Angus creyó estar soñando despierto, tenía delante de sus ojos a la mujer más bella que podría haber imaginado jamás.

Angus, era un hombre emocionalmente  fuerte y estable y se resistía a creer en seres mágicos, pero conforme ella se acercaba, su resistencia y su coherencia se resquebrajaban por segundos. Un pensamiento luchaba por salir a su boca, pero la voz no sonaba:

“No puede ser, no puedo reaccionar. Esto no es real”.

La mujer oyó sus pensamientos y dijo con voz suave:

-       En tu mundo, ¿no es real que un hombre y una mujer se amen?

Cuando escuchó su voz tan cerca, dejó de mirar  la perfección del cuerpo femenino para mirar  los ojos de la mujer.  Ella, entonces, lo besó en los labios con un beso dulce, lleno de vida y calor. Angus  sintió una descarga en todo su cuerpo, pero había sido entrenado para resistir y consiguió apartar su boca. Tomó la cara de ella entre sus manos tiernamente y buscó dentro de aquella mirada verde. Era la primera vez que un humano se dedicaba a mirar sus ojos y no su cuerpo. Era la primera vez que un humano buscaba respuestas y no solo el placer gratuito. Los ojos tristes de él se perdieron en los ojos alegres de ella. Esta vez fue ella quien buscó su mirada y más allá de la tristeza,  vio amor en los ojos de Angus. Decidió que rompería algunas normas, amaría a aquel hombre hasta que saliera el sol.

Se amaron con pasión, con pausas, con prisas, con deseo, con ternura, se amaron sin palabras. Encima de una montaña de ropa sin clasificar, se liberaron de todas las ataduras de mundo real y mágico para entregarse el uno al otro.

Pasadas las horas, a través de una ventana vieron como el sol comenzó a despuntar, ella tenía que irse. La simiente de vida ya estaba dentro de ella. Con un suave beso se despidió de Angus, éste solo tuvo tiempo de suplicar:

-       Dime tu nombre
-       Mi nombre es Eterna.
-       ¿Te veré otra vez?

En ese instante Eterna desapareció para convertirse en una ráfaga de aire frío. Frialdad que Angus sintió en su cuerpo y en su corazón. Temblando y casi sin fuerzas se colocó su uniforme, salió de la nave y cayó al suelo mientras su compañero se despertaba de su sueño.


Eterna había cumplido su cometido, pero había infringido algunas normas, como seguir con él después de la primera consumación. Angus la había mirado a los ojos una y otra vez, y ella se dejó observar.  Hicieron el amor todas las veces que la naturaleza humana les permitió.

Días después, otro nuevo ser se afianzaba dentro de  Eterna. Ella nunca se había preguntado qué ocurría con los elegidos. Pero Angus era una  presencia constante dentro de ella  y  decidió buscarlo para saber de él.  Se saltaría lo establecido otra vez, solo tendría que escuchar las palabras de su pensamiento para reconocerlo.

Salió al mundo de los humanos y pronto percibió las palabras de un hombre agonizante. Aquel hombre era Angus,  su último suspiro y su único pensamiento fue para ella: su amor. Eterna.  


En ese momento, Eterna sintió que había llegado la hora de parir su simiente al mundo. Y entendió el significado de su nombre. El ciclo muerte-vida se cumpliría eternamente, pero si había amor en su misión, Eterna se sentía más viva.

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