Había llegado el
momento. Tenía que buscar al ser elegido para continuar su misión. Tendría que
buscar al humano varón que llenera su
cuerpo de vida.
El ente fue depositado
en un lugar nuevo, nunca antes había estado allí. Era una noche cerrada de invierno, solo
tendría tiempo hasta la salida del sol para encontrar al elegido y
completar su ciclo. Como siempre la única pista sería poder escuchar solamente los pensamientos del
designado. Solo ante ese humano sería
visible, para el resto de la humanidad sencillamente sería una ráfaga de aire.
Aquel lugar, tan poco acogedor, estaba oscuro, unas pocas farolas de luz mortecina alumbraban aquellos locales que
servían de almacenes. Fue desplazándose por todas las naves para escuchar atentamente. Nada.
El silencio humano se
cernía sobre el diálogo inútil de las maquinas. Pasaban las
horas y seguía sin oír aquel pensamiento que le conduciría hasta su objetivo.
En una calle apareció
un coche de policía con las luces encendidas y la sirena enmudecida. Empezó a
percibir palabras. Vio que paraba cerca de un almacén de ropa. Había dos
policías dentro del coche, prestó atención para averiguar quién sería el dueño
de esas palabras. El conductor era un
hombre robusto de unos 50 años, de pelo corto y canoso; su compañero
de unos 40 años, era alto, de pelo y
ojos negros, su cara bien dibujada enmarcaba unos ojos tristes y una sonrisa
agradable. El más joven salió del coche y sintió una ráfaga de aire helado, encogido
por el frío, pensó: “Joder que frío, me
apuesto lo que sea a que es una falsa alarma otra vez, a ver si arreglan el
sistema de seguridad de una vez”. Angus, era el designado.
Mientras éste se
dirigía al interior de la nave, el ente solo tuvo que soplar una brisa fría en
la cara del conductor y éste se quedó dormido inmediatamente. Después siguió a Angus
dentro de la nave y comenzó su transformación.
Para hacerse visible ante él, tomó forma de mujer. Una mujer de una
perfección inexistente en la vida real, con un cuerpo de proporciones exactas, con
ojos grandes y verdes, con pelo largo y
negro como la noche y una piel como la nieve recién caída. Aquella
transformación siempre funcionaba con los humanos varones. Angus se giró y se
encontró con una hermosa mujer, cuyo cuerpo desnudo estaba cubierto con una
larga túnica transparente. El policía tardó en reaccionar, pero consiguió
preguntar:
-
¿Qué
hace usted aquí?
-
Esperándote
-
¿A
mí?...¿por qué?
-
Porque
tú eres el elegido.
-
¿Qué
quiere decir? ¿El elegido?¿Para qué? Explíquese, por favor.
-
Has
sido el elegido para amarme.
En ese instante, la
túnica que llevaba cayó al suelo. En aquel almacén de ropa, Angus creyó estar
soñando despierto, tenía delante de sus ojos a la mujer más bella que podría
haber imaginado jamás.
Angus, era un hombre
emocionalmente fuerte y estable y se
resistía a creer en seres mágicos, pero conforme ella se acercaba, su
resistencia y su coherencia se
resquebrajaban por segundos. Un pensamiento luchaba por salir a su boca, pero
la voz no sonaba:
“No
puede ser, no puedo reaccionar. Esto no es real”.
La mujer oyó sus
pensamientos y dijo con voz suave:
-
En
tu mundo, ¿no es real que un hombre y una mujer se amen?
Cuando escuchó su voz
tan cerca, dejó de mirar la perfección
del cuerpo femenino para mirar los ojos
de la mujer. Ella, entonces, lo besó en
los labios con un beso dulce, lleno de vida y calor. Angus sintió una descarga en todo su cuerpo, pero
había sido entrenado para resistir y consiguió apartar su boca. Tomó la cara de
ella entre sus manos tiernamente y buscó dentro de aquella mirada verde. Era la
primera vez que un humano se dedicaba a mirar sus ojos y no su cuerpo. Era la
primera vez que un humano buscaba respuestas y no solo el placer gratuito. Los
ojos tristes de él se perdieron en los ojos alegres de ella. Esta vez fue ella quien buscó su mirada y más
allá de la tristeza, vio amor en los
ojos de Angus. Decidió que rompería
algunas normas, amaría a aquel hombre hasta que saliera el sol.
Se amaron con pasión,
con pausas, con prisas, con deseo, con ternura, se amaron sin palabras. Encima de una montaña
de ropa sin clasificar, se liberaron de todas las ataduras de mundo real y
mágico para entregarse el uno al otro.
Pasadas las horas, a
través de una ventana vieron como el sol comenzó a despuntar, ella tenía que
irse. La simiente de vida ya estaba dentro de ella. Con un suave beso se despidió de Angus, éste
solo tuvo tiempo de suplicar:
-
Dime
tu nombre
-
Mi
nombre es Eterna.
-
¿Te
veré otra vez?
En ese instante Eterna desapareció
para convertirse en una ráfaga de aire frío. Frialdad que Angus sintió en su
cuerpo y en su corazón. Temblando y casi
sin fuerzas se colocó su uniforme, salió de la nave y cayó al suelo mientras su
compañero se despertaba de su sueño.
Eterna había cumplido
su cometido, pero había infringido algunas normas, como seguir con él después
de la primera consumación. Angus la había mirado a los ojos una y otra vez, y ella
se dejó observar. Hicieron el amor todas
las veces que la naturaleza humana les permitió.
Días después, otro
nuevo ser se afianzaba dentro de Eterna.
Ella nunca se había preguntado qué ocurría con los elegidos. Pero Angus era
una presencia constante dentro de
ella y decidió buscarlo para saber de él. Se saltaría lo establecido otra vez, solo
tendría que escuchar las palabras de su pensamiento para reconocerlo.
Salió al mundo de los
humanos y pronto percibió las palabras de un hombre agonizante. Aquel hombre era
Angus, su último suspiro y su único
pensamiento fue para ella: su amor. Eterna.
En ese momento, Eterna sintió
que había llegado la hora de parir su simiente al mundo. Y entendió el
significado de su nombre. El ciclo muerte-vida se cumpliría eternamente, pero
si había amor en su misión, Eterna se sentía más viva.
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