lunes, 26 de mayo de 2014

Consulta, por María del Carmen Vega


Un día, mi marido y yo fuimos al fisioterapeuta porque él se había partido la espalda con el monopatín de nuestro hijo de 19 años.

Cuando abrimos la puerta nos topamos con un hombre gordo, con mal carácter. Nos preguntó qué nos pasaba y qué hacíamos allí que el ya había terminado su turno. Por eso nos comentó que deberíamos habernos ido, ya que él no iba a trabajar más y que si no nos íbamos iba a llamar a seguridad.

-¡Puto gordo de mierda!- pensé para mí.

Entonces por asombro solté- ¿y no es mejor para usted ya que así le pagarían más?-

-¡No!-gritó.


Al final cuando se calmó la cosa nos atendió.

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