martes, 2 de abril de 2013

La isla de los muertos, por Carmen Gómez Barceló.



Era el castigo, el destierro a la isla de los muertos.  Situada en medio del mar, la pude ver  desde el ojo de mi camarote. Aparentemente su imagen encajaba con la definición de isla: Un cúmulo de algo rodeado de agua por todas partes. Ese algo que desde luego no era tierra precisamente, parecía  una masa viscosa que formaba burbujas negruzcas. Estas, tal y como emergían, volvían a hundirse produciendo  oquedades aleatoriamente.  El olor nauseabundo que desprendía el islote llegaba hasta el viejo y sucio compartimento  del carguero que me trasladaba al siniestro lugar. Hubiese preferido morir antes que ir  allí.

Nadie en su sano juicio se hubiese acercado al lugar, por eso el capitán del barco decidió embarcarme en una balsa sin remos justo en un punto  donde las condiciones del mar inevitablemente me llevarían a mi destino. Por más que intenté luchar contracorriente  al final la balsa chocó contra la enorme masa negra perdida en medio del océano y catapultó mi maltrecha osamenta hasta el interior. Después del tremendo impacto  caí de bruces  y sentí mi cara y todo mi cuerpo cómo se hundía en aquel asqueroso lodo donde el olor era vomitivo. A pesar de la repugnancia que me producía aquello, podía más el miedo a volver el rostro y no quise moverme. Algo tiró de mí  elevándome del hoyo. Era tal el pánico a imaginar lo que allí había que no fui capaz de volver la cabeza, pero si pude oír algo –Ven, sígueme, no puedes quedarte aquí.- Era la voz de un niño. Aquello me hizo reaccionar de inmediato, me giré y…era cierto, un niño en medio de aquella mugre espantosa.-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí por Dios? Le pregunté temblando aún. No me contestó, solo se fue alejando mientras se le hundían sus flacas piernas en cada zancada.

A duras penas conseguía seguirle pues al ser yo mucho más pesado que él mis piernas se adentraban  en la masa a cada paso, aún así pude observar la superficie de la isla hasta donde alcanzaba mi vista. Se podían ver además de las erupciones negruzcas  lo que parecían ser  plantas  en movimiento que se retorcían como si tuvieran vida propia y que no sabía por qué motivo el niño pretendía evitar. Cuando el agotamiento estaba llegando al límite, vi como el chaval entraba en una especie de cueva y haciendo un último esfuerzo conseguí alcanzarle.

-Chico, creí que no podría llegar; Hay que ver qué habilidoso eres, ¿Cómo te llamas? Le dije queriendo encontrar su huidiza mirada.-No tengo nombre, mi madre no quiso ponerme nombre. Me contestó. ¿Tu madre? ¿Dónde está?.Pregunté –Donde todos- murmuró bajando la cabeza.-Deja que me siente un poco y cuéntame por favor lo que ocurre aquí. ¿Donde están los que han venido antes que yo? No veo a nadie por aquí, comenté- No, no hay nadie tal y como vinieron.

No comprendía nada y el sueño me venció, pero solo por poco tiempo ya que un rumor lejano empezó a oírse desde el mar, se fue volviendo ensordecedor y acabó siendo un estruendo insoportable para el oído humano. –¡Ya viene, ya viene! Gritó el niño  sin nombre.-No sé quién viene pero escondámonos de todas formas, sugerí.- Es inútil que te escondas, es imparable, lo sabe todo y viene a por ti, me informó el chico.-¿Porqué a por mí?¿Y no a por ti?, inquirí.-Yo no le sirvo, soy un niño. Mi madre me contó antes de que se la llevara que una vez hace muchos años vino a parar aquí un científico muy importante y quiso reciclar o algo así, pues yo no entiendo muy bien esas palabras, a las personas que estaban recluidas  aquí , vamos que les quiso dar una utilidad, entonces empezó a unirlas a todas, a coserlas o algo así. Construyó un monstruo con cientos de cabezas, brazos y piernas que continuamente va perdiendo miembros putrefactos que tiene que reponer. Los trozos de carne podrida que se desprenden del monstruo tampoco se desperdician, se siembran en el pantano negro , una parte alimenta a la isla y otra renace de nuevo. Estas son las especies de plantas que has visto por el camino hacia aquí. Tu vas a ser el próximo repuesto. Te he traído aquí para esto. Lo siento, pero traeros hasta aquí es mi contribución a cambio de salvar mi vida. Algún día volveré a la civilización, me lo ha prometido.

No podía creer lo que estaba oyendo, pero  el aspecto y el olor parecían confirmar la historia. Sentí como algo cálido y maloliente me envolvía. Entre la confusión pude apreciar una especie de escalera de cuerdas un poco más adelante, sin saber de qué se trataba me agarré a ella pues fuera lo que fuera, no podía ser peor que lo que me esperaba allí. La escalera se fue elevando y yo con ella. De pronto me vi en un helicóptero de las fuerzas armadas oyendo una voz en off que decía: 1000 metros, 2000, 4000 y subiendo…!Ahora!, lanzad la bomba, acabemos para siempre con esta pesadilla. Nunca debimos permitir al doctor Morgan realizar el experimento.

La explosión conformó una gran seta que hizo temblar el aparato desplazándolo bruscamente, solo se me ocurrió un pensamiento:Juro por Dios que no volveré a infligir la ley.

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