Era el castigo, el destierro a la isla de los muertos. Situada en medio del mar, la pude ver desde el ojo de mi camarote. Aparentemente su
imagen encajaba con la definición de isla: Un cúmulo de algo rodeado de agua
por todas partes. Ese algo que desde luego no era tierra precisamente, parecía una masa viscosa que formaba burbujas
negruzcas. Estas, tal y como emergían, volvían a hundirse produciendo oquedades aleatoriamente. El olor nauseabundo que desprendía el islote
llegaba hasta el viejo y sucio compartimento
del carguero que me trasladaba al siniestro lugar. Hubiese preferido
morir antes que ir allí.
Nadie en su sano juicio se hubiese acercado al lugar, por
eso el capitán del barco decidió embarcarme en una balsa sin remos justo en un
punto donde las condiciones del mar
inevitablemente me llevarían a mi destino. Por más que intenté luchar
contracorriente al final la balsa chocó
contra la enorme masa negra perdida en medio del océano y catapultó mi
maltrecha osamenta hasta el interior. Después del tremendo impacto caí de bruces y sentí mi cara y todo mi cuerpo cómo se
hundía en aquel asqueroso lodo donde el olor era vomitivo. A pesar de la
repugnancia que me producía aquello, podía más el miedo a volver el rostro y no
quise moverme. Algo tiró de mí elevándome
del hoyo. Era tal el pánico a imaginar lo que allí había que no fui capaz de
volver la cabeza, pero si pude oír algo –Ven, sígueme, no puedes quedarte
aquí.- Era la voz de un niño. Aquello me hizo reaccionar de inmediato, me giré
y…era cierto, un niño en medio de aquella mugre espantosa.-¿Quién eres? ¿Qué
haces aquí por Dios? Le pregunté temblando aún. No me contestó, solo se fue
alejando mientras se le hundían sus flacas piernas en cada zancada.
A duras penas conseguía seguirle pues al ser yo mucho más
pesado que él mis piernas se adentraban en la masa a cada paso, aún así pude observar
la superficie de la isla hasta donde alcanzaba mi vista. Se podían ver además
de las erupciones negruzcas lo que
parecían ser plantas en movimiento que se retorcían como si
tuvieran vida propia y que no sabía por qué motivo el niño pretendía evitar.
Cuando el agotamiento estaba llegando al límite, vi como el chaval entraba en
una especie de cueva y haciendo un último esfuerzo conseguí alcanzarle.
-Chico, creí que no podría llegar; Hay que ver qué
habilidoso eres, ¿Cómo te llamas? Le dije queriendo encontrar su huidiza
mirada.-No tengo nombre, mi madre no quiso ponerme nombre. Me contestó. ¿Tu
madre? ¿Dónde está?.Pregunté –Donde todos- murmuró bajando la cabeza.-Deja que
me siente un poco y cuéntame por favor lo que ocurre aquí. ¿Donde están los que
han venido antes que yo? No veo a nadie por aquí, comenté- No, no hay nadie tal
y como vinieron.
No comprendía nada y el sueño me venció, pero solo por poco
tiempo ya que un rumor lejano empezó a oírse desde el mar, se fue volviendo
ensordecedor y acabó siendo un estruendo insoportable para el oído humano. –¡Ya
viene, ya viene! Gritó el niño sin nombre.-No
sé quién viene pero escondámonos de todas formas, sugerí.- Es inútil que te
escondas, es imparable, lo sabe todo y viene a por ti, me informó el
chico.-¿Porqué a por mí?¿Y no a por ti?, inquirí.-Yo no le sirvo, soy un niño.
Mi madre me contó antes de que se la llevara que una vez hace muchos años vino
a parar aquí un científico muy importante y quiso reciclar o algo así, pues yo
no entiendo muy bien esas palabras, a las personas que estaban recluidas aquí , vamos que les quiso dar una utilidad, entonces
empezó a unirlas a todas, a coserlas o algo así. Construyó un monstruo con
cientos de cabezas, brazos y piernas que continuamente va perdiendo miembros
putrefactos que tiene que reponer. Los trozos de carne podrida que se
desprenden del monstruo tampoco se desperdician, se siembran en el pantano
negro , una parte alimenta a la isla y otra renace de nuevo. Estas son las
especies de plantas que has visto por el camino hacia aquí. Tu vas a ser el
próximo repuesto. Te he traído aquí para esto. Lo siento, pero traeros hasta
aquí es mi contribución a cambio de salvar mi vida. Algún día volveré a la
civilización, me lo ha prometido.
No podía creer lo que estaba oyendo, pero el aspecto y el olor parecían confirmar la
historia. Sentí como algo cálido y maloliente me envolvía. Entre la confusión
pude apreciar una especie de escalera de cuerdas un poco más adelante, sin
saber de qué se trataba me agarré a ella pues fuera lo que fuera, no podía ser
peor que lo que me esperaba allí. La escalera se fue elevando y yo con ella. De
pronto me vi en un helicóptero de las fuerzas armadas oyendo una voz en off que
decía: 1000 metros, 2000, 4000 y subiendo…!Ahora!, lanzad la bomba, acabemos
para siempre con esta pesadilla. Nunca debimos permitir al doctor Morgan
realizar el experimento.
La explosión conformó una gran seta que hizo temblar el
aparato desplazándolo bruscamente, solo se me ocurrió un pensamiento:Juro por
Dios que no volveré a infligir la ley.
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