Cuando la pena cae sobre mí
el mundo deja ya de existir,
miro hacia atrás y busco
entre mis recuerdos
Sentada
en el aeropuerto, en los duros e incómodos bancos de la terminal de este lejano
lugar apartado de toda civilización, me pregunto una y otra vez, ¿por qué
sitúan estas construcciones tan lejos de la ciudad, será para que nos vayamos
acostumbrando a romper los lazos que nos unen a ella? Debe ser así, ya que
mirando al exterior me embarga la melancolía y afloran sensaciones que creía
olvidadas, aparcados en un escondite de mi alma.
Disfruto
viendo el esplendor que es poder observar las estrellas en esta maravillosa
noche de primavera. Noche clara de luna pura y cielo moteado de infinidad de
puntos blancos. Noche que ilumina con tenue luz la campiña que rodea el lugar y
hace imaginar, incluso llegar a sentir, la suave brisa que mece la aparente
calma.
Siento
tener que marcharme y no poder admirar una vez más la sublime belleza que me
rodea. Lamento tener que irme, tener que partir después del desengaño sufrido.
Espero medio dormida, por el abandono provocado por el desencanto de la huida,
que se acerque la hora para embarcar y poner rumbo de nuevo a mi ciudad, a mi
rutina, a mi familia, a mi hogar. Seguro que al llegar a mi destino añoraré el
tiempo vivido. Todo lo disfrutado, lo sentido, pero también tendré el
remordimiento, el resquemor, la pena y la tristeza, de haber tirado por la
borda lo que pudiera haber sido un futuro prometedor. Algo distinto a lo
conocido, que hubiese cambiado mi vida, mis sentimientos y mi alma.
Triste,
cabizbaja y desolada, siento que la esperanza se evapora como las gotas de
rocío, cuando el sol de esta tierra se levanta por las mañanas inundando todo
de una luz celestial. Pero ha sido una decisión meditada, tomada en conciencia
de las circunstancias que me rodean. Al fin y al cabo me repito continuamente,
tal vez para consolarme, para poder seguir siendo una mujer equilibrada, que no
se puede abandonar todo cuando el miedo al futuro te embarga y la frustración
anida en tu corazón. Por eso me llevaré el momento y lo guardaré feliz entre
mis recuerdos.
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