A pesar de ser domingo,
Napoleón se ha levantado a las seis de la mañana. Enciende un cigarro. Las
hondas caladas alumbran su rostro hinchado por el sueño. Eleva el corpachón de
la cama y se dirige descalzo hasta el váter. Un intenso olor acre inunda el
ambiente. Se vuelve, se lava la cara y se peina con las manos. Regresa a la habitación,
da dos caladas largas a otro cigarro y lo deja en el filo de la mesita de
noche. Se viste con una camisa de cuadros y unos vaqueros arrugados. Sin
desatarlas se enfunda las deportivas y sale de la casa.
- Ponme un carajillo de
coñac.
- Tienes mala cara, Napoleón-
una sonrisilla adorna la cara blanquecina del camarero -¿No has dormido bien?
- ¿Mala cara?...La de
siempre- Responde en tanto aprieta los labios con la cabeza gacha.
- Ya, claro, tú qué vas a
decir. Eso de ser soltero de nuevo tiene sus ventajas, eh?- otra sonrisilla.
- No creas - Bebe de un
solo trago el mejunje y tira unas monedas sobre la barra- Quédate la vuelta- Se
dirige hacia fuera. Arrastra los pies.
- ¡Adiós hombre!
El camarero no recibe respuesta. Recoge el vaso de café,
el plato, la cucharilla y los enjuaga. Los golpes en el fregadero se mezclan
con la música estridente de la tragaperras.
- Con lo buena que estaba
la Mercedes...- masculla entre dientes.
Napoleón enciende el último cigarro entrando en la estación.
Compra otro paquete de Ducados en la
máquina. Sube al autobús y se sienta en el único asiento libre, al lado de un
cura. Hace el viaje mirando continuamente por la ventanilla. Llega a su destino a las once. Las nubes bloquean el cielo pero hace veinticinco
grados. En cuanto empieza a caminar el sudor le chorrea por la cara, incluso por
los brazos hasta alcanzar las manos. Los recuerdos le asaltan.
- Cada vez estás más
gordo. Ya no te sirve ni un pantalón del año pasado. Podrías decirle a tu madre
que no te hiciera tantos bocadillos de chorizo.
- Si tú cocinaras...
- Si yo dejara de
trabajar, cocinaría, pero no pagaríamos la hipoteca - Mercedes, mira al marido
con cara de superioridad- ¿Qué prefieres?
- Tú te empeñaste en
comprar el piso...
- Si hubieras hecho caso
a Alfredo no te hubieran despedido.
- ¿Alfredo? ¿Ese que no
dejaba de mirarte el culo cuando salíamos de copas? Claro, Alfredo... el guapo,
el listo, el delgadito. ¿Cómo no iba a salir ese?
- Pues allí sigue. Ya es
jefe de sección...
- Veo que lo tienes
controlado...
- Me enteré hace un
tiempo... no recuerdo quién me lo dijo- titubea la mujer.
- No te acuerdas... ya.
Aún puede sentir los escalofríos que lo embargaron ese
día. A unos cien metros de la vivienda, comprueba el contenido del interior del
bolsillo. Mira hacia el cielo. La nubes
no se han disipado. Por un instante cree oír a su madre:
- Napoleón cariño, en tu
destino está escrito que un día serás un hombre fuerte, bravo, como un
emperador. Nadie podrá llevarte la contraria, te obedecerán y se plegarán a tus deseos. Napo, querido...serás
un gran hombre, ya lo verás.
- Hoy es el día - musita con
voz ronca- tus predicciones se cumplirán en unos minutos, madre.
Mercedes abre la puerta confiada. Pero la expresión de su
cara se transforma al instante. Doce puñaladas certeras dejan el cuerpo de la
mujer desmadejado en el umbral. El hombre se sienta en el jardín. Los policías
lo encuentran en la misma postura cuarenta y cinco minutos después.
En la comisaría le toman declaración. Lo explica todo con
fluidez, con detalle, sin resistencia. Desea acabar pronto. A media tarde
siente una punzada en el estómago, como náuseas.
- ¡Oiga! ¿aquí cuando se
come?- Casi grita- Pero el agente de policía, enfrente, lo ignora.
- Repito, ¡tengo hambre! No
he comido desde esta mañana. ¿Ni siquiera tienen por ahí un bocadillo?
El calor es insoportable en la estancia. Este año tampoco
ha habido dinero para arreglar el aire acondicionado. El agente, resignado a la
temperatura sofocante, intenta evadirse pensando en su hijo. Este fin de semana
le tocaba. Iban a ir al cine. Su ex, había arrugado el ceño cuando le dijo que
tenía que trabajar.
- Y este toca pelotas
solo piensa en comer - rumia- Na-po-le-ón -pronuncia mirando el reloj- Vaya
nombrecito...Ya queda menos para las diez.
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