jueves, 16 de noviembre de 2017

Buscando a Dolly, por Esther Pujol



Cuando por fin me decidí a llamar un señor gruñón contestó al otro lado de la línea…

—Funeraria El Descanso Eterno, dígame…
—Bu-buenas tardes. —Todas mis expectativas se esfumaron y tartamudeé intimidado por su tono de voz. —¿Adónde dice que llamo?
—Venga hombre... ¿Es que estás sordo?
—No, a ver, yo pregunto por Dolly, ¿es ahí?
—¿Tú otra vez? —me preguntó el de la funeraria con cierta incredulidad.
—¿Yo? No, no...
—Y preguntas por Dolly.
—S-sí, señor.
—Puede ser que esté aquí...
—Ah ¿sí? —pregunté esperanzado.
—Sí... Si está muerta. —Y acto seguido se carcajeó con sorna.
—Debe ser un error —contesté desconcertado.
—Esta mañana entró el cadáver de una señora —comentó ofensivo ignorando mis
palabras. —Si quieres puedo verificar su nombre.
—No, no… Verá, yo pregunto por Dolly, la chica que conocí anoche en la terraza del Night Club.
—Sí. Es ella. Aquí dice que se tiró por una terraza.
—No se tiró por una terraza. Digo, que la conocí en una terraza.
—¿La conociste en una terraza?
—Sí. En el Night Club.
—Posiblemente se tiró después de ver tu cara.
—¿Cómo dice? —pregunté alzando la voz para hacerme oír por encima de su estruendosa de risa. A continuación, le siguió un soberbio ataque de tos. —¿Oiga?
—Dime, chico, dime…
—¿Es usted su padre? —llegué a preguntarle.
—¿De qué estás hablando? Esto es una funeraria.
—¿Y no está Dolly?
—Y dale… No te cansas. Ya te he dicho que no.
—¿Ese no es, el 555 55 55?
—Correcto. Ese es mi número.
—¿Y no está, Dolly? —insistí confundido.
—Pero bueno muchacho, ¿acaso no me has escuchado? —me dijo rozando el límite de su paciencia.
—Es que Dolly me dijo...
—Dolly me dijo… —me remedó, entonando una voz absurda. —Deja de lloriquear su nombre como un perro lastimero.
—Lo siento. Yo pensé…
—Pues deja de pensar, amigo, y ¡asúmelo! La chica no te dio su verdadero número. —Y tras una sonora carcajada me colgó.

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