La taza se escurrió de
sus dedos temblorosos y el café se desparramó por sus pantalones. Sintió el
calor en sus muslos, pero también en sus mejillas al convertirse en blanco de
todas las miradas. No era la primera vez que sufría un accidente de este tipo.
Fidel era un hombre nervioso y su carácter a menudo le jugaba malas pasadas.
Incapaz de permanecer quieto en un sitio, la imperiosa necesidad de moverse le
había valido el apelativo de “rabo de lagartija”. Así lo llamaban de niño, y
esta característica de su personalidad le había acarreado no pocos problemas. Con el tiempo la cosa se fue agravando; los
nervios descontrolados le impedían concentrarse y así, saltaba de un tema a
otro sin parar de hablar ni de moverse. Poco a poco, los amigos se fueron
alejando hasta reducir sus contactos a escasas llamadas telefónicas.
Recuerda especialmente la
época en la que trabajó en un banco como la peor tortura de su vida. Horas y
horas sentado delante del ordenador, inventando las mil disculpas para
levantarse y caminar por la oficina. Cuando lo despidieron, se llevó consigo el
diagnóstico clínico que le permitió sobrevivir con una pequeña paga de
invalidez psicológica.
Con el paso de los años
Fidel ha ido acumulando peculiaridades en su carácter. Últimamente se ha vuelto
hipocondriaco a unos niveles preocupantes. Ahora le da por acudir al tanatorio
y observar a la gente que despide a sus seres queridos.
- Algún día el muerto
seré yo, se dice para sus adentros y mientras tanto, se toma su café, se mezcla
entre las multitudes enlutadas y en alguna ocasión hasta se ha camuflado en un
velatorio y participado del ágape que la familia del fallecido ofrecía a los
visitantes.
También tiene la
costumbre de hojear el periódico en el bar de la esquina. Cada mañana, a la
misma hora, se sienta en su rincón habitual y abre el diario por la página de
necrológicas.
- Cualquier día la
esquela será la mía, piensa mientras sorbe bel café que le quema ligeramente
los labios. Hoy se lo ha tirado encima al leer una de las esquelas:
Fidel Márquez García
Fallecido en el día de
ayer. Sus familiares y amigos…bla, bla, bla.
Descanse en paz
Todo su cuerpo se ha
puesto a temblar al ver su nombre en el papel. Como impulsado por un resorte se
ha incorporado bruscamente y la taza se ha hecho añicos contra el suelo. Ha
salido a la calle en busca de aire fresco porque se ahogaba y un sudor frío le
caía por la frente nublándole la vista. Su mente trabajaba a toda prisa al
tiempo que daba grandes zancadas sin rumbo fijo; de pronto cayó en la cuenta y
recordó a un primo lejano al que solo había visto un par de veces en su vida y
que llevaba su mismo nombre y apellidos.
- Tiene que ser él,
pensó, y se encaminó precipitadamente al tanatorio en busca de información.
Comprobó que efectivamente se trataba de su pariente, pero no logró
tranquilizarse. A lo largo del día recibió varias llamadas de conocidos y
amigos alarmados por la publicación de la esquela. Cuando Fidel respondía al
teléfono podía percibir el estupor de sus interlocutores cuya voz temblaba y
perdía volumen hasta hacerse casi inaudible.
- Parecen voces de
ultratumba, y Fidel sonrió ante su propia ocurrencia.
También tropezó con algún
vecino que al verlo se ponía pálido y salía huyendo.
Todos estos
acontecimientos no hicieron sino agravar sus nervios e hipocondría. Pasó una
noche en blanco, sin pegar ojo, con su cerebro en plena actividad repleto de
pensamientos macabros y dando vueltas en la cama, de un lado y otro, hasta
convertir las sábanas en un rebujo que lo sujetaba como una mortaja.
Una semana más tarde los
periódicos publicaron una nueva esquela:
Fidel
Márquez García
Fallecido
en el día de ayer
Descanse
en paz
Pero esta vez no se
trataba de una simple coincidencia.
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