martes, 13 de enero de 2015

La energía del amor, por José García



Parecía que poco a poco iba despertando, aunque aún no podía abrir los ojos ni moverme, escuchaba como un rumor de voces, que en voz baja trataban de mantener una conversación cerca de mí. Lo último que recuerdo es el batir de las puertas del frio pasillo que daba paso al quirófano. Dentro tres personas con batas verdes manos enguantadas y mascarillas se afanaban ultimando todo el instrumental, mientras un cuarto se acercaba tratando de calmar mi evidente nerviosismo.

-Bien Aitana, soy el doctor Roberto Prada, ya te han explicado lo que vamos hacer ¿verdad?
Yo asentí con la cabeza, ya que ni palabra podía articular.  
-Pues no te preocupes todo va a ir bien, te dormiremos completamente y cuando despiertes te sentirás otra persona.

Me acercaron una máscara facial que ajustaron a mi nariz y boca recomendándome respirara tranquilamente, antes de perder totalmente la conciencia recordé las caras de preocupación de mi madre y de Orestes mi compañero, así como la preocupación y al mismo tiempo la ilusión con la que esperaba este momento que daría un giro completo a mi vida.

Atrás quedarían años de incredulidad e incomprensiones, en los que no sabía que me ocurría, con frecuencia era objeto de burlas, discriminación y rechazo, por lo que me costaba relacionarme con normalidad y había momentos en los que me sentía verdaderamente mal y deprimida. Por aquel entonces me llamaban Andrés, mis padres siempre me criaron como chico, cuando mis preferencias tanto en juegos, vestir y sentimientos eran de chica, y con un aspecto físico que se acentuaba y definía cada vez más en éste sentido. 


Al igual que yo mis padres sufrían con esta situación e incluso mi padre se sentía incomodo y mostraba cierta vergüenza. No supe lo que realmente me ocurría hasta los doce años, cuando junto a mi madre acudí a la consulta de una doctora y psicóloga, que con detalle y de manera entendible me explicó que es lo que me pasaba.

Entonces supe que sufría una alteración genética, de las denominadas raras, pero no desconocida, llamada Hermafroditismo que aproximadamente afecta a uno entre un millón de nacimientos y que se caracteriza porque presenta de forma simultánea órganos correspondientes a ambos sexos, es decir, posee ovarios y testículos, aunque ambos atrofiados. Que aunque suelen tener aspecto exterior más de mujer  que de hombre, muy pocos son criados como chicas. Pero lo principal es que, con el apoyo afectivo primero, y médico-quirúrgico después, todo tiene solución en el respeto y libertad de cada individuo. Una vez que, consciente de tal decisión y con plena capacidad personal, se asuma dicha condición. 

Desde aquel momento con ayuda de mi madre, fundamentalmente, pude empezar a ser yo misma, a sentirme persona, a entender que aunque padezcamos determinadas alteraciones esto no nos hace ser diferentes a los demás como seres humanos. En mi afán por saber, por conocer el comportamiento de mi cuerpo, pude comprobar que no era única, que otras muchas personas se ven afectadas por este tipo de alteración u otros un tanto desconocidos, pero de cuya existencia se tiene conocimiento en los confines de la historia. Así, aparte del origen mitológico de Hermafrodita, hijo de Hermes y Afrodita, y su fusión en un mismo cuerpo con la ninfa del lago, la náyade Salmacis, enamorada de él; en el siglo IV a. de c. Platón en su libro “El banquete”, desarrolla un debate sobre el amor entre Eriximaco, Agatón, Sócrates y Aristófanes, y es éste último que, para fundamentar el sentimiento del amor, atribuye al dios Eros un mito, según el cual “hubo un tiempo en el que la Tierra estaba poblada por personas esféricas, tenían dos caras, cuatro brazos y cuatro piernas. Tres sexos existían entonces: el masculino, descendientes del sol; el femenino, descendientes de la tierra y el andrógino, descendiente de la luna que participaba de ambos sexos”. Continuaba su discurso relatando que, “estos seres se sentían poderosos y osaron desafiar a los dioses, por lo que Zeus los dividió en dos mitades, convirtiéndolos en seres incompletos y condenándolos a anhelar siempre la unión con su mitad perdida”. Para concluir diciendo, “el amor es el deseo de encontrar esa mitad que nos falta”.      

Mucho he llorado y luchando a diario, en una sociedad donde lo correcto es ser lo que se denomina normal, pero las ganas de vivir me han hecho no desmayar, y si es importante disponer de un asesoramiento psicológico y el acceso a una información actualizada, lo es verdaderamente, que una persona pueda definir el sexo con el que se sienta más cómoda e identificada.  

Pude abrir los ojos, mi madre me contemplaba sonriente, sostenía mi mano derecha entre las suyas, y Orestes, con un especial brillo en sus ojos, sensiblemente emocionado, acercaba su cara a la mía y me besaba. 

Lloré, pero esta vez de alegría, pues al fin era quien quería ser, y mi otra mitad estaba donde deseaba, en la persona que amaba. Y es que, es el amor la energía que mueve el mundo y nos ayuda a ser mejores.

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