sábado, 14 de octubre de 2017

Manuel, por Luisa Yamuza Carrión.




Mientras la voluntaria de protección civil le pone la camiseta, se lo anuncia.

<< Manuel, en septiembre solo hay baños los fines de semana, ¿vale?>>

Manuel asiente mientras arruga el ceño <<Todos los años igual. Alcalde miserable >>masculla entre dientes. 

Se despide de la muchacha de mala gana mientras acciona levemente el joystick de la silla. Gira en redondo, sube la rampa y toma el carril bici del paseo marítimo a toda velocidad. Los negros ojos cuarteados por el sol, le chispean. 

Para Manuel, el verano es la mejor estación del año por los baños en el mar. Dos veces al día, con una silla acuática y dos voluntarios se sumerge en el agua salada y se siente menos pesado, más libre. Es una libertad muy relativa, lo sabe, pero para él suficiente. Desde los veintiocho años tiene una enfermedad degenerativa, da igual el nombre.

 <<Todas son igual de jodidas>> suele decir si le preguntan. 

A estas alturas, el nombre de las cosas no le importa. Solo le interesa las sensaciones que aún puede sentir: la temperatura del agua, su sabor salado, los tibios rayos del sol sobre la piel, una mirada amable, una conversación sincera...

Cuando la vida se hizo más difícil, vendió todo lo que tenía y se instaló de alquiler en un piso pequeño cerca de la playa. Pasados más de veinticinco años no puede mover casi ningún músculo. Incluso hablar empieza a costarle. Cada seis meses el ayuntamiento le asigna una cuidadora distinta. Por eso presume de que lo han visto desnudo la mitad de las mujeres del pueblo. 

El invierno es peor. Sustituye los baños por las películas de Clint Eastwood. Se bebe los libros de detectives y no falla a la tertulia de las cuatro, recién termina el almuerzo en el bar de la esquina. Pero de regreso a casa, el tiempo parece detenerse. Menos mal que tiene a Florita.

Florita lo visita los domingos por la tarde. Al principio, el vecindario se escandalizó cuando empezaron a ver mujeres de dudosa condición llegando a la casa de Manuel. Él también se avergonzaba, tiene que reconocerlo. Pero al final, todos se acostumbraron. Aquellas mujeres trataban de saciar los deseos sexuales de Manuel con profesionalidad. Pero Manuel no estuvo a gusto hasta que apareció Florita, una guatemalteca dulce que convirtió en deliciosas esas horas dominicales. Su piel brillante, los cabellos negros, muy lisos, el perfume de lilas colándose por las rendijas de la puerta de la casa de Manuel. Todo hacía que la calentura invadiera cada parte de su cuerpo desgastado. El son de Bebo Valdés y la paciencia de la mujer hicieron el resto. Llegaron a un acuerdo, nunca serían más que lo que eran, cliente y meretriz, pero con contrato fijo. A pesar de eso, se tenían cariño. Se trataban con mimo. Para él, el domingo es un regalo de los dioses, por fin algo bueno en su vida. Para ella, la ocasión de ser la favorita por un día. 

Todos los que conocen a Manuel lo definen como un hombre alegre, optimista. No podrían imaginar siquiera que algunas veces se rebela ante las circunstancias que le han tocado en suerte. No lo puede remediar. Entonces, carga al máximo la batería de la silla y enfila la carretera de los pinares hasta que llega a la torre medieval en lo alto del acantilado. 

<<Aquí venía corriendo antes de todo>> recuerda. 

Se acerca al filo del precipicio, estira la cabeza con esfuerzo y mira hacia abajo, donde las rocas reciben la fuerza del mar. Así se queda un rato, combatiendo la soberbia del levante, con los cabellos embravecidos que le dan el aspecto de un guerrero celta. Si cierra los ojos tiene la tentación de pulsar ligeramente la palanca y poner fin a su historia.

 <<No pasaría nada, uno menos>> piensa. 

Pero, entonces, siempre le ocurre lo mismo. Se acuerda de Florita, de sus piernas abiertas sobre él, del calor de sus manos, del maravilloso olor a lilas... 

<<Qué triste se pondría Florita>> se dice.
Y se da la vuelta y el aire seca sus lágrimas en el camino de regreso y se jode porque sigue vivo. En su cabeza lleva un único pensamiento:

 <<Ya falta menos para el domingo>>

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