miércoles, 26 de octubre de 2016

Amor prohibido, por David Fernández

Ejercicio literario con cambio de estructural tradicional de Planteamiento, Desarrollo y Desenlace por: Planteamiento, Desenlace y Desarrollo.



Sara había llevado toda su vida buscando desesperadamente el amor. Era una persona muy enamoradiza, pero sus ideales románticos se habían visto continuamente truncados por la cruda realidad: su físico espantaba a los hombres, y a los que atraía, les acababa espantando su interés cada vez más obsesivo por ellos. Pero aquel era el día en que todo por fin daría un giro y se casaría con Michael, un estudiante que había conocido al venir de Erasmus a España y que, a pesar de no haber aprobado ninguna asignatura, no ser especialmente inteligente ni trabajador, tener varios problemas de salud muy marcados y no tener mucha capacidad de hacer amigos, contaba con una cualidad muy poco común: le gustaba Sara, y lo que era más raro, la aguantaba.

Hacían una extraña pareja pero no les amedrentaban las críticas.

De ella decían que se casaba con Michael sólo por miedo a no encontrar nunca más a alguien que la soportara. De él decían que se casaba con Sara porque su baja autoestima se encargaba de tomar las decisiones por él, si rechazaba a ésta, ¿quién le aseguraría que la siguiente sería mejor?

La boda sería un éxito.

...

Ahí estaba Sara, por fin a solas con Michael en su piso, el momento que tanto había deseado, había llegado después de tantísimas horas. Por fin podría empezar su luna de miel, algo que llevaba buscando desde que de pequeña todas sus amigas tenían novio en el recreo excepto ella. Aquellas burlas infantiles que fueron evolucionando con el tiempo, por fin podrían acabarse, ella no era una mojigata, se auto convencía, sólo que ningún hombre dejaba que le mostrase cuánto valía. 

Cerró el dormitorio con llave. Sonaba música heavy metal a todo volumen en la habitación. Sonaba la primera canción que la pareja había escuchado juntos desde que se conocían. Michael se encontraba en ropa interior tumbado en la cama, miraba hacia su reciente esposa con gesto de semi-sorpresa, apoyado en un par de almohadas. Sara lentamente se empezó a quitar la ropa mientras le susurraba al oído a su marido cuánto le deseaba, información que acompañaba de otros matices más personales.

De repente se abrió la puerta de la habitación con un golpe de ariete a grito de: "¡Policía!". La velada se vio interrumpida por un grupo de 6 agentes que redujeron a Sara, la esposaron y la sacaron de su casa a la fuerza mientras le relataban sus derechos.

La arrestada se despidió susurrando: "Y pensar que antes de ayer nuestro amor aún no era prohibido"

...

A la mañana después de la boda Sara estaba muy apenada, lloraba desconsolada en las escaleras de la iglesia en la que se había casado hacía unas 12 horas, con la sensación de que la mayoría de los esfuerzos que había realizado en su vida eran en vano. Ese trabajo hecho con la mejor intención, en el que se había dejado su propia alma año tras año, ahora se veía inútil.

Se sentía una vez más en su vida humillada, esta vez ni si quiera podía encarnar la culpa en una persona u otra, ya directamente sentía que el propio universo se reía de ella dándole codazos a su colega mientras se carcajeaba a mandíbula batiente y el inexistente sonido de aquella burla en forma de risa se le metía por los tímpanos y hacía estallar su saturado cerebro.

Continuamente negaba la realidad, "no puede ser" se repetía una y otra vez.

Para sorpresa de sí misma, una idea fresca asaltó su mente. 

Se levantó. Se le veía decidida a luchar por su reciente marido. 

Nadie tenía la culpa de que justo tras la boda Michael sufriera un infarto mortal en su débil corazón debido al estresante cúmulo de estímulos.

"¿Hasta que la muerte nos separe? En la muerte estaremos más unidos que nunca".

Corrió hacia su coche, entró y comenzó a conducir dirección a la morgue. Ya después de la luna de miel se pararía a comprar formol.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario