miércoles, 25 de enero de 2017

La inconsistencia de las ideas, por María del Mar Quesada Lara




¿Quién soy yo? A veces ni yo mismo lo sé. 

¿Soy ese al que muchos idolatran como un dios y salvador de almas? O ¿soy ese otro al que el resto detestan, odiándolo y temiéndolo? Soy consciente de esa dualidad, pero es el precio que he tenido que pagar por ser quien soy; una persona normal e íntegra cuyos ideales lo han conducido hasta aquí. 
Mi padre siempre me repetía que un hombre debe ser íntegro y leal a sí mismo, consecuente con sus creencias y responsable de sus decisiones. Este  ha sido mi mantra a lo largo de mi vida.

Soy aquel muchacho que se rebeló contra el sistema establecido en mi país, se rebeló contra la ignorancia del pueblo de sí mismos, se rebeló contra todas las decisiones políticas que otras antiguallas del antiguo régimen tomaban y afectaban a las personas que compartíamos  una lengua, una cultura y una historia común. 

Soy aquel joven que se empapó de los filósofos, políticos y estadistas de otros tiempos, aquellos que idearon en sus cabezas un estado perfecto, pero que no pudieron llevar a cabo. 

Soy aquel hombre que supo que era él quien debía hacer realidad las palabras de los grandes sabios, quien les diría a mis congéneres quiénes éramos, quiénes somos y quiénes queremos ser. Arrastré a los míos a luchar, a defender nuestra verdad con el único objetivo de darles a los demás ciudadanos, lo que yo sabía que necesitaban, pero ellos aún ignoraban. 

Yo y mis leales seguidores conduciríamos a nuestro pueblo hacia los ideales y valores verdaderos como individuo y como miembros de una sociedad. Yo me encargaría de enseñar a la ciudadanía las falacias y mentiras extranjeras que emponzoñan nuestro camino hacia la perfección. Yo conocía las necesidades,  inquietudes, deseos,  ambiciones,…y sobretodo los miedos del ser humano. Un secreto que unos pocos elegidos comprenden es que una vez que profundizas en las debilidades de los demás, obtienes el poder sobre ellos. Para conducirlos a tu lado solo tienes que convencerlos con la fuerza de tu voz y la elocuencia de las palabras vacías, y para aquellos que se resisten a seguir tu camino solo tienes que hacerles presa del miedo. Si aún, así hay quien no teme a nada y traicionan los valores de sus vecinos solo hay un sendero que seguir: la aniquilación del germen de la traición. Acabar con la escoria que engaña con sus palabras es, quizás, la parte negativa de la lucha, pero es el trabajo de los líderes, acabar con todo aquello que se interponga en el camino. Hay que defender la misión final de nuestro proyecto de renovación y protección  para que las generaciones futuras puedan estar orgullosas de nuestro legado. 

En definitiva, algunos tenemos el gran honor de ser los elegidos para engrandecer y perfeccionar nuestros países, aunque en ciertos momentos sea un trabajo en solitario.

¿Ya sabrás quien soy, no? ¿Franco, Stalin, Hitler, Castro, Mussolini, Videla, Arafat, Gadafi,…? ¡Qué más da mi apellido! Lo importante es lo que soy.
¡Soy el elegido! ¡No, no soy un dictador!
Solo soy un hombre normal con una misión que cumplir.

En el capitalismo, el hombre explota al hombre, en el comunismo es al contrario.

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