A ti siempre te sentó
bien el rojo. Tu tez morena y esos cabellos azabache combinan a la perfección con
ese color. Mírate, estás preciosa con ese modelo. "El gris quizás sea más
elegante" piensas "Pero a Damián le gustará el negro"
Mamá te vestía del color
de las amapolas los domingos para ir a misa. Cuando llegabas a la iglesia,
sujeta de la mano de papá, la abuela y las tías te miraban complacidas.
"¡Qué requeteguapa estás vestida de rojo, Martita!" Luego, la abuela te
sentaba a su lado y te acariciaba la cabeza. A veces se le enganchaban tus
cabellos entre sus manos cuarteadas, pero te daba igual. Olían a lavanda. Ella siempre
olía a lavanda. Damián prefiere las fragancias verdes. De hecho, su perfume
recuerda la hierba fresca del campo al amanecer. A ti te embriaga ese aroma. Tú
no usas perfume. No le gusta ninguno de los que has probado.
A la vera de la abuela
estarías todo el rato, pero a los pocos minutos, papá te hacía un gesto y
tenías que irte con él. Mirabas hacia arriba, él te estaba observando con los
ojos muy abiertos y una sonrisa de lado, extraña, como si no fuera risa. Mucha gente
sonríe así. Damián, cada vez más a menudo. A ti te gustan las sonrisas sonoras,
las de boca abierta que enseñan la campanilla. Risas de verdad, como la de tu
vecina Paca, que te envolvía con sus carcajadas seguidas de achuchones y besos
insaciables allá donde te encontrara. Al término de la misa, volvíais los tres
a casa precipitados. Te recuerdas con el cuello vuelto hacia atrás mirando a la
familia. Sus rostros disimulaban el enojo. No querías irte y echabas el cuerpo
hacia atrás. Pero la fuerza de la mano de papá era imbatible. Recorrías el
camino de regreso con la cabeza baja, enfadada, pero sin soltar aquella mano
dirigente.
Llevas veinte minutos en
el probador. Un montón de prendas en tonos apagados han construido un nido
asfixiante a tus pies y estás acalorada. Él ya te ha dado varios avisos.
"¡No tenemos todo el día! Ni que fueras la novia. Llévate ya lo que sea.
Total, nadie se va a fijar en ti” Le has oído decir desde el otro lado de la
cortina. Pero tú estás embelesada con tu imagen en el espejo. No pareces tú.
Hace años que no te veías tan guapa. Ni tan indecisa. " Ni se te vaya a
ocurrir comprarte el rojo" te advierte elevando el tono. Seguro que todo
el mundo ahí fuera se ha enterado. Te desnudas y te pones tu ropa con
nerviosismo en el estrecho cubículo. Un poco más tarde, cruzáis el umbral de la
tienda con tu traje negro en una bolsa de papel. "El negro va con todo"
piensas. Te pondrás los zapatos negros, los que Damián te regaló por tu
cumpleaños. Justo los que habías visto en la zapatería nueva del barrio. Él
suele sorprenderte con esos detalles, se da cuenta de todos tus deseos. Ojalá
tú supieras en cada momento lo que él quiere. Así seríais más felices aún.
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