El domingo 20 de abril de 2008, a
las doce del mediodía, en la explanada de guijarros delante de la puerta de la iglesia
de Santa María de Gracia, los invitados
de la boda de Jairo Brumatti y María Brabante,
esperan
a que llegue la novia. Es un día
de primavera soleado, la temperatura es agradable y huele azahar. Jairo, tiene 32 años, es de estatura media, moreno de piel, ojos
pequeños y negros, pelo también negro y rizado, tiene las manos fuertes y las aprieta
constantemente. Cuando algún invitado le habla no les mira directamente a los ojos, si no que disimula y mira hacia la calle por donde el coche de la novia
debe aparecer. Al cuarto de hora la
novia aún no ha aparecido, un primo de ella se ofrece a llamar a casa de sus tíos para ver si han salido ya, tras esperar unos segundos le dice a Jairo que
no cogen el teléfono y que posiblemente estarán a punto de llegar. Cuando son las
12:25, algunos invitados se han ido a la terraza del bar de al lado, algunos a tomar un café y otros
cerveza. El novio sigue en la puerta de la iglesia erguido y con semblante
serio, no habla con nadie, pese que algunas mujeres mayores se acercan para decirle que no se preocupe,
que a lo mejor a la novia se le ha roto el vestido o el zapato. Jairo sin mirarlas vuelve a apretar los puños. Unos
minutos más tarde, sale el cura y le pregunta:
-
¿Puede usted llamar a ver cuándo
van a llegar? A las una en punto tengo un bautizo, si llega más tarde tendré
que hacer una boda sin liturgia.
-
Ya hemos llamado a mis suegros,
a mi cuñado y a mi novia y no contestan. Un familiar se ha acercado a casa de mis suegros y una vecina le ha dicho
que salieron a las doce menos cinco. Para
llegar
aquí solo se tardan diez minutos, lo cronometramos hace una semana. Mi
novia sabe que no me gusta esperar.
-
Pues yo empezaría a preocuparme,
a ver si han tenido un accidente.
-
No cree que nos hubiéramos
enterado, por favor, no me ponga más nervioso de lo que ya estoy.
Todo lo ocurrido, desde antes de
las doce, está siendo observado por un hombre de traje marrón, con el pelo
negro, engominado y peinado hacia atrás, de vez en cuando se confunde con los
invitados. Sonríe cuando le hablan, de vez en cuando contesta, pero solo con
monosílabos, durante todo el tiempo ha procurado que el novio no le vea la
cara.
A las 12:49 el novio recibe un
mensaje SMS de su cuñado: “Lo siento, mi hermana no se casará contigo,
puedes despedir a los invitados”. Jairo
abre los ojos exageradamente, resopla por la nariz y aprieta los dientes
con los labios cerrados, bruscamente se vuelve hacia el interior de la iglesia
y busca al cura que está dormitando en el banco de la primera fila. Sin decir
palabra le enseña el móvil, entonces el cura se levanta le pone la mano sobre
el hombro y le dice:
- No se preocupe, yo despido a los invitados, puede quedarse aquí
mientras se van todos. ¿Ve esa puerta labrada? puede entrar, a la izquierda hay
un pequeño despacho que tiene un crucifijo por si quiere rezar, su
novia me dijo que usted era creyente. Ahí puede estar tranquilo, nadie le
molestará.
El cura una vez que el novio ha
entrado, se dirige hacia la puerta de la iglesia, mira hacia la nave lateral más oscura y ve como
el fotógrafo llega hasta la puerta
labrada y la abre, el padre se santigua y sigue su camino hacia el exterior. El
reportero sin hacer ruido, se esconde dentro de un viejo confesionario de madera oscura, se pone unos auriculares
y comprueba que la
imagen de Jairo se ve en su cámara. Dentro del despacho el novio va de un lado
a otro, resopla por la nariz, se para enfrente del crucifijo que hay en la
pared blanca y a media voz, escupe las palabras:
-
¡Te mereces que te ensartaran
vivo en la cruz, desgraciado! He cruzado
hasta aquí para tener otra oportunidad y me la has jodido…. ¿me estás
desafiando?, pues voy a ganar otra vez, recuerda
que aun no me han cogido… Esa zorra que se llama María como tu madre, va a pagar tu deslealtad conmigo… la voy a matar
igualmente, nadie se ríe de mí delante
de tanta gente y se va de rositas. Esta vez lo que le hice a la pequeña Catalina
se va quedar en un pecadillo… Eres un malnacido… me obligaste a matar a mi
madre, te juré que si me encontraba otra mujer peor que madre, no la dejaría vivir. Yo he cumplido mi
palabra, he matado a todas esas zorras porque se lo merecían y tú me has
bendecido con la invisibilidad… y por
eso te prometí que en este país me controlaría y ahora me la has jugado... Te
lo juro, tú serás tan culpable como yo de mis actos. ¡Te odio hijo de mala
madre!
El fotógrafo cuando ve en su cámara que Jairo tiene intención de salir, envía un SMS al hombre del traje marrón: “Lo tengo, enviando al jefe. Preparaos”.
Una hora más tarde en un hotel
en las afueras de la ciudad en la habitación 405, sentada encima de la cama y
flanqueada por sus padres, está María vestida aún de novia, encima de la cama
hay un dosier abierto, su hermano vestido de padrino está de pie fumando.
Llaman a la puerta y el hombre de pantalón vaquero, camiseta blanca y pistola
en la cartuchera, mira por la mirilla y abre la puerta. Entra un hombre bajo,
delgado, de pelo cano con barba blanca bien recortada, viste un pantalón gris,
una chaqueta de sport con coderas de color negro. Se dirige a la familia
-
Lo tenemos. La operación ha
salido bien, pese a que era un riesgo. Debo agradecer toda su colaboración.- Coge la mano de la novia - María siento haber fastidiado el día más
feliz de su vida, pero puede que fuera el principio de su propio infierno. La
prueba de grabación que hemos conseguido, en la provincia de Chubut en
Argentina, es una prueba válida, máxime si en ella se han confesado crímenes. Como le comentamos, llevamos muchos
años detrás, todo a apuntaba hacia él, pero siempre conseguía librarse. Le voy
a dejar escuchar lo que hemos grabado para
que se queden conformes con nuestra operación y sepa de verdad quién era
su novio.
En el ordenador portátil, la
familia Brabante escucha atentamente. Cuando acaba la grabación, María se traga las lágrimas y le pregunta al
comisario Navarro qué le hizo a la
pequeña Catalina. El comisario le resume:
- Jairo era hijo de madre soltera, ella estaba todo el día trabajando
y él pasaba muchas hora solo. Cuando tenía 14 años, una mañana la madre
apareció muerta con golpes en la cabeza, todo parecía indicar que había sido un
accidente, pero algunas pruebas no encajaban.
El comisario antes de seguir
hablando, toma aire, mira a su compañero
y continúa contando.
-
Cuando Jairo tenía 18 años tuvo una novia, la pequeña Catalina, le decían así porque aunque tenía 16 años era de cuerpo
menudo y cara de muñeca, algunas
amigas dijeron que ella pretendía dejar
la relación el mismo día que desapareció. Sólo encontramos su bicicleta dentro de un gran
charco de sangre, nunca pudimos encontrar su cuerpo. Aunque todo indicaba que fue Jairo, consiguió una coartada con la que
salvarse y nunca supimos que ocurrió con
la niña.
El comisario Navarro vuelve a
tomar aire, se le empañan los ojos marrones y añade:
- Catalina
era mi hija. Así que yo y todas las familias de las mujeres que ha matado este
malnacido, le estaremos eternamente
agradecidos, María.
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