jueves, 14 de febrero de 2013

Desafío a Dios, por María del Mar Quesada.



El domingo 20 de abril de 2008, a las doce del mediodía, en la explanada de guijarros delante de la puerta de la iglesia de Santa María de Gracia,  los invitados de la boda de  Jairo Brumatti y María Brabante,  esperan  a que llegue la novia. Es  un día de primavera soleado, la temperatura es agradable y huele azahar. Jairo,  tiene 32 años,  es de estatura media, moreno de piel, ojos pequeños y negros, pelo también negro y rizado, tiene las manos fuertes y las aprieta constantemente. Cuando algún invitado le habla no les  mira directamente a los ojos, si no que  disimula  y mira  hacia la calle por donde el coche de la novia debe aparecer. Al cuarto de hora  la novia aún no ha aparecido, un primo de ella  se ofrece a llamar a casa de sus tíos  para ver si han salido ya,  tras esperar unos segundos le dice a Jairo que no cogen el teléfono y que posiblemente  estarán a punto de llegar. Cuando son las 12:25, algunos invitados se han ido a la terraza del bar de  al lado, algunos a tomar un café y otros cerveza. El novio sigue en la puerta de la iglesia erguido y con semblante serio, no habla con nadie, pese que algunas mujeres mayores  se acercan para decirle que no se preocupe, que a lo mejor a la novia se le ha roto el vestido o el zapato. Jairo  sin mirarlas vuelve a apretar los puños. Unos minutos más tarde, sale el cura y le pregunta:

-        ¿Puede usted llamar a ver cuándo van a llegar? A las una en punto tengo un bautizo, si llega más tarde tendré que hacer una boda sin liturgia.
-        Ya hemos llamado a mis suegros, a mi cuñado y a mi novia y no contestan. Un familiar se ha acercado a  casa de mis suegros y una vecina le ha dicho que salieron a las doce menos cinco.  Para  llegar  aquí solo se tardan diez minutos, lo cronometramos hace una semana. Mi novia sabe que no me gusta esperar.
-        Pues yo empezaría a preocuparme, a ver si han tenido un accidente.
-        No cree que nos hubiéramos enterado, por favor, no me ponga más nervioso de lo que ya estoy.

Todo lo ocurrido, desde antes de las doce, está siendo observado por un hombre de traje marrón, con el pelo negro, engominado y peinado hacia atrás, de vez en cuando se confunde con los invitados. Sonríe cuando le hablan, de vez en cuando contesta, pero solo con monosílabos, durante todo el tiempo ha procurado que el novio no le vea la cara.

A las 12:49 el novio recibe un mensaje SMS  de su cuñado: “Lo siento, mi hermana no se casará contigo, puedes despedir a los invitados”. Jairo  abre los ojos exageradamente, resopla por la nariz y aprieta los dientes con los labios cerrados, bruscamente se vuelve hacia el interior de la iglesia y busca al cura que está dormitando en el banco de la primera fila. Sin decir palabra le enseña el móvil, entonces el cura se levanta le pone la mano sobre el hombro y le dice:

               - No se preocupe, yo despido a los invitados, puede quedarse aquí mientras se van todos. ¿Ve esa puerta labrada? puede entrar, a la izquierda hay un  pequeño despacho  que tiene un crucifijo por si quiere rezar, su novia me dijo que usted era creyente. Ahí puede estar tranquilo, nadie le molestará.


El cura una vez que el novio ha entrado, se dirige hacia la puerta de la iglesia, mira  hacia la nave lateral  más oscura y  ve  como  el fotógrafo llega hasta la puerta labrada y la abre, el padre se santigua y sigue su camino hacia el exterior. El reportero sin hacer ruido, se esconde dentro de un viejo confesionario  de madera oscura, se pone unos auriculares y  comprueba  que  la imagen de Jairo se ve en su cámara. Dentro del despacho el novio va de un lado a otro, resopla por la nariz, se para enfrente del crucifijo que hay en la pared blanca y a media voz, escupe las palabras:

-        ¡Te mereces que te ensartaran vivo en la cruz, desgraciado! He  cruzado hasta aquí para tener otra oportunidad y me la has jodido…. ¿me estás desafiando?, pues  voy a ganar otra vez, recuerda que aun no me han cogido… Esa zorra que se llama María como tu madre, va  a pagar tu deslealtad conmigo… la voy a matar igualmente, nadie se ríe de mí  delante de tanta gente y se va de rositas. Esta vez lo que le hice a la pequeña Catalina se va quedar en un pecadillo… Eres un malnacido… me obligaste a matar a mi madre, te juré que si me encontraba otra mujer peor que  madre, no la dejaría vivir. Yo he cumplido mi palabra, he matado a todas esas zorras porque se lo merecían y tú me has bendecido con la invisibilidad…  y por eso te prometí que en este país me controlaría y ahora me la has jugado... Te lo juro, tú serás tan culpable como yo de mis actos. ¡Te odio hijo de mala madre!

El fotógrafo  cuando ve en su cámara  que Jairo  tiene intención de salir,   envía un SMS al hombre del traje marrón: “Lo tengo, enviando al jefe. Preparaos”.

Una hora más tarde en un hotel en las afueras de la ciudad en la habitación 405, sentada encima de la cama y flanqueada por sus padres, está María vestida aún de novia, encima de la cama hay un dosier abierto, su hermano vestido de padrino está de pie fumando. Llaman a la puerta y el hombre de pantalón vaquero, camiseta blanca y pistola en la cartuchera, mira por la mirilla y abre la puerta. Entra un hombre bajo, delgado, de pelo cano con barba blanca bien recortada, viste un pantalón gris, una chaqueta de sport con coderas de color negro. Se dirige a la familia

-        Lo tenemos. La operación ha salido bien, pese a que era un riesgo. Debo agradecer toda su colaboración.- Coge la mano de la novia - María siento haber fastidiado el día más feliz de su vida, pero puede que fuera el principio de su propio infierno. La prueba de grabación que hemos conseguido, en la provincia de Chubut en Argentina, es una prueba válida, máxime si en ella  se han confesado  crímenes. Como le comentamos, llevamos muchos años detrás, todo a apuntaba hacia él, pero siempre conseguía librarse. Le voy a dejar escuchar lo que hemos grabado para  que se queden conformes con nuestra operación y sepa de verdad quién era su novio.


  
En el ordenador portátil, la familia Brabante escucha atentamente. Cuando acaba la grabación,  María se traga las lágrimas y le pregunta al comisario Navarro  qué le hizo a la pequeña Catalina. El comisario le resume:
- Jairo era hijo de madre soltera, ella estaba todo el día trabajando y él pasaba muchas hora solo. Cuando tenía 14 años, una mañana la madre apareció muerta con golpes en la cabeza, todo parecía indicar que había sido un accidente, pero algunas pruebas no encajaban. 

El comisario antes de seguir hablando, toma aire,  mira a su compañero y  continúa contando.  

               - Cuando Jairo tenía  18 años tuvo una  novia, la pequeña Catalina, le decían así  porque aunque tenía 16 años era de cuerpo menudo y  cara de muñeca, algunas amigas   dijeron que ella pretendía dejar la relación el mismo día que desapareció.  Sólo encontramos su bicicleta dentro de un gran charco de sangre, nunca pudimos encontrar su cuerpo.  Aunque todo indicaba que  fue Jairo, consiguió una coartada con la que salvarse y nunca supimos que  ocurrió con la niña.

El comisario Navarro vuelve a tomar aire, se le empañan los ojos marrones y añade:

 - Catalina era mi hija. Así que yo y todas las familias de las mujeres que ha matado este malnacido,  le estaremos eternamente agradecidos,  María.

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