miércoles, 27 de febrero de 2013

Una vida autocrata, por José García.


Fui el menor de los cinco hijos que tuvieron Gonzalo y Mercedes, mis padres. Nací un 5 de febrero de 1875, en Tordesillas, donde mi padre ejercía de Juez municipal, único sueldo que entraba en casa, por lo que la escasez atenazaba nuestra economía familiar. Aunque ello no fue óbice para que mi madre nos inculcara y nos educara en conceptos como el honor y el orgullo. Que yo asimilé pronto, pues recuerdo que de muy pequeño, mi madre cuando comentaba sobre mi carácter decía: “Este niño tiene raza.” De ahí, quizás, la inclinación que siempre tuve hacía lo militar. Pero la falta de recursos me lleva en otra dirección y mis estudios de secundaria los realizo recluido en un seminario diocesano local. Aunque no estaba dispuesto a pasar el resto de mi vida dedicado a la contemplación y a la oración; mi carácter extrovertido y díscolo (de raza como decía mi madre), me empujaban a otras glorias y en busca de ellas me escapé.

Puse rumbo al Ferrol, donde residía una tía mía, para buscar su ayuda. Con su complicidad conseguí convencer a mis padres, sobre todo a mi padre. Así con quince años ingresé como voluntario de corneta en el cuerpo militar. Pronto pude comprobar que mi virtuosismo musical era un desastre, por fortuna fui promovido como artillero de 2º. Mientras tanto mi padre medió entre sus influencias y unos meses después, una vez cumplido los dieciocho años, conseguí entrar en la Academia de Caballería de Valladolid, de donde salí con el grado de Teniente segundo, en 1896.

Mi nombre, pensé que no sería necesaria presentación alguna, pues por mis hazañas y acciones enseguida me reconoceríais, pero no hay inconveniente alguno, me llamo: Gonzalo Queipo de Llano y Sierra. Como habréis podido comprobar, mi formación, desde la educación materna hasta la militar, ha estado cimentada en los principios tradicionales de amor a la patria, obediencia al mando, culto al honor, lealtad, valor frente al enemigo y disciplina ante todo; aunque siempre mantuve una cierta teoría recíproca y personal sobre todos estos conceptos: “Solo debo lealtad a la persona que me es leal.”

El mismo año que salí de la Academia, arribé en Cuba, donde libramos con EE.UU. las últimas batallas por el control de las colonias de ultramar, de allí regresé con fama de “intrépido, arrojado y audaz.” Casé con Genoveva, tuvimos cinco hijos (cuatro niñas y un niño), por lo que para promocionarme y cobrar más, marché a Marruecos. A partir de aquí, mi carácter y la  máxima a la hora de concebir los principios tradicionales, me ocasionan una serie de encuentro y desencuentros en lo militar y en lo político un tanto pendencieros, que culminan postergándome, sin posibilidad de ascenso, en la reserva, por la Junta Clasificadora Militar, controlada por el propio Miguel Primo de Rivera, clasificándome de “indisciplinado, díscolo y difícil de ser mandado.” Y posteriormente, tras la intentona republicana del aeródromo de Cuatro Vientos en 1930, expulsado del ejército.

Aunque para mí lo más importante, como le contesté al general Cabanellas cuando se opuso al nombramiento de Franco (Paca la culona), ya que él era más antiguo en el escalafón. “Lo único que quiero es la salvación de España, me da igual quien lo consiga. Que se salve España aunque la salve el diablo.” Pero vayamos por parte y no adelantemos acontecimientos; veamos cómo fueron desarrollándose los mismos. Fui sorprendido cuando me disponía a batir en duelo con un periodista. Fui encerrado en el Castillo de Santa Catalina de Cádiz, por significarme en una manifestación de oficiales en Madrid. Se publicó mi participación en otro duelo, en éste  como testigo del general José Sanjurjo contra el coronel José Riquelme. Primero simpaticé con la dictadura de Primo de Rivera, amigo mío, pero los continuos roces y enfrentamientos  terminaron por alejarme, además de ser destituido como Gobernador Militar de Córdoba. Fueron tantas las acusaciones que formulé contra él y su partido, Unión Patriota, cuyas siglas UP las comparé con Urinario Público, que una vez caído, tuve un enfrentamiento a puñetazos con sus dos hijos José Antonio y Miguel, así como con Sancho Dávila y otros cuantos parientes jóvenes y arribistas del dictador en una cafetería.

Por enfrentamientos con mi superior, fui nuevamente expedientado. Participé en numerosas,  arriesgadas y temerarias, acciones en Marruecos. En una de ellas sumariado y arrestado por una presunta negligencia o indisciplina en la protección de la columna del general Riquelme. Aunque en medio de toda ésta vorágine, alcancé el grado de General de Brigada. Luego vino lo del aeródromo de Cuatro Vientos (1930), junto a Ramón Franco, allí hice uso por primera vez de la radio, elemento con el que después me signifiqué para gloria de España, para pregonar la sublevación y proclamar la República; pero aquello fue un fracaso, afortunadamente pude huir a Portugal y de allí a Francia.

Eran mis desvelos por la Patria, lo que me hacía vivir en precario, por lo que me dije que si triunfara algún día la República, y en premio a mis sufrimientos, pediría que cada español me diera una peseta, nadie sufriría el menor perjuicio y yo sería millonario.

De momento éstas circunstancias tuvieron una más temprana recompensa; una vez instaurada la República, solo tuve que apoyar las reformas de Azaña como Ministro de la Guerra, además emparenté como consuegro con Alcalá Zamora, Presidente de la República. Así recuperé mi condición en el ejército y ocupé distintas responsabilidades militares, asciendo a General de División, pero nuevamente surgen inconvenientes, a los que respondo una y otra vez; “Ni Monarquía ni República, solo Patria.” Estas cristalizan cuando en febrero de 1936 gana las elecciones el Frente Popular, se opera en mi un cambio y creo llegado el momento de ofrecerme a misiones salvíficas que preserven nuestras irrenunciables esencias patria, contra la degradación, la perversión y el catastrofismo a que nos abocan marxistas y masones.

En mi primera entrevista con el general Emilio Mola me comprometo plenamente con el levantamiento militar. El general Sanjurjo, que en un reciente viaje por Alemania, ha podido comprobar las posibilidades de los regímenes totalitarios, aceptó encabezar la rebelión. Operación se produciría de manera sincronizada; Franco por el sur, Mola por el norte, Goded por el nordeste y Sanjurjo acudiría en avión desde Portugal, haciéndose cargo del directorio militar.

Yo por mi destino pude moverme con cierta libertad, burlando así la vigilancia del Gobierno del Frente Popular, me hubiera gustado sublevarme en Valladolid, pero a última hora, pesó mi historial y la dirección del Comité de Conspiradores, me largaron el mochuelo de Sevilla. No en vano tenía el sobrenombre de Sevilla “La roja”; nadie podía entonces imaginar, que dicha decisión me encumbraría en la gloria y en la historia. Sevilla fue clave en la salvación de España, pese a no hacerse explicito dicho reconocimiento. Primero porque, al no caer en un primer momento las ciudades con puerto de mar, el aeródromo de Tablada sirvió de puente con las tropas del norte de África. Y posteriormente, por poder contar con La Pirotecnia Militar de Sevilla, que fabricaba munición de diversos calibres, desde armas cortas hasta cañones, que con  la de Toledo, las más importantes de España. Convirtiéndose Sevilla en una de las bazas logísticas de la España sublevada.

Pues bien, en la tarde del día 18, me dirijo a la Capitanía General, situada en la plaza de la Gavidia, anexa al cuartel de San Hermenegildo. Hice detener inmediatamente al General Jefe de la II Región Orgánica, al Gobernador Civil y demás autoridades, arresté y condené a muerte de forma fulminante a los 200 guardias de asalto que se resistieron. Al mismo tiempo y para abortar la posible, aunque precaria, defensa de los barrios como Triana, Macarena, San Marcos, San Julián y otros, donde se incendiaron iglesias y edificios de la aristocracia, como familia Marañón, Fernández Palacios, Grosso, Brackembury o la Fábrica de Jabones y Perfumes del marqués Luca de Tena, propietario del diario ABC; antes de publicar el Bando de Guerra, se organizó o consintió una cierta revuelta que generase el caos social, situación propensa para desmanes y saqueos, a cargo de comandos civiles armados (pistoleros), contaba para ello con la ayuda de José García Carranza “El Algabeño”, un afamado torero, que se había ofrecido con 1500 falangistas, aunque estos se quedaron en 15, a los que sumamos 60 liberados de la cárcel. Había que ir a la destrucción física de los cuadros de los partidos políticos del Frente Popular, de los Sindicatos obreros y de organizaciones masónicas. En los días sucesivos en Sevilla, el Tercio y los Regulares, consolidaron la toma de la capital con el empleo de la artillería y la ferocidad de éstas tropas, contra los barrios que resistían.

Asentado en Capitanía y con la ayuda del teléfono, el telégrafo y sobre todo del micrófono (la radio), pude controlar rápidamente la capital y parte de Andalucía. Fueron más de 500 proclamas, la mejor propaganda para la guerra psicológica. Tenía que alentar y animar a los partidarios nacionalistas en zonas republicanas y amedrentar al enemigo con un lenguaje directo y popular.

Me enervaba sentir que mis consignas minaban y aterrorizaban a los enemigos de la patria, en ellas traducía la máxima establecida por Mola: “Es necesario crear una atmosfera de terror, hay que dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el que no piense como nosotros. Tenemos que causar gran impresión, todo aquel sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado.”

No me tembló la voz, ni el corazón cuando hice uso de la radiodifusión para acabar con la moral del enemigo, señalando el camino a los nuestros: “Nuestros valientes Legionarios y Regulares, han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen.” “Mañana vamos a tomar Peñaflor. Vayan las mujeres de los rojos preparando sus mantones de luto.” “Estamos decididos a aplicar la ley con firmeza inexorable: ¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Rio, id preparando sepulturas! Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros, que si lo hicierais así, quedareis exentos de toda responsabilidad.”

Al igual que cuando tuve que tomar Málaga, con parte de mi familia allí, que finalmente fueron liberadas, pues al efecto disponía de rehenes y cuya vida conservaba en previsión y utilidad de algún intercambio. En la cárcel de Melilla, tenía a la familia del general republicano, José Miaja, y cada noche le lanzaba un mensaje o recado en la radio: “Miaja tenemos a tu familia en nuestro poder y ellos pagaran con sus vidas en represalia por lo que tú hagas.” También pude canjear, al final de la guerra, a mi hermana Rosario por el hijo de Largo Caballero, al que mantenía, con ese propósito, en la cárcel de Sevilla.

Finalmente, desde la declaración del Bando de Guerra, que me consagró de autoridad legal y jurídica, no había mayor autoridad que la mía en toda Andalucía. Mis detractores me denominaban “el virrey de Andalucía”, pero ello me revestía de la autoridad necesaria para dejar sentada la relación de poder. Bajo mi mando dicté disposiciones comerciales, exigí gabelas, repartí casas, repartí licencias de exportación, organicé y distribuí el trabajo forzado de los prisioneros, extendí el cultivo del arroz en las marismas del Guadalquivir en terrenos arrancados a aquellos terratenientes que hubieron simpatizados con la causa del republicana.

Favorecí a los hombres de bien. A los enemigos les señalé una y otra vez mi sistema; por cada uno de orden que caiga, yo mataré a diez extremistas por lo menos (…) los sacare de debajo de la tierra si hace falta, y si están muertos los volveré a matar. Esta situación se prolongó hasta final de febrero de 1937, a partir de este momento ordené, a todas las autoridades dependientes de mi jurisdicción, seguir  el procedimiento judicial indicado. Fui, por entonces, nombrado Consejero Nacional de Falange de la JONS. Pero las distancias con Franco (Paca la culona), se ampliaban cada vez más, e intentaron sacarme de Andalucía; Franco me ofreció un Ministerio en su primer Gobierno, que rechacé; Serrano Suñer acaba con mis charlas radiofónicas y finalmente soy destituido; quisieron mandarme a Argentina como embajador, pero no era bien recibido; y estuve en Italia en misión militar. Después de mi destierro romano, porque no puede llamarse de otra forma, regresé a Sevilla retirado o disponible forzoso.

En 1944, fui condecorado con la Laureada de San Fernando, y en 1950 me concedieron el título de Marqués de Queipo de Llano.

Pero nada puede aliviar el amargor y frustración  que siento, yo mismo me he nombrado viejo honorario y he decidido no volver a hacer sacrificio alguno en servicio de mi patria. Ya he cobrado por servirla cantidades fabulosas de ingratitud. Solo pienso en que siga viviendo la patria para que yo pueda cobrar. Es triste ¿verdad? pues así me han hecho los españoles. Loco, toda mi vida, por un ideal; que fue ver grande a mi patria.

Posdata: “El libro negro de la humanidad”, (Critica 2012) escrito por Matthew White, que reúne las cien peores atrocidades de la historia del mundo. En uno de los rankings que ofrece;  sobre quien eliminó de forma directa (ejecutados) más opositores políticos, Francisco Franco aparece en sexto lugar.

Así mismo, Queipo Llano, fue uno de los treinta y cinco altos cargos del franquismo imputados por la Audiencia Nacional, en el sumario instruido por el juez Garzón, por los delitos de detención ilegal y crímenes contra la humanidad.

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