Durante un trabajo de restauración en Castellciutat, allá por
1970, precisamente en el Castillo situado en una colina con cierta
preponderancia sobre el valle del rio Segre, en cuyo interfluvio con el rio
Valira, se encuentra la Ciutat; tuvimos que recurrir a determinada
documentación y planos antiguos, ya que está construido sobre otras
edificaciones habidas con anterioridad, que afortunadamente se conservaban en
los sótanos del propio Castillo.
Accedimos a los mismos a través de unas escaleras situadas en
la parte posterior del Castillo, junto a otras dependencias destinadas para el
almacenaje y de uso común o colectivo. Descendimos seis escalones y mediante un
descansillo, giramos hacia la izquierda y descendimos otros tantos. De momento
pareció que hubiéramos cruzado el linde del tiempo, como si se hubiera
producido una regresión y nos encontráramos en otro mundo, un mundo de
oscuridad y sombras, hasta la temperatura y el ambiente eran distintos. Te
hacían percibir inquietantes sensaciones y un cierto escalofrío recorrer tu
espalda. Nos encontrábamos en una amplia estancia en la que se podían observar
siete sólidas puertas de madera empotradas en gruesos muros de piedras, tres se
ubicaban en el muro frontal, dos a la derecha y otras tantas en la izquierda.
Cada una de ellas tenía dos ranuras, una situada a la altura de la cabeza y otra en la parte inferior de
la puerta lindando con el suelo. No había duda, nos encontrábamos en las
antiguas mazmorras del Castillo, en las cuales aún podían verse las argollas y
grilletes que en otrora sirvieran para encadenar a quienes tuvieron la
fatalidad de haber pasado por ellas. Solo contemplar el lugar era suficiente
para hundir la moral y la voluntad de cualquier hombre, entre aquellos tétricos
muros, aún parecían resonar sus lamentos y quejidos producidos por el tormento
y el dolor.
Nos dirigimos a la puerta central de las tres que teníamos
enfrente, tras abrir con una pesada llave, pudimos comprobar la solidez de la
puerta y el tiempo que ésta, no se habría, pues emitió un chirrido que rasgó
terroríficamente el silencio en el que todos nos manteníamos. La cámara
mostraba un aspecto un tanto reprobable y desordenado, todo cubierto de polvo
que con seguridad nos dificultaría la búsqueda de los citados documentos.
Al mover una de las cajas de madera que se encontraban en una
estantería, dejó al descubierto unas tapas de cuero duro, que anudadas con unos
cordones también de cuero, contenían un número considerado de papeles o documentos,
que parecían manuscritos, que llamaron mi atención y curiosidad. Los cogí para
echarle un vistazo, cuando alguien avisó en ese mismo momento, de que ya
teníamos los documentos necesarios, por lo que tuve que reprimir el deseo de
continuar y reincorporarme al equipo de trabajo. Durante toda la jornada no
dejó de asaltarme la curiosidad, sobre el posible contenido de aquellos papeles
que tan misteriosamente habían llamado mi atención. Al término del trabajo no
pude contener el deseo de conocer su contenido, y solicité permiso para poder
volver al sótano y dar un repaso por si encontraba algo más que nos pudiera ser
de utilidad. No pusieron objeción alguna, en la seguridad que nada encontraría,
pues todo era antiquísimo y por tanto falto de interés.
Bajé con cierta impaciencia, tanto que no reparé ni en las
sensaciones que me había producido el lugar en la mañana. La puerta se abrió
pesadamente y volvió a producir un prolongado chirrido. Cuando accedí a
tenerlos entre mis manos y retirar con los dedos la capa de polvo que lo
cubría, pude observar que había algo escrito en una de las tapas, que en un
principio no pude descifrar, pero al acercarme a la tenue luz de la bombilla,
pude comprobar que estaba escrito en Occitano o lengua Oc, que es una lengua
provenzal o romance de Europa. En España, únicamente en el Valle Aran, en el
pirineo leridano, es donde tiene un reconocimiento oficial una variedad
autóctona, reconocida por la Comunidad Autónoma de Cataluña. Afortunadamente
por la similitud del catalán y porque mis abuelos son oriundos del Valle de
Aran, tengo cierto conocimiento sobre esta lengua y pude interpretar lo que
decía.
“El verdadero grial, el verdadero tesoro.”
Abrí con sumo cuidado aquellas pastas de cuero, en su
interior los papeles, bien ordenados, estaban efectivamente manuscritos y con
una buena caligrafía. En ese momento decidí
descifrar su contenido, pero opté por buscar otro lugar donde poder dar
lectura con tranquilidad y comodidad a dicho documento. Enseguida me sumí en su lectura, en ella se narraban las
vicisitudes de Alais y Guílleme y como terminaron en Seo D’Urgell, más
concretamente en Castellciutat. Comienzan la narración, situando el
inicio de lo que en el tiempo sería parte de su historia.
“A mediados del siglo X empieza a propagarse por Europa
Occidental un movimiento religioso cristiano pero de carácter gnóstico, el
catarismo, que contó con la protección de algunos señores feudales, vasallos de
la corona de Aragón. Arraigándose fuertemente hacia el siglo XII en el sur de
Francia principalmente entre los habitantes del Languedoc. La iglesia Católica
rápidamente la calificó de herética. Tras varios intentos de misionar sin
resultado alguno, en 1208, el papa Inocencio III ante la extensión del
catarismo, decretó una cruzada. El Vaticano no podía permitir que se protegiera
la causa cátara, como fueron los ejemplos del conde de Tolosa, Ramón VI, y del
vizconde de Carcasona, Raymond Roger Trencavel, que ante esta circunstancia,
pidieron vasallaje a Pedro II y éste lo aceptó.”
“Es a partir de aquí que empezamos a tener conciencia del
peligro que se cernía sobre nuestras gentes. Siendo aun muy jóvenes, casi
adolescentes, fuimos testigos ya que logramos huir, de la masacre perpetrada
por el legado del papa, Arnaud Amaury.
Este, de camino a Carcasona, sitió la ciudad de Béziers, en la cual vivíamos
con nuestras familias y junto a otros muchos cataros. Al acceder a la ciudad el
legado papal arrasó con todo y ordenó masacrar a todos los cataros. Sus
oficiales le preguntaron al propio Arnaud, como distinguir a los cataros de los
demás, y éste pronunció la cruel y conocida frase de: Matadlos a todos, que
dios reconocerá a los suyos (...)”
“(…) Pudimos escapar, al camuflarnos en unos de los carros,
donde los caballeros cruzados, transportaban el producto del expolio que fue
sometida la ciudad (...)”
“(…) Meses después, era Carcasona la que se rendía al asedio
sometida por los cruzados al mando de Simón de Montfort, quien incumplió su
palabra de dejar libres a los habitantes de la ciudadela, si el vizconde rendía
la plaza. Primero, asesinando al vizconde, y posteriormente exigiendo un
pronunciamiento público abrasando la fe católica para poder salir libres (...).”
En referencia a este suceso, cuentan que más de doscientas
personas fueron arrojadas a la hoguera, por no renegar de su religión. Aunque
no encontraron el tesoro de los cataros, pues se cuenta que antes de rendir la
ciudadela, algunos elegidos, lo pusieron a salvo escapando por un pasadizo
secreto.
“(…) Posteriormente, en Muret 1213, pierde la vida Pedro II,
en una sangrienta y descabellada batalla. Volcándose la balanza a favor de la
iglesia católica y del rey de Francia (...)”
“(…) Los que conseguimos salvar la vida emprendimos un
destierro hacia otros países de Europa, principalmente Italia y España. Buen
número de cataros a pesar de las dificultades y peligros sorteados, pues fuimos
denigrados, asaltados y perseguidos, logramos cruzar los Pirineos y adentrarnos
en España, fundamentalmente en Cataluña, por la similitud del idioma. Pusimos
todo de nuestra parte para adaptarnos con celeridad a la forma de vida del
lugar de acogida, pues en gran parte éramos artesanos (…)”
Terminan relatando como han traspasado de padre a hijo, el
poder del grial, el verdadero grial, “(…) aquel que se encuentra en los libros,
en el conocimiento y en el amor compartido con el mundo, transmitidos a través
de estaciones y generaciones. Dando testimonio de nuestra historia y de la
masacre de nuestro pueblo, para transmitir a la vida nuestra verdad (…)”
Terminé la lectura casi al amanecer, me había abstraído del
tiempo y ello teniendo en cuenta que no soy persona de creencias religiosas ni
de iglesia alguna, se puede considerar todo un logro. Aunque creo que esta
lectura me reafirma más en mis convicciones, pues el documento es ilustrativo
de la Europa medieval, así como la evocación de otra época que lleva a pensar que
la tolerancia religiosa es intemporal.
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