Son las ocho de la mañana y tengo que sacar a Germán de esa
realidad paralela que son los sueños. Viéndole dormido es imposible adivinar el
terremoto en que se convierte una vez despierto. Es la primera vez en su vida
que se separará de mí más de dos horas seguidas, la primera vez que se
adentrará en un mundo totalmente desconocido para él y tengo miedo , yo tengo
miedo, no él.
Mientras le preparo el desayuno, su pequeño rostro me
cautiva a pesar de que me ha revuelto todo el salón, que se ha convertido en un campo de batalla y
como tal está sembrado de luchadores
entre los que se encuentran algunos de pié y otros tumbados. Por
supuesto ha sido “Takán” quién ha vencido y será él quién le acompañe en este
gran día. Takán es un monstruo de manos grandes y cara de muy cabreado que se
ha convertido en su compañero desde que se lo trajeran los Reyes hace ya un
año.
Una vez preparados Germán, Takán, y yo,nos dirigimos a “Alí Baba”, que así se
llama la guardería a la que le llevo. El camino se nos ha hecho demasiado corto
y de pronto nos encontramos en la puerta. Llamo al timbre. Ha salido la
señorita con la que hice los trámites pertinentes para su matrícula, ha dicho “buenos días”
y rápidamente se lo ha llevado. Pero…-No me ha dada tiempo
a decir nada. Ahora recuerdo que me dijo que lo haríamos así porque sería menos
traumático para Germán, pero creo que no
ha sido una buena idea. No puedo separarme de la puerta y sé que no voy a
entrar, por lo que no me queda otra opción que la de mirarle a través de los
cristales.
Germán va de la mano de la señorita y no llora. Ella le
quita el abrigo y él se rodea a sí mismo con sus bracitos porque tiene frío.
Alicia, que así se llama” la seño”, no se ha dado cuenta que Germán es muy
friolero. Unos niños se le acercan e intentan quitarle su Takán.-Pero… ¿ Qué se
habrán creído esos malcriados? Takán es intocable. Parece que los niños han
desistido y le dejan en paz. Alicia se aleja y lo vuelve a dejar solo ante el
peligro,él no sabe donde sentarse ni donde dejar su mochila.
Ahora se dirigen al patio y Germán les sigue, cómo si
supiera que va a un sitio bueno pués no deja de sonrreir. Nunca lo hubiera
pensado, está sonriendo aunque yo no esté a su lado. Los compañeros se han
subido a un columpio giratorio que puede albergar a varios ocupantes, pero…no
le dejan participar del juego, no lo puedo creer, a él le encanta ese columpio, no tienen derecho a
impedirle que suba, le harán llorar. Grito con todas mis fuerzas para que me
oiga la señorita pero no me escucha, y no puedo abrir la puerta para cogerlo y
llevármelo a casa que es donde Germán tiene su reinado, donde con sólo mirarme,
sin hablar siquiera, encuentra solución a todos sus problemas. Es mi Rey.
Germán no puede leer su nombre, es muy pequeño y tampoco
sabe cómo ir al baño y no sé cómo se las va a apañar, aunque mejor será no
pensar y marcharme.
Es la hora de recogerle por fin y por más que miro a la
multitud de pequeños monstruos saliendo por la puerta, no consigo ver a mi
Germán, no sale, se han marchado todos y él no sale. Me acerco a la puerta y
allí está en brazos de ella, la dichosa señorita. Le veo tranquilo y me
extraña. Le llamo para que salga, él me mira y se baja de sus brazos. Con
calma, sereno viene hacia mí, me dice “hola” simplemente y me quedo de piedra.
¿Cómo no ha venido corriendo y llorando, pidiéndome por favor que nos vayamos a
casa, a nuestra casa, pidiéndome que no le llevara más a aquél horrible lugar?.
Era lo que esperaba, lo que hubiese sido normal, pero no, todo lo contrario, ha
sido increíble. Germán quiere volver y
yo no lo entiendo. No puedo entender lo sencillo que le ha parecido
cambiar toda la mañana su pequeño reinado por esa peligrosa guarida sin
acordarse de mí siquiera. Desagradecido…
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