miércoles, 26 de febrero de 2014

Microrrelatos, por Sonia Quiveu


La atracción del gigante

Después del disgusto de verlo enganchado sobre las aspas del molino dando vueltas durante horas, el desgraciado no tuvo otra ocurrencia que aplaudir y clamar una vuelta más.


Amor Amor

En su afán por enamorarse hasta la ilusión de una mujer inexistente le parecía motor suficiente para continuar su ventura.


La nº 666

Estábamos a la intemperie, a oscuras y sin un alma que nos indicara. El silencio cubría toda la calle. Las casas se veían grises, viejas y deshabitadas.

Levanté la mano para mirar la dirección y un escalofrío me subió por la columna al ver el nº 666 en la nota. No había tantas casas para esa numeración, tenía que ser la última de la hilera de viviendas, la más apartada.

Detuvimos el coche, nos pusimos las gorras y nos miramos antes de bajar.

Con las porras en la mano salimos del vehículo y nos dirigimos al porche. Se veía sombrío con la madera roída y una hamaca que se mecía a sí misma motivada por el viento.

Subimos los escalones y sobre la puerta vimos el nº de la nota pintado a mano. Llamamos al timbre, éste sonó con un grito estruendoso que se metía en los oídos y hacía vibrar hasta las raíces del pelo.

Una mano invisible abrió la puerta, dejando pasar un halo de luz que impedía ver qué había más allá. La única pista que teníamos eran los alaridos que venían del interior e invadieron inmediatamente el aíre.

La luz del porche se encendió y un hombre con delantal de carnicero, manchado de sangre, nos tendió un coco abierto con dos cañitas.

-      Bienvenidos a la fiesta. ¿Os ha costado encontrar la casa? ¡¡Marta!! ¡¡Tu primo y su mujer ya están aquí!!

El carnicero se hizo a un lado y nos dejó pasar.

La familia estaba al completo en el salón. Primos, tíos, padres y abuelos, estaban disfrazados con todo tipo de ropajes característicos de Halloween. Comían y bebían mientras reían y charlaban unos con otros. No tardamos en hacer nuestro numerito de polis asustados e integrarnos a la fiesta.


Floreando

La criatura mas promiscua es la flor, qué entrega su polen al mínimo que la soplan.
La abuela le dijo que no entregara tan pronto su flor, y mírala. Lleva con la margarita 40 años.
Si un hombre te dice que eres tan bonita como la primera flor de la primavera es que el pobrecito carece de buen gusto para las flores.
….
-          Papá, ¿por qué las flores tienen distintos olores?
-          Por el desodorante que usan.

Microrrelatos, por Samuel Lara


Nunca más lo haré

Entonces supe que mi gato odiaba a las demás personas y solo me quería para él. Ya no podré salir con nadie si no quiero que acabe en urgencias. ¿Cómo habrá tirado el piano?


¡Brujería!

Ahí está, como siempre, esperando el momento de huir cuando intente cogerlo. Ya no puede escapar, está en un rincón… ¿cómo ha subido a mi pata? ¡Dichoso punto rojo!


Molinos o gigantes

Después de despertar, en sus últimos momentos de vida, escuchó de su mejor amigo, las hazañas que habían compartido, entonces solo una pregunta apareció en su mente:

-¿Por qué nadie me dijo nada?

Microrrelatos, por Carmen Gómez Barceló


Búsqueda

Papá… ¿papá¿…¿papá?...¿papá?...¿papá?…. ¡Papá! ¡Papaaa! ¿Papá?...¿¿papá?....


Elígeme

Dejé la puerta entreabierta tendiéndote un camino de rosas hasta mí. Había otros caminos.


Un negocio como otro cualquiera

- Necesitamos por lo menos dos para dar salida al producto.
- Bien, ¿dónde?
- No sé…En Somalia…?en Turquía…?
- Vale. ¿Motivo?

- Invéntalo.

lunes, 24 de febrero de 2014

Microrrelatos, por Matilde López de Garayo


En Crisis

Hoy he renovado toda mi casa. He cambiado todas las cortinas de habitación y los muebles de lugar.


 Incertidumbre

¿Dónde quieres ir cuando mueras?. Los ángeles no tiene sexo, los diablos si.


Insulto

La palabra saltó desde la punta de la lengua en doble tirabuzón y entrada vertical.


 Amanecer

El día bostezó y se aclaró la garganta con la yema de un gran huevo.


 Así me hablan

Los locos con incoherencia, los niños con fantasía, los borrachos con verdades y los políticos con mentiras.

Fin del juego, por Samuel Lara



Conseguir otro día es difícil, incluso creo que lo mejor será retirarme, ese pobre hombre morirá de un momento a otro, esta noche debe ser su final, porque la muerte ya lleva treinta póker de ases seguidos.

Cada vez que lo veo, está más decrépito, su vida se está marchitando.

-¿Entiendes que la muerte de ese hombre está sellada?-me dice con aires de superioridad, sin embargo esta actitud la cambia por una comprensiva- toda vida tiene su principio, su fin es más complicado, pero siempre hay uno. Ese hombre tiene un futuro, pero no como vivo, su cuerpo está al límite.


Ahora miro al pobre hombre y solo quiero que deje de sufrir. Adiós Sr. Estrella.

jueves, 20 de febrero de 2014

No lo sé, por Carmen Gómez Barceló


-¿Qué has hecho en todo el día Manuela?

-No lo sé, Antonio.

-Yo sí que no lo sé, ni lo entiendo. Vengo ahora, a las diez de la noche, después de haber estado todo el día partiéndome la cabeza para traer un sueldo a esta casa, y me encuentro este desastre. He tenido que sortear doscientos cacharros para intentar no partirme la crisma  hasta llegar aquí, al dormitorio, y te encuentro acostada vestida y con zapatos, y la cocina manga por hombro, y ropa por todos lados…Pero esto no puede seguir así Manuela, esto es un caos. A ver, ¿tienes una ligera idea de cuándo va a cambiar esto? ¡Así no se puede vivir por Dios!

-No lo sé, Antonio.

-¿Podrías decir algo más a parte de “no sé”? porque eso es lo que vengo oyendo desde que nació nuestra primera hija, y ya vamos por la cuarta y seguimos de mal en peor, y no me digas que es por culpa de ellas  porque no creo yo que sea para tanto criar a cuatro niñas.  Por cierto, me ha parecido ver a Daniela con un pié atado a la cama, ¿qué significa eso?

-Eso sí lo sé.

-Pues ya me contarás. Además he viso en la cocina todo el suelo cubierto de las aceitunas gordales que nos trajo mi padre, con caldo incluido, ¿y eso?

-Eso también lo sé. Hasta mañana Antonio.

-Pero cómo… ¿Que te vas a dormir tan tranquila dejando todo como está? No me lo puedo creer, igualito que la casa de mi compañero Félix, que  entras por esa puerta y da gusto  estar allí; Todo ordenado, ni un cacharro por medio, el niño tan educadito…y su mujer. Su mujer siempre contenta, siempre agradable y como va vestida, ¡Qué elegancia, qué saber estar!

-Hasta mañana Antonio, mañana te quedas en casa, yo tengo cita con el psiquiatra.

-¿Pero tú estás loca? Yo no me puedo quedar en casa. Yo, a diferencia de ti, tengo que trabajar. Además no sé para qué tienes que ir a un loquero. ¿qué  problemas tienes tú?

- No lo sé.

-Bueno, me tendré que quedar aunque no lo entiendo, será el primer día que falte al trabajo. ¿Qué tengo que hacer?

-Pues te levantas a las siete y preparas la ropa de las niñas en cuatro montoncitos, uno por cada una. Si no encuentras calcetines iguales, se los pones parecidos.  Sacas a las cuatro niñas de la cama y como no se querrán despertar ni vestir, lo mejor es que las pongas a todas en nuestra cama, una al lado de la otra y las vistes en serie. Les pones a todas los calcetines, después les quitas el pijama a todas, más tarde les colocas los pantalones- sin equivocarte de talla- luego las camisetas y por último los botines. Ten cuidado porque María tiene el mismo pié que Lola, pero los de Lola son azules y se pone de muy mal humor cuando te equivocas y le pones los rosas de María. Como en ese momento ya se habrán despertado y empezarán todas a llorar porque no les gustará lo que les habrás puesto , lo mejor será que les cierres la puerta del cuarto y así mientras se pelean entre ellas, a ti te dará tiempo de preparar el desayuno. Ya sabes, Lola y María Cola Cao templado, casi frío, con pajita y galletas de chocolate, Daniela y Virginia leche fría con una cucharada de azúcar y tostadas con aceite. Mientras desayunan les preparas la mochila con la merienda. Para saber qué les toca llevarse al cole hoy,  deberás leer la cartulina verde que está pegada en el frigo.  

En ese momento te darás cuenta que llegáis tarde, les pondrás el abrigo y será mejor no mirar atrás para no ver cómo se queda todo. Cuando vuelvas podrás recoger el Cola Cao que María habrá derramado junto con las aceitunas gordales de tu padre que ha tirado Sandra hoy. Los cacharros del salón durarán recogidos el tiempo que las niñas estén en el colegio, así que no te esmeres demasiado en eso.   Haz de comer lo que quieras porque nada les va a gustar, da igual lo que les pongas, pero aún así procura respetar la pirámide nutricional que también está pegada en el frigo.  Cuando  vayas e recogerlas, no llegues tarde o el enfado les durará toda la tarde. No les des nada de chocolate hasta las cinco por lo menos  aunque te amenacen con cortarse el pelo o tragarse bolas. Casi nunca cumplen sus amenazas. De todas formas el número de urgencias también está pegado en el frigo. A esa hora ya estaré en casa con las pastillas de ”me da igual”.  Se me habían terminado y no he tenido paciencia para soportar que la pequeña se levantara de la cama por enésima vez después de haberla acostado ocho veces. Por eso la he tenido que atar a la cama con el cinturón de mi bata. ¡Ea Antonio! Hasta mañana.

miércoles, 19 de febrero de 2014

El Bulo, por Matilde López de Garayo


Soy un “Pepe” uno de los diez Pepes agraciados por el dedo socarrón de la fortuna y digo socarrón por no decir palabras mayores, que soy de buena familia y ya se sabe. ¿De buena familia? ¡Padre!, ¿Cómo se te ocurrió desvirgarme llevándome al puticlub de “Los Secretos de Vanesa”?
                                               
¡Claro! Desde los dieciocho años conocí las mieles del sexo y a partir de entonces las he seguido disfrutando con, con... ¡Bueno! Ahora no viene al caso. Con todas ellas menos con mi mujer ¡Joder! ¿Quiere usted callar? Me tuve que casar con la mujer más decente de toda Castilla, ¿Qué digo Castilla? ¡España!  ¡Europa! ¡La Tierra entera! Y la quiero ¡Vaya que si la quiero! No cambio a mi Antonia por nada ni nadie en el mundo. Pero Antonia ¿No podrías ser un poco más puta en la cama? Todo el dormitorio lleno de vírgenes y rosarios y esos camisones y... y... ¡Ya hemos terminado, no me toques …!

¡Vaya! Vaya en el lío en que me he metido. Podía haber sido el otro décimo de lotería, el del Ayuntamiento y  no el del puticlub ¿A ver si va a ser un castigo de Dios? Pero  ¡Si yo no soy creyente! Voy a misa por mi Antonia. Pero si existe Dios, ¡Qué Dios! ¡Dios!¡Que humor más fino tienes!    

¿Qué harán los demás? ¿Se lo dirán a sus mujeres? ¿Si? ¿No? ¿Lo ocultarán? ¿Cómo? ¿Cómo se pueden ocultar 400.000 euros? ¿Gastarlos poco a poco? Y tu te lo crees. Ahí, la miel en los labios y sólo disfrutándola  poco a poco. ¡No te da tiempo de gastarlo en toda tu vida!

Podría comprar la casita que siempre ha soñado Antonia, con su huerto y jardín. Pero, si se lo cuento es capaz de divorciarse. Por muy honesta que sea, la dignidad es la dignidad. Se va ha enterar que le he puesto los cuernos desde hace... ¡Mejor no lo pienso! Y ¿Que hago yo  sin mi Antonia?¿Sin mi Antonia y sin 200.000 euros? ¡Que son bienes gananciales! Bueno el dinero es lo de menos ahora. No te engañes sinvergüenza, son 200.000 euros.

Me voy a volver loco. Me quema el billete en las manos ¡Ufff! Me va a subir la tensión, ¡Que opresión!

-¡Pepe! ¡Pepe!  -Y ahora para que me llama éste. Es Avelardo desde el otro extremo de la calle. Otro implicado en ponerle los cuernos a su mujer, otro afortunado .

-Si ¿Qué quieres? - Le veo con la cara desencajada. No es el mismo que se vanagloria, como un pavo real, en el club, cuando exclama: Dos han sido dos.

-El alcalde nos quiere ver ahora mismo.

-¿Para qué? -Respondo con cara de pocos amigos.

-Nos va a echar una mano con nuestro pequeño problema.

-¿Pequeño?, ¿Dices pequeño?

-Todo pasa y todo se olvida con el tiempo, muchacho- Y me pega un manotazo en el hombro.

Parece que el Alcalde va a declarar que los décimos se facilitaron en la administración de lotería del pueblo. Nos quita un peso de encima, sin embargo son muchos años los que llevo con Antonia para que ella no se dé cuenta que le oculto algo. Incluso me pregunto sino habrá estado siempre al corriente de mis correrías extra-matrimoniales. No puede ser tan tonta. En cuanto me mire a los ojos no me va a creer.

¿No podría haber sido el otro décimo?¡Antonia! Te podrías haber comportado en la cama de otra manera, como el dicho ¡Joder! Señora en la calle, Put... !No! No pienses así, te estás justificando.

Los periódicos locales y otros medios de comunicación han anunciado que todo había sido un bulo ¡Qué descanso! Hasta que ha ocurrido lo que ha ocurrido:

En el Hospital comarcal de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) unos días después del 22 de diciembre de 2013, ha ingresado el dueño del club de alterne de mi pueblo, Quintanal de la Orden, de unos 40 años, con musculatura ancha, de metro noventa, con un poquito de tripa y con altos niveles de cocaína y alcohol en la sangre. Ha perdido el ojo derecho. Llegó desangrándose de una paliza que le propinó un cliente asiduo que no fue agraciado con el regalo del dueños a sus clientes afines, es decir el décimo premiado.

Y claro, Antonia, Antonia ha atado cabos.

Así es la vida, agridulce, de un humor que me deja asombrado. Planteándote dilemas todos los días. ¡Ah! y castigando quizàs al que no tiene “tanta” culpa.

¿Mi mujer? ¡Ah! Mi mujer... Creo que no estuve muy acertado. Le conté la verdad. Bueno eso me lo podría haber perdonado con el tiempo. Sin embargo ¡Vaya metedura de pata! Cuando le dije que todo había sido porque era muy estrecha de pensamiento y muy aburrida en la cama.

Me ha pedido separación de bienes, eso o el divorcio, y cuando he firmado  lo primero, se ha ido a un crucero de  “singles”. Me me ha comunicado que volverá cuando termine de soltarse la coleta  y recupere el tiempo perdido.


Ahora no sé si el cornudo soy yo.

viernes, 14 de febrero de 2014

"Los peques" y la familia, por José García


Su niñez y adolescencia habían transcurrido con placidez. En su condición de hija única, acaparó todo el amor, cuidados y desvelos de sus padres. A pesar de ello, siempre añoró un hermano o hermana con quien compartir juegos, secretos, sueños y porqué no, también todo el amor de sus padres le dedicaban.  

Sentía sana envidia cada vez que alguna de sus amigas hacían referencias a sus hermanos o hermanas, aunque fuera para decir que los odiaban por alguna trastada que le hubieran ocasionado, despertaba en ella un sentimiento especial, que lo sintetizaba con una triste sonrisa. Ya adolescente, en su imaginación dibujaba un futuro con hijos, más de uno, como a ella le hubiera gustado. Pensó hacer todos sus sueños realidad el día que casó con Álvaro, el chico que la rondó desde el Instituto.
Pasado un tiempo prudencial buscó la complicidad de Álvaro para su deseado y ansiado sueño de ser madre. Circunstancia que, sin causa aparente, se atrasaba en el tiempo. Lo que la hacía vulnerable en su ánimo, con momentos irascibles y estados de ansiedad.

La situación llegó a superarles, interfiriendo en sus relaciones. Por lo que decidieron consultar con el médico. Sin embargo éste, después de un exhaustivo reconocimiento, quitó importancia a sus temores y les dio todo tipo de esperanzas.

-Mire, usted se encuentra perfectamente dotada para ser madre. No existen antecedentes familiares que pudieran hacer temer estas circunstancias. El riego sanguíneo y la presión arterial son normales y su ovulación es correcta. Solo es necesario un espermatozoide exitoso. No tengáis el menor temor, en el momento más inesperado sucederá, no lo duden.

Solo quedaba esperar, y hacerlo sin estrés. En esta espera llegaron Oscar y Vera, pues así les llamaron. Su presencia actuó como un sedante en sus relaciones. Relajando radicalmente su carácter. Ocupando su tiempo y mente al cuidado y mimo de los recién llegados. “Los peques” habían provocado la magia, ella se sentía contenta y afable.

Pasó un tiempo y decidieron hacer una reunión familiar, sin motivo especifico alguno, solo con el ánimo de relacionarse y estrechar lazos.

Ella, a cuantos iban llegando, les presentaba a sus “nenes pequeñitos.”

-Mirad estos son mis “pequeños,” Oscar y Vera.

-Y a su vez, se dirigía sus “pequeños” diciéndoles: y estos son “los abuelos, los titos, etc.”

Llegó el momento de agruparse y sentarse en torno a la mesa, produciéndose una situación incómoda, que contrarió a todos. Los padres de ella; los padres, hermanos y sobrinos de Álvaro, etc. Se dirigieron con cierto enojo, tanto a ella como a Álvaro.

-En vuestra intimidad podéis comportaros como os venga en gana. Sois libres en vuestro proceder, pero considerar que éste no nos incluye a todos. Les podéis dedicar cuantos mimos y cuidados, que queráis, a vuestros “peques”. Acurrucarles y hacerles  dormir  con vosotros. Podéis llamar a vuestros “pequeños” como os dé la gana, e incluso pasamos que nos presentéis como, “los abuelos, los tíos, etc.” Pero sentarlos a la mesa con toda normalidad, como si se tratase de uno más de la familia, no. ¡Por ahí no pasamos!  No tenséis, a riesgo de romper, nuestra capacidad de armonía y de prudencia. No nos pongáis en esa tesitura. ¡Que aunque respondan a “Oscar y Vera” no son más que dos chihuahua!   

Terapia a las cinco, por Sonia Quiveu


En el aula había cuatro de los cinco pacientes que componían la terapia de grupo. El sicólogo aún no había llegado.

 Pep no conocía a nadie todavía, y por la forma en que los otros tres se miraban los demás tampoco.

La chica que estaba a su izquierda, llevaba un conjunto que le hacía parecer miss elegancia. Se sentaba con las piernas juntas y mantenía el bolso bien sujeto en su regazo. A Pep no le gustaba su imagen de niña rica y mimada. Con su pelito brillante y recogido a lo Audri  Hepburn. ¿A qué jugaba? parecía inocente con esas ropas que en realidad no enseñaban nada, pero sí que insinuaban buenas curvas. Esta debía de ser de las que se hacían la estrecha, pero por dentro sudaba calor porque se la follaran por todas partes. La putita no estaba mal en realidad, pero a él no le iba ese tipo de mujeres. Las apariencias eran para los tontos trajeados como el que tenía en frente. Ese sí que se tiraría a la zorrita. La miraba como si quisiera comérsela. Y ella ahí... toda cohibidita, mirando a ambos de reojo. Seguro que estaba sopesando cuál de los dos le metería más caña.
- Puta zorra calientapollas - murmuró. Nadie lo escuchó excepto la aludida, que para su sorpresa se puso aún más recta antes de caer de bruces al suelo y echarse un siesta.

La puerta se abrió en ese momento, interrumpiéndolos, y dando entrada a una cosa pequeña y cubierta de pelos que daba las buenas tardes con un tintineo infantil. Tenía carita de ángel. Llevaba una bata blanca que le quedaba demasiado grande, y un cuaderno de notas bajo el brazo con un bolígrafo clipado en la pasta.

- Buenas tardes. Tomad asiento, por favor. – Nadie se atrevió a decir que ya estaban sentados - Vamos a ir presentándonos de uno en uno y diciendo por qué estamos aquí. Empezaremos por mí, y luego quiero que me siga el que esté a mi izquierda. – Todos miraron el asiento vacío al que señalaba - Nos saltaremos a la chica del suelo, ya se presentará cuando despierte. Bien, comencemos entonces. Soy Linda, y estoy aquí para escuchar lo que tengáis que decir cada uno…
-  Buff… - La interrumpió Pep. La mujer diminuta lo miró y carraspeó como una maestra de escuela.
- Señor... - arrugó los parpados hasta conseguir ver el nombre en la pegatina que Pep llevaba pegada al pecho – Pep, si piensa que esto es una tontería, explíqueme por qué está aquí.
Pep sonrió, y esta vez no hizo nada por contenerse, dejó que las palabras fluyeran por sí solas
- Dímelo tú, puta enana de mierda. Si vas a ser nuestra doctora tienes que haber leído las fichas.
– La cosita pequeña abrió la boca para protestar, pero fue interrumpida por un hombre que entró en el Aula.
- Gracias por traer mis cosas antes de que yo llegara, Linda. Pero la próxima vez me gustaría que te abstuvieras de entrar en mi despacho sin permiso y me vuelvas loco buscándolas.
Todos quedaron confundidos cuando la mujercita se quitó la bata y se la entregó, junto con las demás cosas, al verdadero sicólogo. Pep rompió a reír y los demás lo miraron como si dudaran si acompañarlo o asumir la vergüenza de haber caído en el engaño.
-Bien, señor Pep, entiendo que esto le sea divertido, pero me gustaría que empezaran a presentarse y a hablar de vosotros mismos antes de que acabe la sesión. Linda, empieza tú.
Linda se levantó con tanta predisposición que hasta Pep la observó entusiasmado, tomó una actitud infantil, y puso sus manos la espalda, balanceándose como una niñita.

-       Me gusta inventar cosas. Soy muy imaginativa y estoy aquí porque no puedo evitar crear una fantasía y vivir en ella. Me hubiese gustado ser psiquiatra, estudié la carrera y la aprobé con muy buena nota, ¡incluso recibí una oferta muy buena para ejercer!, pero mi pobre madre enfermó y no pude aceptar el trabajo.

-       Ahora la versión real, Linda.

La mujercita se encogió de hombros y sonrió. Parecía un personaje de fábula, Pep empezó a preguntarse dónde estaba metido.

-Valep. Soy Linda, esta es la tercera terapia de grupo a la que asisto con el doctor Braulio. Miento compulsivamente, pero es porque tengo un problema con la realidad, y es que la suplanto cuando me siento nerviosa o acorralada. No hago daño a nadie con eso, ¿verdad?
-  Está bien Pep, te toca...

Pep miró al sicólogo, sintiendo el impulso de poner en su sitio al capullo repeinado. Pero un movimiento a su izquierda, seguido de un gemido, captó su atención.

-  ¿Estás bien, Susana?
La paciente miró al doctor con una sonrisa tímida.

-  Sí... lo siento, no puedo controlar… esto.
- Tranquila, solo te has perdido la presentación de Linda, ¿Pep?
-¡Qué mierda! valiente gilipollez. Tenemos nuestros putos letreritos de los cojones puestos, ¿para qué presentarnos?
- Para darnos un poco de confianza los unos a los otros. No es simplemente el hecho de saber nuestros nombres, sino de comunicarnos.
- Habló campanilla. La aspirante a loquera. - Se pasó la mano por la cabeza y se revolvió los pelos más de lo que ya estaban. - En fin, qué coño... Ya sabéis cómo me llamo, y estoy aquí para intentar controlarme, tengo síndrome de Tourette. Vamos, que insulto más que respiro.

El doctor anotó algo en su libreta, y levantó la mirada al grupo.
- ¿Quién sigue?
- Supongo que yo mismo - Todos miraron al otro hombre, que había permanecido callado hasta ahora. - Soy Tomás. No fumo, no bebo, ni tomo drogas. Voy al gimnasio, mido un metro ochenta y siete, y tengo treinta y tres años. Actualmente estoy soltero…

Braulio levantó la mano para detenerlo.

- Tomás, no estás en un grupo de citas, este es uno de terapia. No hace falta tantos detalles de ti. Dinos el motivo por el que estas aquí.
Tomás sonrió incómodo y se aflojó la corbata.

-  Soy adicto al sexo, una ninfómana pero en hombre. Me gusta y lo disfruto a todos los niveles. Soy atractivo, por lo que se tercia a menudo y en cualquier parte; en los servicios de los restaurantes, en los probadores de las tiendas, en un callejón donde haya poca gente, detrás de unos contenedores, o en la oficina; la mía o la de un cliente.
- ¡Coño!, encima nos quiere poner los dientes largos, ¿eh doctor?
-¡Me estoy jugando mi  trabajo a causa de esto! – Tomas lo fulminó con la mirada por no tomarlo en serio.
- ¿Y qué problema tienes con eso? Joder, si yo follara en todos esos sitios sería “jodidamente” feliz. – Hizo las comillas con los dedos - No iba a ser un trauma para mí quedarme parado, te lo aseguro. Pero como tú eres un gilipollas remilgado con cara de niño bonito, tienes miedo de que papá te de azotes en el culo si juegas a los ginecólogos con las niñas y pierdes tu trabajo.
- Si me das azotes en el culo me correré de gusto, y haré que te corras conmigo, ¿te gustaría, Pep?
Pep se calló de inmediato, por primera vez no supo qué insulto darle a una persona.

- ¿Eres marica? - Preguntó la chica de al lado de Tomás. “Tomás el ninfómano”, le disparó su sonrisa más seductora.
- No, pero cuando me follo a un tío le como la boca con gusto. - Los ojos de ella brillaron picarones cuando él miró de reojo a Pep, quién no le hizo tanta gracia, más bien sintió repelús al pensarlo.

-       ¡Señores por favor! - El sicólogo levantó la mano y detuvo la discusión. Parecía un árbrito.
-       Ahora nos sacará tarjeta roja – Murmuró Pep.
Susana se puso de pie, mirándolo de reojo y abrazó su bolsito de Tucci junto al pecho.

-Estoy un poco nerviosa, así que no se si seré capaz de terminar con la presentación. Soy Susana, tengo un problema con las emociones, y es que cuando las siento y sube la adrenalina...
-Te desplomas como una damisela en apuros... – Ella lo miró con un movimiento de cabeza perfectamente correcto y los ojos tan expectantes que ahora mismo parecía una lechuza.
- Así es
- Joder con la “bella durmiente”. ¿Cómo coño se llama eso, pincharse con una rueca? – Señaló a Linda – Campanilla, - Señaló a Susana – La Bella Durmiente – Y señaló a Tomás – Y el Príncipe Follador, ¿Qué estoy, en una puta sesión de Disney?
- Entonces tú debes ser Rumpelstinski – Tomás sonrió con malicia cuando Pep lo miró – Lo digo por lo desagradable que eres.

Susana carraspeó antes de que la cosa se pusiera peor y ella no pudiera continuar por culpa de un desmayo.
-       Mi enfermedad se llama Narcolepsia.

-Narcolepsia... ¿también te duermes cuando follas? Porque eso sí que sería un trauma. El Príncipe Follador se sentiría frustrado contigo. El cuento no funcionaría, monada.
Braulio suspiró y volvió a tomar notas con el bolígrafo.

-       ¿Está bien que la dejemos ahí hasta que despierte? – Preguntó el quinto paciente, una  chica que hasta ahora no parecía tener nada preocupante.
-       Tranquila, no se va a mover de ahí. – Pep se encogió de hombros y cruzó las piernas mientras la otra chica miraba de reojo a los demás.
-De acuerdo. Mi nombre es María, y tengo aritmofobia.

De repente el sicólogo mostró una curiosidad innata, lo que dio a entender que esa fobia no era muy común entre sus pacientes.
-       Curioso. ¿En qué te basas, María?
-       En que cada vez que veo los números rojos en mi cuenta corriente entro en pánico.

La boca del doctor se descolgó como en los dibujos animados y empezó a bufar. Pep rompió a carcajadas, soltando improperios cada vez que la risa le permitía, Susana se desmayó y Tomas fue corriendo a hacerle el boca a boca, y campanilla se puso a revolotear alrededor de todos. 

miércoles, 12 de febrero de 2014

Trágicamente afortunado, por Samuel Lara


Soy un tipo desgraciado al que a la muerte y la mala fortuna parece caerles mal. No juego a la lotería pero cuando quiero ver que se siente al no tocarte, me toca algo, me encuentro boletos por la calle, premiados y sin cobrar todavía. Yo solo quiero vivir como un pobre hombre sin sueños. De pequeño mis padres me trataban bien, no sé por qué mis amigos recibían tortas por sus bajas notas, yo sacaba un cero y lo más malo que me han dicho ha sido “¿tienes problemas con un abusón?”, ojalá, los abusones me daban de lado, los profesores me adoraban pero nadie me insultaba. Mi infancia es un asco.

Hace unos años, me intenté tirar de un puente, ya no podía más con mi vida “desafortunada”. ¿Tan difícil era ser un desgraciado como la mayoría? Al tirarme, caí sobre un camión de colchones de visco látex, ni un maldito rasguño. Mi salud es excelente, nunca he enfermado, cuando llega el invierno, me pregunto qué se sentirá al estar resfriado. Yo solo quiero morirme y dejar esta vida llena de positividad hacia mí.

Hoy me he despertado pensando: “si mi vida no quiere que quiera lo que quiero, querré lo que quiere sin que sepa que lo que realmente quiero es lo que de verdad quiero. La vida es más sabia de lo que parece, esta misma tarde creía que la engañaría, pero mi suerte fue a peor. A un millonario se le ocurrió que podría repartir su dinero, la mitad cayó en mi chimenea, apagada, ¿cómo no?


Lo único que se me ocurre decir es “¡oh vida, ramera despiadada!”

Detrás de la noticia, por José García


Raúl miraba a través de la ventana, mientras las sombras de la noche se apoderaban de la ciudad. Terminaba de enfundarse ese “funcional uniforme,” es decir, el característico pantalón y chaleco de muchos bolsillos, tan común entre los reporteros y un calzado que le cubría hasta los tobillos. Esperaba intranquilo la llegada de Ahmed, que le conduciría al interior de Alepo. La zona más castigada por la guerra y ocupada por los rebeldes más radicales, cercanos a Al Qaeda. Donde hacía unos días, 350 personas habían fallecido tras un supuesto ataque con armas químicas por parte de las fuerzas gubernamentales sirias. Publicado con grandes titulares por todos los medios de comunicación. Los fallecidos en su gran mayoría civiles inocentes y niños. Las imágenes eran dantescas y mostraban todo el dolor y horror de la guerra.

Raúl sabía que podía ser causa o excusa para que el conflicto derivase en una mayor dimensión internacional. Que ya, de por sí, contaba con injerencia externa, pues la oposición compuesta por desertores del régimen y mercenarios, recibían armas a través de Turquía, EE.UU., Qatar y Arabia Saudí. Y el régimen opresivo de Bashar al-Asad, el apoyo diplomático, de Rusia y China. Por eso Raúl quería sumergirse en el terreno, palpar la realidad y estaba dispuesto a todo con tal de contarlo.

Él había cubierto con anterioridad el conflicto de Libia. Testigo directo de la caída del despótico régimen de Muamar el Gadafi y de su ejecución pública. Y como posteriormente, el control de Libia pasó del despotismo de Gadafi, a manos de líderes tribales y fanáticos religiosos. Hecho que no deja de ser anacrónico. Y que sembraba dudas sobre la verdadera intensión del derrocamiento de Gadafi. Abriendo la incógnita de si pudieron pesar otras causas, como: la pérdida de influencia occidental en Libia, el control del petróleo libio o el control de la segunda reserva de agua dulce del planeta. Situada bajo la superficie de Libia. Y además, había que considerar la similitud que presentaban estos conflictos de inicio.  

Terminó de preparar todo el equipo para poder documentar cuanto pudieran hallar. Debían tener sumo cuidado y ser extremadamente precavidos, pues él era considerado persona “non grata” en la zona, desde que enseñó al mundo como un conocido líder rebelde ejecutó de forma sumarísima a un oficial del ejército sirio y posteriormente le arrancaba el corazón. Pero nada le detendría en perseguir la objetividad de la noticia y mostrar la aterradora rutina y dolor de la guerra. Con esto no pretendía posicionarse con uno u otro contendiente. Era consciente, que aquí, no se podía establecer la disyuntiva entre buenos y malos, sino que se trataba de un conflicto de intereses enfrentados. Donde, lamentablemente, siempre hay una víctima inocente, la población civil. Condenada y sometida a las miserias de la guerra; éxodo, hambre y muerte.

Llegó Ahmed y juntos salieron del edificio donde se había ubicado el centro de coordinación de los medios de información. Las calles estaban aparentemente desiertas. La noche había caído plena sobre la ciudad. Toda cautela podía ser poca, tenían que desplazarse con la espalda junto a la pared y cruzar corriendo a toda prisa las calles, para evitar la acción de los francotiradores. Cuyos disparos rompían el silencio de la noche, junto al tableteo de alguna que otra ametralladora y de alguna explosión de mortero.

Ocultándose en cada esquina y camuflados entre las sombras que las nubes, en su ritual juego con la luna, proyectaban sobre las solitarias calles. Tras superar algún que otro obstáculo, llegaron junto al objetivo. Este era un edificio que se había habilitado como arsenal y según filtraciones, el origen de la explosión que causó la contaminación química. Ahmed contaba con un colaborador que les franqueó la entrada en dicho edificio. Una vez dentro pusieron manos a la obra, pudiendo comprobar la existencia de ese tipo de armas químicas. Aún se encontraban almacenadas en aquel lugar, como parte de un envío procedente de Arabia Saudí. Rápidamente Raúl y Ahmed se afanaron en documentar todo aquel escenario. Donde todo apuntaba, que efectivamente, el posible desconocimiento de estas armas, así como una manipulación inadecuada por parte de los rebeldes, pudo ocasionar la explosión y la posterior contaminación química de la zona.

Se disponían a abandonar el edificio, cuando fueron descubiertos por un miliciano rebelde, que les encañonaba cortándoles el paso. Intentaron moverse en sentido divergente, al tiempo que el rebelde disparó. El impacto se alojó en el costado de Raúl, quien casi de forma instantánea disparó su máquina de fotos, cuyo flash cegó momentáneamente al rebelde. Circunstancia que aprovechó Ahmed para golpearle haciéndole caer aturdido, y escapar a toda prisa de aquel lugar.


No obstante Raúl estaba mortalmente herido, cuando consiguieron atenderle había perdido demasiada sangre, por lo que no logró superar su estado crítico. Nada pudieron hacer por él, solo certificar su muerte. Sin embargo, ironías del destino, Raúl inmortalizó a su asesino. Aquella última foto captó su rostro, el rostro de la muerte.

lunes, 10 de febrero de 2014

El Contenedor, por Carmen Gómez Barceló


C-44 era feliz. Tenía sólo 10 años pero los chicos de 10 años de 2020 nacían ya con hambre de saber y aprendían rápido. Sus ojos, abiertos de par en par, apenas  pestañeaban  pues su curiosidad  ante cualquier cosa que la luz dejara ver, o que se pudiera percibir de alguna forma era para ellos motivo de preguntas constantes.

C-44 no era diferente a otros niños. Aunque no se parecía en nada a sus hermanas, su vida con ellas era maravillosa. Era el pequeño de la familia y se podría decir que el más mimado, ya que su madre se ocupaba expresamente de sus cuidados para que estuviese bien alimentado y  que no sufriese enfermedades. Las revisiones médicas eran periódicas y los resultados de estas, almacenados en una carpeta azul.  

Cada vez que Carol- la madre de C-44- guardaba los papeles del hospital en la carpeta, el chico veía en la cabecera de todos los informes, una fecha: 14 Marzo 2024. La pregunta siempre era la misma -¿por qué esa fecha mamá?- Y a continuación la misma respuesta- Cosas de mayores, no te preocupes y vete a jugar.

Los días transcurrían entre el colegio, los deberes y los juegos entre los niños. Aunque C-44 sólo tenía 10 años, su corazoncito empezaba a preocuparse por las chicas, especialmente por Marina. Ella vivía justamente  dos casas a la derecha de la suya y como estaban en la misma clase, muchas tardes, acordaban hacer juntos las tareas escolares. Al muchacho no le importaba explicar una y otra vez los problemas de Matemáticas a su compañera. La tarde se le hacía corta y cuando cruzaba el portal para regresar a su casa, ya estaba deseando volver a ver de nuevo los ojillos color miel que aparecían detrás de esa gafitas de montura roja de Marina.

Una vez en casa, como cada noche, se sentaba junto a sus hermanas alrededor de la mesa  blanca de la cocina, para cenar. Una vez que su madre había servido la comida a los niños, preparaba una bandeja de madera para llevarle la cena a Fernando, el padre de los chicos. El menú de Fernando no tenía primer plato, ni segundo, ni tercero, ni postre, sólo bebida. La bebida estaba ocupando un gran bote del que salía un tubito largo y flexible terminado en una gran aguja.

-Hala chicos, id cenando mientras atiendo a papá- Les decía Carol a sus hijos.

Era 14 de Marzo de 2024. C-44 se dirigía con su madre, como todos los años a la revisión médica en el hospital. Esta vez en vez de ir como siempre en el coche de mamá, iban en una ambulancia junto a su padre, cosa que extrañó un poco al chico pero no le dio mayor importancia. Al entrar por la puerta de la clínica, un celador arrancó literalmente al chico de la mano de su madre.- Es mejor así- dijo el hombre a Carol. C-44 vio en su madre una expresión que no conocía en ella, porque en su padre, sí que era habitual esa mirada.

El celador le llevó de la mano hasta un lugar frío. Allí estaban muchos médicos con batas verdes que no le hablaban como otras veces, sólo leían una y otra vez los papeles de la carpeta azul que guardaba su madre en su casa. Al poco apareció una camilla con alguien que aunque no podía verlo muy bien le pareció que era su padre y que los médicos si saludaron con júbilo diciéndole: - Ea, ya se te van a acabar los problemas, amigo. El día ha llegado. Te ha costado mantener vivo al sujeto contenedor 14 años, pero te habrá merecido la pena.


C-44 estaba empezando a comprender muchas cosas. En ese momento notó como le clavaron una aguja en su brazo y empezó a nublársele la vista. Pensó en sus hermanas, en las gafitas de Marina y le pareció oír el llanto de su madre, lo que le reconfortó.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Regalo de vida y soledad, por María del Mar Quesada


Ella lo intentó y cumplió su sueño. 

Mi madre me tuvo muy joven. Me crié en casa de mis abuelos maternos hasta que mis padres tuvieron trabajo y pudieron crear nuestro hogar. He tenido una infancia muy bonita y alegre hasta los diez años, pese a que fui hija única. Mi madre, cariñosa y divertida, de piel pecosa, ojos color miel y pelo ondulado, era la más guapa y la más joven de todas las madres.

Desarrolló una  enfermedad  de causa desconocida, sarcoidosis, en la que algunas células del sistema inmunitario se agrupan para formar granulomas en órganos del cuerpo, no es una enfermedad mortal. En el caso de mi madre estaban afectados los pulmones. Pero apenas tenía síntomas y el tratamiento le permitía tener una vida normal.

Ella quería tener otro hijo para que yo no estuviera sola. Recuerdo a mi madre diciéndome: “Pronto encargaremos un hermanito o una hermanita para que no estés sola” y yo siempre le contestaba “Mamá, no estoy sola, estoy contigo y con papá”. Nunca sentí esa soledad que ella me adjudicaba. Yo tenía facilidad para disfrutar de los juegos tanto en solitario como en compañía. 

Cuando la enfermedad remitió y dejó el tratamiento, mi madre creyó que era el mejor momento para encargar al bebé. Se quedó embarazada, nada más pensarlo.

En el séptimo mes de embarazo, mi madre empezó a respirar mal. Dejamos de ir a casa de mis abuelos, porque se cansaba al subir las escaleras, no podía hacer ningún esfuerzo, como andar o vestirse. Mi padre lo achacaba al embarazo, sin embargo, se asustó cuando comenzó a asfixiarse  simplemente al hablar.  La llevó al hospital, pero al estar embarazada no le pudieron hacer radiografías, ni suministrarle  su tratamiento. Había tenido una recaída. El ginecólogo les comunicó que tenían que adelantar el parto. No estaba seguro de que los pulmones de mi madre aguantaran el esfuerzo de un parto natural.

Mi hermana Clara vino al mundo un mes antes, sin ella haberlo pedido, pero con ganas de vivir. Cuando los médicos pudieron hacerle las pruebas necesarias a mi madre, el diagnostico fue claro: sin esperanzas. Sus pulmones estaban destrozados. Mi madre murió un mes después de dar a luz. Mi padre que no soportó su pérdida, una noche se emborrachó y se mató en un accidente de coche una semana después.

Mi vida maravillosa  se rompió a los diez años.




Volví a vivir con mis abuelos, me han dado amor, consuelo y protección, pero la pérdida de mis padres me ha dejado la soledad impregnada en la piel.  Quedarte sin padres siendo una niña, no es solo una tragedia, sino una crueldad para el corazón.


Hoy Clara cumple diez años.  Está feliz y no la culpo.  Ella no ha sufrido una pérdida como la mía. No puede añorar lo que no ha vivido, para ella sus padres son nuestros abuelos. La quiero mucho y no quiero que le ocurra nada malo. Pero, a veces, en el silencio de mis pensamientos, mis sentimientos no son justos con ella, porque si yo hubiera tenido la oportunidad de elegir entre tener a mi madre o a mi hermana, mi respuesta hubiera sido tajante. Yo hubiera preferido jugar a solas con la compañía de mi madre, que los juegos compartidos sin su presencia.