viernes, 14 de febrero de 2014

"Los peques" y la familia, por José García


Su niñez y adolescencia habían transcurrido con placidez. En su condición de hija única, acaparó todo el amor, cuidados y desvelos de sus padres. A pesar de ello, siempre añoró un hermano o hermana con quien compartir juegos, secretos, sueños y porqué no, también todo el amor de sus padres le dedicaban.  

Sentía sana envidia cada vez que alguna de sus amigas hacían referencias a sus hermanos o hermanas, aunque fuera para decir que los odiaban por alguna trastada que le hubieran ocasionado, despertaba en ella un sentimiento especial, que lo sintetizaba con una triste sonrisa. Ya adolescente, en su imaginación dibujaba un futuro con hijos, más de uno, como a ella le hubiera gustado. Pensó hacer todos sus sueños realidad el día que casó con Álvaro, el chico que la rondó desde el Instituto.
Pasado un tiempo prudencial buscó la complicidad de Álvaro para su deseado y ansiado sueño de ser madre. Circunstancia que, sin causa aparente, se atrasaba en el tiempo. Lo que la hacía vulnerable en su ánimo, con momentos irascibles y estados de ansiedad.

La situación llegó a superarles, interfiriendo en sus relaciones. Por lo que decidieron consultar con el médico. Sin embargo éste, después de un exhaustivo reconocimiento, quitó importancia a sus temores y les dio todo tipo de esperanzas.

-Mire, usted se encuentra perfectamente dotada para ser madre. No existen antecedentes familiares que pudieran hacer temer estas circunstancias. El riego sanguíneo y la presión arterial son normales y su ovulación es correcta. Solo es necesario un espermatozoide exitoso. No tengáis el menor temor, en el momento más inesperado sucederá, no lo duden.

Solo quedaba esperar, y hacerlo sin estrés. En esta espera llegaron Oscar y Vera, pues así les llamaron. Su presencia actuó como un sedante en sus relaciones. Relajando radicalmente su carácter. Ocupando su tiempo y mente al cuidado y mimo de los recién llegados. “Los peques” habían provocado la magia, ella se sentía contenta y afable.

Pasó un tiempo y decidieron hacer una reunión familiar, sin motivo especifico alguno, solo con el ánimo de relacionarse y estrechar lazos.

Ella, a cuantos iban llegando, les presentaba a sus “nenes pequeñitos.”

-Mirad estos son mis “pequeños,” Oscar y Vera.

-Y a su vez, se dirigía sus “pequeños” diciéndoles: y estos son “los abuelos, los titos, etc.”

Llegó el momento de agruparse y sentarse en torno a la mesa, produciéndose una situación incómoda, que contrarió a todos. Los padres de ella; los padres, hermanos y sobrinos de Álvaro, etc. Se dirigieron con cierto enojo, tanto a ella como a Álvaro.

-En vuestra intimidad podéis comportaros como os venga en gana. Sois libres en vuestro proceder, pero considerar que éste no nos incluye a todos. Les podéis dedicar cuantos mimos y cuidados, que queráis, a vuestros “peques”. Acurrucarles y hacerles  dormir  con vosotros. Podéis llamar a vuestros “pequeños” como os dé la gana, e incluso pasamos que nos presentéis como, “los abuelos, los tíos, etc.” Pero sentarlos a la mesa con toda normalidad, como si se tratase de uno más de la familia, no. ¡Por ahí no pasamos!  No tenséis, a riesgo de romper, nuestra capacidad de armonía y de prudencia. No nos pongáis en esa tesitura. ¡Que aunque respondan a “Oscar y Vera” no son más que dos chihuahua!   

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