Su niñez y adolescencia
habían transcurrido con placidez. En su condición de hija única, acaparó todo
el amor, cuidados y desvelos de sus padres. A pesar de ello, siempre añoró un
hermano o hermana con quien compartir juegos, secretos, sueños y porqué no,
también todo el amor de sus padres le dedicaban.
Sentía sana envidia cada
vez que alguna de sus amigas hacían referencias a sus hermanos o hermanas,
aunque fuera para decir que los odiaban por alguna trastada que le hubieran
ocasionado, despertaba en ella un sentimiento especial, que lo sintetizaba con una
triste sonrisa. Ya adolescente, en su imaginación dibujaba un futuro con hijos,
más de uno, como a ella le hubiera gustado. Pensó hacer todos sus sueños
realidad el día que casó con Álvaro, el chico que la rondó desde el Instituto.
Pasado un tiempo
prudencial buscó la complicidad de Álvaro para su deseado y ansiado sueño de
ser madre. Circunstancia que, sin causa aparente, se atrasaba en el tiempo. Lo
que la hacía vulnerable en su ánimo, con momentos irascibles y estados de
ansiedad.
La situación llegó a
superarles, interfiriendo en sus relaciones. Por lo que decidieron consultar
con el médico. Sin embargo éste, después de un exhaustivo reconocimiento, quitó
importancia a sus temores y les dio todo tipo de esperanzas.
-Mire,
usted se encuentra perfectamente dotada para ser madre. No existen antecedentes
familiares que pudieran hacer temer estas circunstancias. El riego sanguíneo y
la presión arterial son normales y su ovulación es correcta. Solo es necesario
un espermatozoide exitoso. No tengáis el menor temor, en el momento más
inesperado sucederá, no lo duden.
Solo quedaba esperar, y
hacerlo sin estrés. En esta espera llegaron Oscar y Vera, pues así les
llamaron. Su presencia actuó como un sedante en sus relaciones. Relajando radicalmente
su carácter. Ocupando su tiempo y mente al cuidado y mimo de los recién
llegados. “Los peques” habían provocado la magia, ella se sentía contenta y
afable.
Pasó un tiempo y decidieron
hacer una reunión familiar, sin motivo especifico alguno, solo con el ánimo de
relacionarse y estrechar lazos.
Ella, a cuantos iban
llegando, les presentaba a sus “nenes pequeñitos.”
-Mirad
estos son mis “pequeños,” Oscar y Vera.
-Y
a su vez, se dirigía sus “pequeños” diciéndoles: y estos son “los abuelos, los
titos, etc.”
Llegó el momento de agruparse
y sentarse en torno a la mesa, produciéndose una situación incómoda, que
contrarió a todos. Los padres de ella; los padres, hermanos y sobrinos de
Álvaro, etc. Se dirigieron con cierto enojo, tanto a ella como a Álvaro.
-En
vuestra intimidad podéis comportaros como os venga en gana. Sois libres en
vuestro proceder, pero considerar que éste no nos incluye a todos. Les podéis
dedicar cuantos mimos y cuidados, que queráis, a vuestros “peques”. Acurrucarles
y hacerles dormir con vosotros. Podéis llamar a vuestros
“pequeños” como os dé la gana, e incluso pasamos que nos presentéis como, “los
abuelos, los tíos, etc.” Pero sentarlos a la mesa con toda normalidad, como si
se tratase de uno más de la familia, no. ¡Por ahí no pasamos! No tenséis, a riesgo de romper, nuestra
capacidad de armonía y de prudencia. No nos pongáis en esa tesitura. ¡Que
aunque respondan a “Oscar y Vera” no son más que dos chihuahua!
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