Soy un tipo desgraciado
al que a la muerte y la mala fortuna parece caerles mal. No juego a la lotería
pero cuando quiero ver que se siente al no tocarte, me toca algo, me encuentro
boletos por la calle, premiados y sin cobrar todavía. Yo solo quiero vivir como
un pobre hombre sin sueños. De pequeño mis padres me trataban bien, no sé por
qué mis amigos recibían tortas por sus bajas notas, yo sacaba un cero y lo más
malo que me han dicho ha sido “¿tienes problemas con un abusón?”, ojalá, los
abusones me daban de lado, los profesores me adoraban pero nadie me insultaba.
Mi infancia es un asco.
Hace unos años, me
intenté tirar de un puente, ya no podía más con mi vida “desafortunada”. ¿Tan
difícil era ser un desgraciado como la mayoría? Al tirarme, caí sobre un camión
de colchones de visco látex, ni un maldito rasguño. Mi salud es excelente,
nunca he enfermado, cuando llega el invierno, me pregunto qué se sentirá al
estar resfriado. Yo solo quiero morirme y dejar esta vida llena de positividad
hacia mí.
Hoy me he despertado
pensando: “si mi vida no quiere que quiera lo que quiero, querré lo que quiere
sin que sepa que lo que realmente quiero es lo que de verdad quiero. La vida es
más sabia de lo que parece, esta misma tarde creía que la engañaría, pero mi
suerte fue a peor. A un millonario se le ocurrió que podría repartir su dinero,
la mitad cayó en mi chimenea, apagada, ¿cómo no?
Lo único que se me
ocurre decir es “¡oh vida, ramera despiadada!”
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