Después de aquel día la
desconfianza, difícilmente disimulada, se instauró alrededor de Pedro, Perico
para todos nosotros. Nadie sabía los motivos por los que había estado detenido.
Nadie se lo preguntó y él no dio explicación alguna. Volvió a su puesto tan
fresco como si hubiera estado simplemente de vacaciones. Esa actitud me resultó
extraña y por intuición supe que el asunto tenía algo de oscuro. Sin embargo,
en esos momentos no imaginaba que la onda de aquel suceso iba a llegar hasta mi propia familia.
A primera hora de la
mañana dos hombres atractivos de semblante serio entraron en la oficina y educadamente me preguntaron por
el jefe. Unos minutos después, ambos cargaban un par de ordenadores ante mi
sorpresa y la curiosidad del resto de mis compañeros. Don Silvestre con
evidente ira contenida apretaba los labios en una fina y forzada sonrisa. El
portazo que dio al volver a su despacho me dejó claro que su enfado era de los
grandes. Perico no había venido a trabajar el día anterior y faltó otros cuatro
o cinco días más. En principio sin justificación, hasta que Don Silvestre nos
informó de que la policía estaba investigándolo por trapicheos informáticos:
- Ya sabéis que Pedro
está siempre liado con programas y enredos suyos de ordenadores- nos comentó
con cierto tono despectivo. Pero, vamos, nada grave.
Sin embargo, cuando unos
meses después se le acabó el contrato, Don Silvestre aprovechó la circunstancia
y Perico no trabajó con nosotros nunca más. Los rumores sobre las posibles
causas de la detención se perdieron en el tiempo y a base de olvido, Perico
desapareció de nuestras mentes, como si no hubiera estado jamás en la oficina.
Pero si, si estuvo, ya no se me olvidará.
Hoy lo he visto. Los años
han dejado huella evidente en él pero sus vivarachos ojos verdes y su expresión
de pícaro se mantienen como la última vez que lo vi. Por eso lo he reconocido
rápidamente. Por eso, una sensación de frío incontrolado me ha subido desde el
estómago a la garganta y me ha temblado la voz al indicarle al policía que yo
también conozco al hombre de la foto que mi hija ha señalado con su par de ojos
espantados.
Durante esta mañana, han pasado
por delante de Claudia al menos 20 imágenes más de rostros totalmente
desconocidos para mi, salvo el de Perico. Ante mi patente desconcierto por la
coincidencia , Juan José, que así se llama el policía que nos atiende en tan dolorosa situación, me ha
pedido que lo acompañe a un despacho cercano. Mientras, Claudia permanece a
cargo de una policía joven que con desparpajo establece conversación con ella
sobre el último disco de Pablo Alborán, para entretenerla supongo.
En el despacho, Juan José
no se ha demorado en explicarme que Perico es el cabecilla de un grupo criminal
que se dedica a captar chicas menores de edad a través de internet. Fingen una
relación amorosa, las citan cuando las ven confiadas, les toman fotografías,
digamos comprometidas, y después las distribuyen por todo el mundo. Las
amenazan con decir a sus familias lo que han hecho y las chicas, atemorizadas,
continúan accediendo al lamentable juego. Juan José ha intentado tranquilizarme
recordándome que Claudia tan solo ha acudido a una de esas citas, por lo que es
poco probable que le hayan hecho fotos ya que suelen esperar un poco más hasta
ganarse su confianza. Ha alabado la valentía de la niña y la confianza que ha
tenido para contarme una experiencia que normalmente los jóvenes ocultan a sus
padres.
- Pero, ¿Están tan
seguros? Este hombre fue mi compañero de trabajo hace unos años y no aparentaba
ser de ese tipo de personas...Es cierto que
la policía lo investigó, creo que por un asunto de pirateo de programas
informáticos, pero nada más- respondí aún incrédula a pesar de todo.
- Exacto, en 2005 Teresa,
pero no se trató de pirateo. Fue la primera vez que se le relacionó con este
tipo de acciones. Fue declarado culpable y pasó un tiempo en prisión- Una
triste mueca acompañó el comentario del policía. Pero no aprendió la lección y
ha mantenido sus actividades ilícitas e incluso ampliado su ámbito de acción.
Hoy en día, el grupo distribuye imágenes a nivel internacional y estamos
deseosos de acabar con él. Tu testimonio y el de tu hija, entre otros muchos, nos
ayudarán a conseguirlo.
Un cierto tono triunfal
emanaba de las últimas palabras pronunciadas por Juan José mientras que la
pesadumbre se hizo dueña de mi ser. Si habían tenido que pasar más de 10 años
para haber posibilidades de poner fin a tamaña maldad, ¿realmente se trata de
una victoria? Estos pensamientos se han quedado un buen rato dando vueltas en
mi cabeza. Sin embargo, la respuesta me sobreviene sin control:¡contad conmigo!
Con este objetivo
perfectamente definido en mi mente, atravieso altiva la puerta del despacho
seguida de Juan José y abrazo a Claudia con fuerza. Mi hija me mira con
lágrimas en los ojos, avergonzada baja la cabeza. Yo le pongo el abrigo y
rodeándola con mi brazo salimos de la comisaría bajo la atenta mirada de Juan
José y su compañera que no dicen nada. Por hoy ha sido suficiente, en los
próximos meses muchas serán las conversaciones que mantendremos. Esto acaba de
empezar y estoy dispuesta a llegar hasta el final.
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