jueves, 24 de noviembre de 2016

Un cóctel para olvidar, por Esther Pujol




Cuando encendí la luz del dormitorio y me miré en el espejo, un grandioso hematoma lucia en mi ojo derecho.
El sábado pasado desperté de un sobresalto que me hizo aterrizar en el suelo en mitad de la noche. Lástima que el golazo que acaba de marcar fuera producto de un sueño –me lamenté, mientras aliviaba el coscorrón que me había propinado con la mesita de noche.
La habitación estaba tan oscura que apenas podía distinguir nada. Retiré algo de mi cara. Se trataba de la corbata. ¿Por qué estaba vestido todavía? Me incorporé de inmediato al notar una superficie fibrosa bajo mis manos. ¿Cuándo pusimos moqueta en el suelo del dormitorio? Recapitulé los hechos acontecidos la noche anterior y no fui capaz de recordar nada. Nada, excepto que bebí mucho. Chupitos de un riquísimo licor alemán. Llaguermeiter o algo así.
Sacudí la cabeza para salir del aturdimiento. Entonces vi una brecha de luz; una puerta entreabierta al otro lado de la habitación. Escuché agua correr. Quien fuera estaba tomando una ducha. Palpé a mí alrededor y descubrí lo que parecía la cama. La usé de apoyo para ponerme de pie y gateé por encima de ella hacia el otro lado. Una cama interminable tamaño King Size. En la travesía, mis pies se enredaron en las sabanas y caí de nuevo al suelo. Esa vez gruñí, al clavarme un zapato de tacón en el ojo, lo cual confirmaba que me hallaba en compañía de una mujer.
En fin, con el caos que reinaba en mi cabeza podría haber sido todavía peor, ¿no? Un tío por ejemplo. Pero basta, no es momento de gastar hombría. Estoy casado y si Marlene se enterara de esto, sin duda, acabaría con ella. A ver, piensa; estrújate el coco –Me repito una y otra vez- ¿En qué momento de la noche llegaste y te echaste a dormir, sin ni siquiera quitarte la ropa?
 Estar vestido es señal de no haber cometido ninguna locura, ¿no? El tipo de locura que usa falda y tacones de aguja. A no ser que  ella decidiera tomar  una ducha antes y me quedara dormido.
Señor… ¿Quién diantres está en la ducha? Estoy confuso y me restriego las manos por la cara. No, no, no… Me levanto del suelo, camino a tientas con las manos delante  y aun así vuelvo a tropezar. Abro la puerta del baño, una nube de vapor lo inunda todo. Estoy en una habitación de hotel y veo el cuerpo de una chica desnuda a través de la mampara. Un cuerpo esbelto, delicioso. Se echa el pelo hacia atrás y se escurre el exceso de agua. Asomo la cabeza justo cuando se da la vuelta y…
-   ¡Jesús! – exclama Marlene espantada-. ¡¿Qué coño estás haciendo?! Y mira ese ojo… déjate ya de estupideces si no quieres llegar tarde a la boda de tu hermana.

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