miércoles, 13 de marzo de 2013

Las cajas de los juegos de mesa, por Carmen Gómez Barceló.


Otra vez igual. Esta vez no podré. No podré. A ver…A ver. Uy, qué suave es esta cinta de velcro. ¿Para qué servirá? Tengo el vivo de la bocamanga deshilachado, es muy vieja esta bata. A ver, una botica, eso es interesante. En las boticas pasan cosas. Estas dos manchas  no se me quitan. Normal, los años… 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 1, 2… Otra vez. Deja de contar, por Dios. Estoy nerviosa, de nuevo estoy nerviosa y cuento. Concéntrate, concéntrate. Ahora, a ver, una historia. ¿Qué historia? Las cajas de los juegos de mesa. Ahora tienen polvo. No jugamos ya. Vale, las cajas de los juegos de mesa.
Las cajas de los juegos de mesa.

Ahí están, quietas, tranquilas, las cajas de los juegos de mesa han quedado un poco olvidadas en esta casa. Parece que  quieren hablar, que  quieren decir que están tristes y aburridas porque hace tiempo que nadie las abre y lo que es peor, hay pocas esperanzas de que vuelvan a hacerlo, a ser útiles. Es curioso, es de las pocas cosas que están ordenadas aquí. Debe ser por eso, porque no se usan, qué triste. ¿Va el orden unido a la quietud? ¿ A lo inerte? ¿Cuándo existe el orden, este convive con la involución, o mejor dicho, con la no evolución? Algo así debe decir la teoría del caos. Si esto es así conozco a alguien que está en continua evolución. Tal vez lo mejor será guardar todas las cajas de juegos de mesa, una etapa dará paso a otra, es la jugada de la vida. Las etapas pasadas se llevan  en el recuerdo, pero es insano vivir de su renta, insano y lo que es peor, inútil.

Las cajas de los juegos de mesa se acabarán guardando en el trastero, pero aún no, aunque esta decisión lleve consigo la dualidad de albergar esperanza  o prolongar la agonía.

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