sábado, 2 de marzo de 2013

Sobrevivir, por Carmen Gómez Barceló.



Yo era una niña bastante endeble ya que mi nacimiento no estuvo rodeado de muy buenas condiciones. Mi madre víctima de la posguerra, y recién parida, quedó embarazada de mí arrastrando una considerable desnutrición para ambas. Unos años  más tarde yo no era más que una décima parte de mis hermanos, o sea, una entre diez . Este panorama  me hizo desarrollar unas habilidades, que no eran precisamente las facultades físicas, para salir adelante y significar algo en mi gran familia a la que por otro lado adoraba.

Como no era graciosa como mi hermana más pequeña ni dispuesta como mi hermana mayor, ni revoltosa como el resto, empleaba mil artimañas para hacerme notar. Por ejemplo, me tiraba de la litera para que mi padre me cogiera unos minutos en sus fuertes brazos; O fingía algún dolor para disfrutar de la mirada compasiva de mi madre, que en ese momento dejaba todo por atenderme y  proporcionarme alguna medicina que yo aún a sabiendas de que no la necesitaba, la engullía con agrado..

Los juegos de mis hermanos consistían en correr unos detrás de otros, tirarse por los terraplenes más peligrosos del barrio, jugar al látigo, cosa que yo  odiaba ya que tenía que elegir entre jugar con ellos y quedarme sin aire o no jugar y quedarme sentada. Por supuesto yo prefería lo último. A pesar de todo quería a mis hermanos muchísimo y me sentía realmente orgullosa de todos ellos, eran increíblemente vitales y alegres.

Todas estas actividades  me mantenían algo aislada de ellos pero para nada infeliz ya que mi cabeza estaba llena de ideas por realizar. Durante el tiempo que estaba sola era capaz de crearme todo un mundo solo para mí , pasaba las horas haciendo comidas exóticas con los jazmines del patio y cuidando con amor verdadero a un viejo ladrillo envuelto en un trapo al que consideraba en verdad mi bebé. Entretanto oía a mi madre algún comentario sobre la posible inestabilidad que me acechaba. Era consciente entonces de que nadie  comprendía nada.

Al empezar el colegio me di cuenta que me encantaba. Me gustaba todo lo que allí se hacía, cada cosa nueva que aprendía me llenaba de gozo  a la vez que observaba como mi prestigio crecía dentro de mi familia . Por fin había algo que me gustaba y que además  complacía a los míos. Por primera vez sentí la aprobación de unas personas que no me conocían de nada como eran los profesores junto a una incipiente complicidad con mi padre que duraría ya, toda la vida .

Sin saberlo estaba sentando las bases, estaba configurando un disco duro, con una elemental base de datos  que a fuerza de incorporarle información en forma de experiencia  se transformaría algún día en un ordenador más completo. Cada persona sobrevive tirando de los recursos que posee de millones de maneras diferentes, por eso no somos iguales, lo que me parece genial.     

No hay comentarios:

Publicar un comentario