Yo era una niña bastante endeble ya que mi nacimiento no
estuvo rodeado de muy buenas condiciones. Mi madre víctima de la posguerra, y
recién parida, quedó embarazada de mí arrastrando una considerable desnutrición
para ambas. Unos años más tarde yo no
era más que una décima parte de mis hermanos, o sea, una entre diez . Este
panorama me hizo desarrollar unas
habilidades, que no eran precisamente las facultades físicas, para salir
adelante y significar algo en mi gran familia a la que por otro lado adoraba.
Como no era graciosa como mi hermana más pequeña ni
dispuesta como mi hermana mayor, ni revoltosa como el resto, empleaba mil
artimañas para hacerme notar. Por ejemplo, me tiraba de la litera para que mi
padre me cogiera unos minutos en sus fuertes brazos; O fingía algún dolor para
disfrutar de la mirada compasiva de mi madre, que en ese momento dejaba todo
por atenderme y proporcionarme alguna
medicina que yo aún a sabiendas de que no la necesitaba, la engullía con
agrado..
Los juegos de mis hermanos consistían en correr unos detrás
de otros, tirarse por los terraplenes más peligrosos del barrio, jugar al
látigo, cosa que yo odiaba ya que tenía
que elegir entre jugar con ellos y quedarme sin aire o no jugar y quedarme
sentada. Por supuesto yo prefería lo último. A pesar de todo quería a mis
hermanos muchísimo y me sentía realmente orgullosa de todos ellos, eran
increíblemente vitales y alegres.
Todas estas actividades me mantenían algo aislada de ellos pero para
nada infeliz ya que mi cabeza estaba llena de ideas por realizar. Durante el
tiempo que estaba sola era capaz de crearme todo un mundo solo para mí , pasaba
las horas haciendo comidas exóticas con los jazmines del patio y cuidando con
amor verdadero a un viejo ladrillo envuelto en un trapo al que consideraba en
verdad mi bebé. Entretanto oía a mi madre algún comentario sobre la posible
inestabilidad que me acechaba. Era consciente entonces de que nadie comprendía nada.
Al empezar el colegio me di cuenta que me encantaba. Me gustaba
todo lo que allí se hacía, cada cosa nueva que aprendía me llenaba de gozo a la vez que observaba como mi prestigio
crecía dentro de mi familia . Por fin había algo que me gustaba y que
además complacía a los míos. Por primera
vez sentí la aprobación de unas personas que no me conocían de nada como eran
los profesores junto a una incipiente complicidad con mi padre que duraría ya,
toda la vida .
Sin saberlo estaba sentando las bases, estaba configurando
un disco duro, con una elemental base de datos
que a fuerza de incorporarle información en forma de experiencia se transformaría algún día en un ordenador
más completo. Cada persona sobrevive tirando de los recursos que posee de
millones de maneras diferentes, por eso no somos iguales, lo que me parece
genial.
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