miércoles, 15 de enero de 2014

Identidad para serrar, por María del Mar Quesada Lara



¿Cómo es posible que le sigas mintiendo?

Me quieres convencer de que la amas y ¿no le cuentas la verdad?

Estoy harta de escuchar siempre la misma  respuesta.“No quiero herirla. No es el momento. Se lo haré saber poco  a poco”. No entiendes que nunca será el momento, que cuanto más tiempo pase, más sufrirá, más engañada se sentirá.

Vas a destrozar su juventud y su ilusión. ¡Por Dios! sé valiente y dile tu verdad. Dile que tu corazón es de otra mujer, a la que odias, pero a la que no puedes dejar atrás. Dile que el miedo te hace mentir, que toda tu masculinidad y bravura se cae por el precipicio cuando vuelves a tu casa, a tu dormitorio.

Esa doble vida tuya va a destrozar la ilusión de esa chica. Yo sé lo que tú buscas. Buscas que  intuya por sí misma, que encaje todas las piezas del puzle de tu existencia. Piensas que el golpe será menos grave, si el amor de ella es tan fuerte como para obviar el engaño. Esta ciudad es  muy pequeña  y puede que algún día,  ella o alguien de su entorno dé con alguien del tuyo y comenzará a atar cabos y esos cabos rotos no habrá quien los aparte de tu cuello porque te descubrirá.

¿Cómo crees que encajará saber que tu madre no tuvo hijos?, sino una sola hija, Ángela.  Alguien le dirá que  nadie te recuerda con falda, que nunca querías jugar con muñecas, porque preferías las herramientas, que cuando tenías quince años y tu madre murió, te cortaste el pelo como un chico y comenzaste a trabajar en una carpintería en la otra punta de la ciudad, haciéndote llamar Ángel.  Que te mudaste de barrio para romper con tu pasado  y  no  tener que recordar la niña que fuiste.

Hoy, con 24 años, eres un chico; guapo, delgado, educado y de facciones dulces. Vas marcando paquete en tus pantalones, pero tu masculinidad se reduce a una bola de algodón. Porque en la soledad de tu dormitorio y desnudo ante el espejo eres una mujer.


Tú y yo somos una misma identidad. Yo, Ángela la que nació de tu madre, te odio por mentir. Tú, Ángel el hombre que ambicionas, me odias por vivir aún en ti.

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