jueves, 9 de enero de 2014

Un giro inesperado, por Matilde López de Garayo.



Mariana decidió hacer un árbol genealógico de su familia y regalárselo a su madre que dentro de un mes cumpliría ochenta años. Debajo de cada fotografía o dibujo de sus parientes le pondría una leyenda contando alguna anécdota de las que le había relatado ella.

Encerrada en los archivos del pueblo natal de sus antepasados, pudo comprobar que quizás las historias narradas en su niñez encerraban gran parte de verdad, en este caso sobre la excentricidad de su abuelo.

Por ser quien era, nieta del ilustre Lorenzo Santúnez Gálmez,  benefactor del pequeño pueblo de Argumias, le habían permitido acampar a sus anchas en el sótano del Ayuntamiento. Allí se guardaban no sólo los archivos oficiales desde hacía 100 años, (salvados por supuesto de la guerra civil)  sino todos los edictos, esquelas, programas de festejos  y cualquier otra noticia que hubieran dado un poco de “vidilla” a aquel pueblo enclavado en el interior de Sierra Morena  y que durante años, sin las nuevas tecnologías ni red de comunicaciones había estado agonizando en el más puro de los  aburrimientos.

Podía comprobar, por la cantidad de información, que los responsables de la vida social de Argumias habían sido, durante ese extenso periodo, cuidadosos, pulcros y profesionales en su trabajo. Toda la documentación estaba ordenada de tal manera que podía haber sido la envidia de cualquier archivero.

Encima de la mesa del sótano descansaba una fotocopiadora, un ordenador portátil,  varias carpetas clasificadas, fotocopias de artículos antiguos esparcidos por toda la superficie y varios vasos de café, indicio de los días que llevaba investigando.

Esta mañana por fin encontró lo que buscaba.

Era la segunda vez que leía el artículo de la sección de sucesos de aquel periódico local del año  1930. Compuesto escasamente de seis páginas, le dedicaban a su abuelo nada más y nada menos que una entera, bajo un título que rezaba así, “LA BELLA DORITA ARRUINA LA CARRERA PROMETEDORA DE NUESTRO ÚNICO UNIVERSITARIO

La primera lectura le arrancó varias carcajadas imaginándose a su abuelo en aquella circunstancia. Ella lo recordaba siempre mayor, serio, despertándole un respeto inmensurable. Nunca lo hubiera concebido como un joven y menos que alguien se hubiese atrevido a gastarle semejante gamberrada.

Ahora más tranquila volvió a leer más despacio el artículo.

“El hijo de nuestro alcalde, Lorenzo Santúnez Gálvez, ha abandonado la carrera de medicina el mismo día en que la ha terminado, mejor dicho en la  misma noche.
Fuentes fidedignas, nos han desvelado lo que aconteció esa noche en el tanatorio universitario de Madrid.
Como todos sabéis, La Bella Dorita, artista del teatro de variedades “El Molino”, sigue haciendo estragos entre jóvenes y mayores, incluso dicen que hasta el mismo general Sanjurjo ha estado merodeando por sus camerinos. La influencia de esta artista andaluza que domina el arte de la insinuación, el dominio el doble sentido y su elegante sensualidad  ha llegado hasta las puertas de nuestros  universitarios causando sucesos tan desastrosos  como el acaecido a nuestro querido Lorenzo.

Aprovechando que la bailarina de cabaret más famosa del mundo vuelve a actuar en Madrid, todos los recién licenciados han decidido ir a ver a la Bella Dorita y a su nuevo espectáculo, donde esperan entre otros números el ansiado baile de “La Pulga”, que  por cierto, está haciendo furor, no sólo en la Capital sino en Barcelona Bilbao y hasta el mismísimo París. En este espectáculo ¡Imagínense! Con descarado pero nada de estilo vulgar, se va despojado de su vestuario, buscando al pequeño insecto que le pica por todo el cuerpo. ¡Pues bien! Nuestro joven médico ha rechazado tan atrayente invitación para realizar, el sólo, una autopsia de un cadáver de una señora recién llegado a la Universidad.

Nos cuentan que preparado ya con su bata blanquísima, guantes y gorro comienza a efectuar   la primera incisión en el tórax. ¡Figúrense la escena! El frío de la sala, la luz mortecina (nunca mejor dicho) y un silencio sepulcral. Pues bien, al acercarse al cuerpo, éste le ha recibido con un sorprendente abrazo que le ha hecho chillar y caerse de espaldas. Sin acabar de  reaccionar de semejante experiencia, se han encendido todas las luces de la sala y han salido todos sus compañeros riéndose de él y  explicándole exaltados, con todo lujo de detalle, el sistema de poleas que han instalado para gastarle la broma y el complot para que la noche de su graduación no lo pase con una muerta.

A la pregunta de ¿Bueno Lorenzo, ahora  vendrás a ver a La Bella Dorita y dejarás a la muerta? Él les ha respondido con la serenidad que le caracteriza, al tiempo que se va quitando los guantes, el gorro  y colocando la bata en una percha -Sí, me voy a ver a la viva y a la pulga, porque aquí y ahora cuelgo la bata y la carrera”

Mariana rebuscó la foto en color sepia de su abuelo, debajo de varios papeles. Observó su rostro, serio, circunspecto, con la toga de juez  cubriéndole unos hombros aparentemente recios. Sabía que nunca en  su vida ejerció de médico y que estudió poco después Derecho.


-¡Ay! Abuelo ¡Quien lo diría! Un señor tan respetado y cayéndose de culo- Le dijo al retrato que le devolvía una mirada severa como si le estuviera regañando a su nieta por la jocosa sonrisa que se dibujaba en sus labios.

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