Por el patio interior de una casa antigua de pueblo,
se puede ver un dormitorio a través de la ventana. Se trata de una estancia de paredes
encaladas. Cuelga un crucifijo encima de
la cama de hierro. Una cama cubierta con una colcha de croché y un baúl a los
pies. Un dormitorio donde los retratos de los seres queridos se amontonan
encima de la mesilla de noche. En la mesita redonda con su tapete de croché
blanco, se apoya una lamparita con luz mortecina, fuera es de noche. Los marcos de las fotos, todos diferentes, retienen las caras de cada
miembro de la familia: en una de ellas se puede ver un matrimonio mayor con sus
tres hijos adultos, en otra la imagen de dos niños, otra refleja
a dos chicas adolescentes. Un poco más
grande es el retrato de una chica joven de ojos verdes con toga y birrete.
Una mujer mayor está sentada en esa cama. En sus manos fuertes, con las manchas de la edad, sostiene un marco antiguo, donde se ve una imagen en
blanco y negro de un matrimonio el día de su boda. Mariana lleva puesto su camisón blanco de
algodón y sus zapatillas de estar en casa, con los dedos descubiertos y los agujeros
de cada juanete. Mariana es una mujer de
72 años, de cuerpo grande que lleva su
pelo blanco peinado con ondas al agua. Su
cara morena está dibujada con las arrugas del sol. Tiene los ojos negros,
pequeños y aún muy vivos. Sus labios gruesos y desdibujados han perdido ya su contorno. Con los ojos
llenos de lágrimas le habla al retrato.
-
¡Ay Julián, qué
sola estoy! Hace ya dos años que te fuiste y no dejo de añorarte. Los
días los llevo mejor, pero las noches son tan negras y solitarias. El primer
año, todos se acordaron del aniversario de tu muerte, pero se ve que todos
tienen su vida y nadie se ha acordado, hoy de ti.
Mariana le da un beso a la foto, la pone en la
mesilla, se mete en la cama y apaga la luz. Cuando está buscando su postura
para dormir, en el silencio de la casa oye un ruido cerca de cara. Enciende la
luz y ve que el retrato de su nieta Sara se ha caído boca abajo, la mira y la
vuelve a poner en su lugar. Apaga la lamparita y vuelve a buscar su sitio en la
almohada de lana. Cuando ha cerrado los ojos, se vuelve a escuchar otro golpe, pero esta vez más
fuerte y no tan cerca. Mariana encienda la lamparita y ve como en el suelo está
boca abajo el retrato de su nieta, otra vez.
-
¡Uy! Sarita, hija que suerte has tenido, no se ha roto el cristal.
Mariana lo coloca detrás de los demás, oscurece el
dormitorio y cierra los ojos. Un minuto más tarde se oye otro golpe seco en el
suelo. Mariana enciende la luz y comprueba que el retrato está, otra vez, boca
abajo en el suelo. Lo coge y lo mira atentamente:
-
Julián, ¿esto
es cosa tuya, verdad? Que se caiga otra vez estando detrás y no se rompa el
cristal parece cosa de espíritus. ¿Qué quieres? ¿Estás enfadado con la niña? Bueno, voy a hacer una cosa, voy a dejarlo detrás y boca abajo. A ver si
así me dejas dormir. Buenas noches
Cuando Mariana apaga por tercera vez la luz, el reloj
de la mesilla de Julián marca las doce menos cuarto de la noche.
Unos minutos antes, en una explanada en las afueras de
Granada, se escucha un ruido atroz, mezcla de motores de coches, motos, música
y jóvenes gritando. Es el botellodromo. En mitad de esa masa, hay un Seat León de
color rojo brillante con el maletero abierto y la música muy alta. Junto a él
hay tres chicas y dos chicos, están todos ebrios. Sara, la joven delgada, de
cabellera negra y ojos verdes marcados con rímel, lleva unos vaqueros de
pitillo, tacones rojos y camiseta ajustada. Sara tiene una botella de ron miel en
la mano, con un tercio del líquido y un cigarro en la otra, riendo grita a sus
amigos:
-
¿Sabéis? Mi abuelo Julián decía que no había nada más
ordinario que una mujer borracha y
fumando. ¡Abuelo, va por ti!
Alzando el brazo en forma de brindis, saluda con la
cabeza y comienza a beber el ron como si fuera agua, mientras sus amigos se
trochan de la risa.
De pronto, Sara se desploma en el suelo y se escucha
como algo se rompe contra el suelo. Los amigos asustados llaman al 061,
cuando el médico llega con gran dificultad, se encuentra a una chica joven de ojos claros con
la cabeza abierta y una botella de cristal sin romper en su mano. La hora de la
defunción, según el informe, se produce a las doce menos cuarto de la noche.
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