martes, 21 de octubre de 2014

Manual para herederos, por Samuel Lara

Noto una mano encima de mí, está fría, la persona que me ha creado yace sin vida, su sangre me dibuja una marca, un conjunto de tres espirales unidas cual aspas de un molino. Me elevo, observo a mi alrededor. En el suelo hay hojas de papel, velas apagadas, debajo de esa persona un dibujo con sal, una estrella de cinco puntas y otra igual que se unen por medio de las circunferencias en las que se encuentran. La habitación es redonda, sin esquinas, sin ventanas y sin puertas, algo que no es lógico. Entonces mi interior deja de ser blanco, en las primeras páginas aparecen caracteres de un idioma desconocido, cada palabra es una luz hacia el mundo, mi conocimiento es infinito, pero no permito que se escriba otra página. Existen seres malignos cuya misión es destruirme, al menos cuando existirán.

Debo encontrar a cada uno de los herederos del reino Ankoku no Hikari, perteneciente a un mundo en el que la magia, es el elemento energético, no hay electricidad u otros medios. Sin embargo sé que todavía ese reino no existe, cuando encuentre a la persona indicada, comenzará una nueva era.

Han pasado varios años, no hay manera de salir de aquí, al menos eso creo, sé muchas cosas pero mi destino es un misterio que no se podrá resolver. El cadáver de Creador (así lo llamé) es ahora un montón de huesos. Una luz empieza a iluminar las piedras de un lugar de la pared seguido de un estruendo. Una figura me coge en sus manos. En ese momento esa persona y yo conectamos nuestra magia, la torre desaparece y veo su rostro. Ojos rojos, pupilas doradas e iris azules, pelo largo y negro, labios blancos como la nieve. La chica vestía como un elfo, era una elfina mística, una de las criaturas más asombrosas que existen.

Su nombre es Alphetega, es la primera en ser reina de ese reino, aunque su viaje empezará ahora. En mi tapa hay una marca de sangre negra, ahora recuerdo, ese tipo debió dibujarlo mientras me creaba. Cada espiral corresponde a una clase de ser, Alpha, Beta y Omega, las tres personalidades que pueden tener todos los seres, líder, compañero y solitario aunque se le atribuye esta características a algunos animales que viven en manada, como los lobos.

Cuando me abre es capaz de escribir conjuros, hechizos, rituales e incluso sobre las criaturas que se encuentra como brujos o demonios.

Durante siglos sirvo a cada heredero del trono, pero el destino los escoge no yo. Yo solo soy un libro muy antiguo con información propia, ajena y carente de la que pueda hacerme daño o a quién sirvo.
Hoy ha nacido el ser que obtendrá el poder de ir a cualquier mundo y que vivirá en uno ajeno a ella hasta que cumpla cinco años. Hoy es treinta de enero de 1999, me encuentro en un baúl en el sótano de una casa en la que viven dos familias, dos hermanos y dos hermanas que se casaron y tuvieron una niña y un niño respectivamente cada una de ellas.

Alguien abre la tapa, un niño. Me toca con su mano izquierda y empiezo a brillar. Mi forma cambia de ser un libro viejo a uno con bordes dorados y tapa rojiza. Encima de la marca, que no cambia, se escribe en dorado la palabra Mahou en caracteres del idioma original. En la última página en blanco se escribe el nombre del siguiente heredero, Jake, aunque su apellido no aparece.

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