martes, 14 de octubre de 2014

Me gusta, no me gusta; por Luisa Yamuza Carrión



 Me gusta el mar, el sol, el olor a salitre y las gaviotas con su voz chillona paseando sobre el viento. Me gusta el azul y verde del agua salada, las olas revoltosas y su música cuando llegan a la playa y rozan la arena o las piedrecitas redondas. Me gusta el aroma de los calamares fritos que te encuentra por las calles de los pueblos y ciudades marineras. Me gusta pasear una y otra vez por el paseo marítimo en compañía de mis hijos y mi esposo, compartiendo el espacio celeste con otros paseantes con el pelo aireado como el mío. Solo  el ruido que algunos grupos de gente van haciendo como si el lugar les perteneciera, molesta mis gratificantes sensaciones. Me gusta cruzarme con ciclistas vestidos con pantalón corto y camiseta de vivos colores, sin equipo del SAXOBANK.
 
Me gusta la tranquilidad, el sosiego, aunque me cuesta mucho trabajo obtenerlo. No me gustan las prisas ni el estrés ni la bulla ni los centros comerciales llenos de gente en vísperas de Navidad o de cualquier fiesta. No me gusta nada, nada, nada aprovechar los días de fiesta para comprar. Me gusta disfrutar del silencio, de la quietud de la ausencia de acompañantes, aunque no por mucho tiempo. Me gusta reír y ver cómo los demás se ríen, la gente contenta y los niños alegres, bulliciosos. Me gusta la cabalgata de Reyes Magos y la ilusión en las caras de los chiquillos y de los adultos que despiertan ese día sus sensaciones infantiles adormecidas por el paso de los años.

Me gusta la música, el teatro, el cine, la danza y cualquier actividad artística de mayor o menor calidad. Me sorprende y siento admiración por las personas que comparten con el resto del mundo su don, su virtud para transmitir sentimientos, para expresar lo que otros escribieron y poner en activo las palabras frías o las notas. Me gustan las personas creativas y diferentes. No me atrae lo igual, las cosas idénticas como las de IKEA que , para mí, es el paradigma de lo lineal: las mismas tazas, los mismos vasos, los mismos sofás, las mismas sillas, las mismas mantas, cucharas, cuchillos, todo igual! No lo puedo entender..... y todo el mundo los quiere! Increíble. 


No me gusta pasarme el día viendo la televisión, con excepción de los invernales domingos por la tarde en los que el sofá, la taza de café con leche y alguna otra chuchería te llaman insistentemente para que sucumbas a la cuestionable tentación de plantar el culo en unos cojines que te absorben la energía. No obstante, sigue sin gustarme ese plan. Tampoco me gusta ver a los demás tumbados durante horas en el sofá, para eso está la cama.

Mi memoria se estimula con la vainilla de las natillas de mi abuela María y el ácido de la olla de pisto que nos tenía preparada, a petición mía, cuando veníamos del norte a pasar el mes de vacaciones. Cientos de olores se relacionan continuamente con momentos de mi vida, con lugares, con personas: la goma y el papel huelen a colegio, la lejía a hospital, la leche calentándose en el fuego  y el pan tostado a hogar, a merienda, el limón y el verde a campo y jardín, el azúcar tostado y la harina a tortas de Villaviciosa, el tabaco negro y el vino blanco a mi padre, el jabón Heno de Pravia....a mi abuela María, otra vez.

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