Me
gusta el mar, el sol, el olor a salitre y las gaviotas con su voz chillona
paseando sobre el viento. Me gusta el azul y verde del agua salada, las olas
revoltosas y su música cuando llegan a la playa y rozan la arena o las
piedrecitas redondas. Me gusta el aroma de los calamares fritos que te
encuentra por las calles de los pueblos y ciudades marineras. Me gusta pasear
una y otra vez por el paseo marítimo en compañía de mis hijos y mi esposo,
compartiendo el espacio celeste con otros paseantes con el pelo aireado como el
mío. Solo el ruido que algunos grupos de
gente van haciendo como si el lugar les perteneciera, molesta mis gratificantes
sensaciones. Me gusta cruzarme con ciclistas vestidos con pantalón corto y
camiseta de vivos colores, sin equipo del SAXOBANK.
Me
gusta la tranquilidad, el sosiego, aunque me cuesta mucho trabajo obtenerlo. No
me gustan las prisas ni el estrés ni la bulla ni los centros comerciales llenos
de gente en vísperas de Navidad o de cualquier fiesta. No me gusta nada, nada,
nada aprovechar los días de fiesta para comprar. Me gusta disfrutar del
silencio, de la quietud de la ausencia de acompañantes, aunque no por mucho
tiempo. Me gusta reír y ver cómo los demás se ríen, la gente contenta y los
niños alegres, bulliciosos. Me gusta la cabalgata de Reyes Magos y la ilusión
en las caras de los chiquillos y de los adultos que despiertan ese día sus
sensaciones infantiles adormecidas por el paso de los años.
Me
gusta la música, el teatro, el cine, la danza y cualquier actividad artística
de mayor o menor calidad. Me sorprende y siento admiración por las personas que
comparten con el resto del mundo su don, su virtud para transmitir
sentimientos, para expresar lo que otros escribieron y poner en activo las
palabras frías o las notas. Me gustan las personas creativas y diferentes. No
me atrae lo igual, las cosas idénticas como las de IKEA que , para mí, es el
paradigma de lo lineal: las mismas tazas, los mismos vasos, los mismos sofás,
las mismas sillas, las mismas mantas, cucharas, cuchillos, todo igual! No lo
puedo entender..... y todo el mundo los quiere! Increíble.
No
me gusta pasarme el día viendo la televisión, con excepción de los invernales
domingos por la tarde en los que el sofá, la taza de café con leche y alguna
otra chuchería te llaman insistentemente para que sucumbas a la cuestionable
tentación de plantar el culo en unos cojines que te absorben la energía. No
obstante, sigue sin gustarme ese plan. Tampoco me gusta ver a los demás
tumbados durante horas en el sofá, para eso está la cama.
Mi
memoria se estimula con la vainilla de las natillas de mi abuela María y el
ácido de la olla de pisto que nos tenía preparada, a petición mía, cuando
veníamos del norte a pasar el mes de vacaciones. Cientos de olores se
relacionan continuamente con momentos de mi vida, con lugares, con personas: la
goma y el papel huelen a colegio, la lejía a hospital, la leche calentándose en
el fuego y el pan tostado a hogar, a
merienda, el limón y el verde a campo y jardín, el azúcar tostado y la harina a
tortas de Villaviciosa, el tabaco negro y el vino blanco a mi padre, el jabón
Heno de Pravia....a mi abuela María, otra vez.
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