martes, 28 de octubre de 2014

Mi Familia, por Sonia Quiveu




Recuerdo el día que Rober me compró.

Esa mañana estaba desanimado, porque había muchos niños que se detenían en la tienda a mirarnos, pero ninguno nos llevaba con ellos.

Desde que me dejaron en la tienda y me pusieron en la jaula con los demás, en el escaparate para que nos vieran los humanos, me sentía ansioso porque uno de esos niños me cogiera en brazos y me llevase a su casa. 

-          ¡A mí! ¡llévame a mí! – Todos gritábamos lo mismo, esperanzados que nos escogieran y comenzar una vida lo más parecida a lo poco que recordábamos cuando nacimos y estuvimos con nuestras madres.

Me di cuenta pronto que no servía de nada llamar la atención. Quienes mandaban eran los adultos, y ninguno quería la carga de tener un perro en casa.

Hasta que apareció Rober, un humano joven que venía buscando un husky.

Cuando se acercó al escaparate, vi cómo sonreía y daba juego a los que se acercaban a él, pero Rober se fijó en el rincón donde yo estaba, y noté que le gustó que no fuera de los colores habituales. Y es que mi pelo es casi totalmente blanco a excepción de parte del rabo y las orejas. Presté atención a su interés y rápidamente me levanté para seguir manteniendo su curiosidad hacia mí ante los otros.

Dio resultado. Rober me compró y me sacó de la tienda. Estaba tan nervioso por mi nueva vida que la primera excursión tuvo que ser a los baños del centro comercial porque lo puse empapado de pis. Pasó lo mismo en el coche, pero es que el olor a ambientador, la música y el movimiento me emocionaron tanto que volví a hacerme pis encima.

Por fin llegamos a la casa, el coche me estaba mareando después de un rato y no pude parar de gimotear cuando empecé a notar rara mi barriguita. Rober me cogió en brazos y eso me calmó un poco, pero no lo suficiente como para dejar de temblar.

Entramos en la casa y me llevó al salón, depositándome en una cestita mullida que tenía una mantita.

-          Quédate aquí y no te muevas mientras limpio el desastre del coche. – Me acarició la cabeza y se marchó.Yo gemí e intenté ir detrás de él, no quería que me dejara solo allí, pero era más rápido que yo, y mientras conseguía salir de la cesta y no, él ya había cerrado la puerta de la calle.

Estuve llamándolo un rato pero no sirvió de nada, así que me puse a descubrir los colores de la casa y mordisquear una pelusa que encontré en el suelo, hasta que me la tragué. Creo que eso hizo que mi barriga se pusiera peor, porque termine vomitando en el felpudo. Olí lo que había expulsado, parecía ácido y asqueroso, pero me impulsaba probarlo, y a punto estaba de hacerlo cuando algo captó mi atención encrespándome el lomo, me di la vuelta y empecé a recular, pisando el vómito y chocando con la puerta. 

Había algo en la esquina de la entrada, una presencia joven que no estaba del todo definida. Me sentí aterrado cuando vi que se extendía hacia mí. Aunque lo único que percibía de ella era curiosidad y ganas de jugar.

Empecé a ladrar para que se detuviera y la presencia reculó adentrándose en el salón así que decidí seguir para ver si seguía en la casa.

Rober entró en ese momento y me encontró ladrando a algo que él no podía ver, y le pareció gracioso. Aunque ahora a veces me toma por loco. Cada vez que Rober me pilla ladrándole al aire me dice que estoy loco y me anima, riéndose, para que siga ensayando para cuando entren los ladrones.

De vez en cuando me sigue pillando infraganti, ladrando o gruñendo a la presencia que vive en nuestra casa. Rober no es consciente de nuestro compañero de piso porque éste no hace nada que no sea jugar conmigo a su manera, pasando desapercibido para aquellos que no pueden verlo u oírlo, y nuestro compañero es muy discreto con respecto a eso. Pero lo suficientemente juguetón como para provocarme a mí con sus apariciones.

No me molesta que Rober crea que estoy loco, ni que la presencia quiera jugar conmigo. Tengo una familia a la que cuido y me cuidan, y soy feliz de estar con ellos.

1 comentario:

  1. Hola Sonia, estoy de acuerdo con lo que dijo Sara, de que desarrollaras más la relación del perro con la "presencia ", es muy de sensaciones extrasensoriales cosa que a los perros le sobra y a las personas nos falta, de hecho yo he presenciado cosas muy "raras" con mi perro, llevándole una zapatilla cuando ladraba a una esquina. Para ti que te gusta ese "mundo igual que a mí , es un campo donde puedes escribir relatos muy interesantes y muy buenos. Chao

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