No me gusta, es más, no
soporto la hipocresía. Aquella gente que dice una cosa y hace otra me hace
revolver las tripas. Luego tienes un problema añadido, que no es otro que
lidiar con esa persona y a veces tú mismo caes en la hipocresía. ¡Qué bonito
sería decir las cosas tal y como las pensamos! Pero eso nos trae muchos
quebraderos de cabeza y enfrentamientos. Al final nos pasa factura.
Y eso, nos lleva a
instalarnos en la autocomplacencia, la relajación, la falta de miras.
Me gusta fijarme retos,
muchos de ellos casi inalcanzables, porque soy, o mejor dicho, intento ser, muy
perfeccionista. Siempre creo que las cosas se pueden hacer un poco mejor. En el
esfuerzo y el trabajo está la recompensa de lo bien hecho. Es algo en lo que
intento mejorar día tras día.
Me gustan los olores
fuertes y los colores vivos. Siempre he preferido ver un paisaje que ver un
bodegón. El olor de la gasolina, del amoníaco. El color amarillo, naranja… pero
también me gusta el olor a pan recién hecho y si es “preñado” todavía mejor.
Me gusta observar las
cosas de la vida, las cosas pequeñas, las difíciles de ver. Y si es detrás del
objetivo de una cámara de fotos, mejor. Para las grandes cosas siempre tenemos
a alguien al lado que nos lo cuenta.
No me gustan la
envidia, la impaciencia, las puñaladas por la espalda… las injusticias. Me
revelo contra todo eso y a veces me provoca hablar más de la cuenta y tener que
asumir las consecuencias. Pero siempre fui de la opinión que es mejor morir de
pie que vivir arrodillado.
En definitiva no me
gusta aquello que me hace sentir mal en un momento dado.
En cambio me gusta
mucho la vida. En todas sus formas. Disfrutar con la familia, con los amigos.
Reírme. Llorar. Disfrutar con los antiguos compañeros de clase y recordar
viejas batallitas mientras nos bebemos unas cervezas, eso sí, en botellín. El
frío se mantiene mejor y al final te bebes más.
Pero sobre todo me
gusta leer… y escribir. Soñar. Soñar a través de lo que escribo o de lo que
otros escriben. Sentir historias que nacen, viven y mueren en mi interior es
algo inexplicable. Es una sensación difícil de plasmar en una hoja de papel.
Jamás habría llegado a pensar, que lo que de pequeño era poco más que un
trauma, escribir, ahora ya mayor, iba a resultar una pasión, que mezclada con
otras que me han acompañado más tiempo, como el deporte, la música y la
historia, son un motor muy importante en mi vida, junto con mi familia.
Y me gusta LA LUNA.
Tengo predilección, fijación… no sé cómo calificarlo, por ese cuerpo celeste
que domina nuestro cielo. Verla majestuosa regalarnos la luz que recibe del
sol, me parece un acto de generosidad impagable. Sí, me gusta la luna. Porque
allí habitan mis sueños.
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