Era noche cerrada.
Paula, una joven
periodista, último fichaje del semanal “Vidas” ya estaba en la calle. Bus era
bastante terco a la hora de imponer su voluntad, y ella, fácil de convencer, Al
fin y al cabo, era el único chico que seguía a su lado. Le pareció justo,
dedicarle un poco de su tiempo, a cambio de la compañía, que el animal le
concedía.
De pronto, su mano
dolorida, la separó de su amigo bruscamente.
-¡Adónde vas!- gritó,
mientras le veía desaparecer por el callejón.
La chica, empezó a arrepentirse de haber salido Hacía demasiado
frío y era tarde. Tendría que ir en busca de Bus, que ahora, además de terco se había vuelto
impulsivo y caprichoso.
Intentó ir deprisa, la oscuridad amenazaba con hacerse absoluta.
Dobló la callejuela, y a lo lejos, unas centelleantes luces azules, alumbraban
una jauría de perros callejeros, que parecían luchar por una presa. Entre ellos
pudo ver a Bus. Pensó en lo estúpido de implicarse uno, en un conflicto que ni
te iba, ni te venía. Tuvo miedo, pero no podía marcharse y dejar allí a su
engallado amigo.
Se acercó despacio, pero
un agente de la policía, le cortó el paso.- No puede usted pasar, señorita- le
dijo muy educadamente.
-Pero…mi perro está ahí.
Quiero llevármelo. Es ese, el pequeño. El Bichón Maltés blanco.
Paula se alzó todo lo que
pudo, elevándose por encima de los hombros del agente. La imagen, ante sus
ojos, no podía ser más dantesca. Otro agente bregaba por separar la manada de
canes de lo que parecía ser, un brazo ensangrentado saliendo de la tapa
entreabierta de un contenedor de basura.
-¡Bus! ¡Ven aquí, perro
tonto!- vociferó entre un revoltijo de náuseas y terror. El animal, volvió
entre gemidos y salpicado de sangre.
Mientras analizaba el
deplorable estado de su canecillo, oyó como los agentes hablaban entre ellos.-
Echa un vistazo, Maldonado. A ver si es otro gordo.
El agente se apalancó
sobre el pedal del contenedor, abrió un poco la tapadera, y asintió con la
cabeza.- Exacto, otra bola de sebo. Debe rondar…los 140…Y la misma sangría.
También se lo han quitado.
-Joder. Esto se pone feo.
Vamos, llama al forense, Maldonado y no toques nada. Por cierto, ¿cuántos
llevamos?
-Con éste, 4.
Paula, absorta en la
conversación de los agentes, no se había percatado del temblor que sacudía su
cuerpo. Estaba aterida. Apretó a Bus contra su hombro y se fue a casa.
Una vez allí, se dio una
ducha, envolvió su escueto cuerpecillo en una bata azul y secó su cabello. Bus,
una vez limpio y calentito, se acurrucó en su cesta, y se durmió. Paula,
acomodada en la raída mecedora de su piso alquilado, fue sacando su alma de investigadora.
Por eso se hizo periodista.
-4 asesinatos…todos de
peso…la misma herida mortal…Muy interesante, pensó. Se fue a la cama y se
abrazó a la almohada. De momento, no había nada mejor que abrazar.
En la escena del crímen, el Dr. Téllez, ordenó
el traslado del finado al anatómico forense. Allí realizó el informe acompañado
de su ayudante.
-Hay bastantes
coincidencias en todos estos casos, Dr. Téllez, el caviar y las ostras, se
encuentran en el estómago de todos. Y les falta el mismo órgano.
-Les gustaba comer bien,
eso está claro, muchacho. Tápalo y nos marchamos, es muy tarde.
El reloj de la mesilla de
Paula, decidió que era la hora de llamarla.
Eran las 4 de la mañana. Paula lo silenció de un manotazo y se dispuso a
cumplir con el rito de cada día. Puso la tele. Esto le hacía sentirse
acompañada mientras tomaba el primer café del día. El locutor enunció con
energía, la primera noticias de
cabecera: “Un hombre de unos 50 años, ha aparecido muerto en un contenedor de
la calle Antonio Machado, se cree que tiene relación con otros 3 cadáveres,
encontrados en circunstancias similares. Casualmente, los investigadores, han
encontrado entre los alimentos digeridos por todos ellos, dos en común, ostras
y caviar y les falta parte del aparato digestivo. El caso sigue sin ser
resuelto”.
Paula salió de casa
camino a la redacción mientras pensaba en el caso que presenció por
casualidad.- No puede ser tan difícil- pensó.
Cuando llegó al trabajo,
abrió el ordenador. En esta ciudad hay pocos restaurantes donde tengan en su
carta, caviar y ostras, se dijo. Seguidamente, entró en el buscador escudriñando la lista de restaurantes caros del lugar y
encontró sólo dos. Inmediatamente llamó por teléfono y preguntó si estuvieron
abiertos la noche anterior. Sorpresa, sólo uno de ellos lo estuvo . Era El
Almirez.
Tenía que ir allí. El
Almirez era famoso por el estilo único de su cocina selecta e innovadora, capitaneada por el Chef,
Nícolas Tool. En su carta figuraba entre otras exquisiteces,“Ostras con caviar
de Beluga”. Era muy probable que las víctimas, hubiesen cenado allí, dado la
hora de la muerte.
Era muy temprano aún.
Pensó en investigar un poco en El Almirez, pero eso, sería más tarde. Se centró
en su trabajo de redactora, que en realidad era lo que le permitía pagar el
alquiler, hasta la hora de comer. Después se dirigió al sitio.
Una vez allí, preguntó al
personal de sala sin aparentar mucho interés si conocían algunas de las víctimas. Nadie
sabía nada. Ni les habían llamado la
atención las orondas figuras de algunos comensales. El hermetismo era
manifiesto.
Paula pasó del entusiasmo
al desaliento. Comprendió el significado de la palabra “bipolar”. –Otra vez me
ha podido la impulsividad. Joder, es que no aprendo-.
Paula dejó de pensar en
los asesinatos y continuó con su vida. Algunos días más tarde, de nuevo el
despertador cumplió con su cometido, se levantó, preparó café y puso la tele.
Empezaron las noticias de cabecera a las que escuchaba rutinariamente. De
pronto, oyó el nombre de Nícolas Tool y prestó atención al titular. -El
restaurante El Almirez, con su famoso
chef, Nícolas Toll, eterno aspirante a una estrella Michelín. El reputado
cocinero, que confesó recientemente que sueña año tras año con obtener la
preciada distinción, piensa presentar un plato, que según él, romperá moldes.
Algo, único en la cocina internacional. Se llama Espuma de Foie Sangrante. Se
trata, según su autor, de un paté
elaborado con una materia prima secreta. Le deseamos toda la suerte y que se
cumpla su sueño.- Paula, despertó súbitamente de la apatía mañanera y cogió el
teléfono. – Oye, Suárez, perdona que te llame a estas horas, pero tengo una
pregunta urgente para ti ya que trabajas en el anatómico forense y me vas a
contestar por dos razones: Primero porque corres el riesgo de que le diga a tu
adorada esposa que te acuestas conmigo cada vez que yo te dejo. Y segundo
porque puede ser que descubramos al asesino de los gordos. A ver, escúchame
bien, es sólo una corazonada ¿Qué misterioso órgano desaparece en los cuerpos
encontrados?
-Vaya horita, Paula. El
hígado. ¿Contenta?
-Muy contenta, gracias.
Seguidamente llamó a la
policía.
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