martes, 31 de diciembre de 2013

El Luthier, por Matilde López de Garayo



Pero soy tu hijo, Omobono. Toda mi infancia, mi adolescencia, han sido un camino de aprendizaje. Me he criado entre  cuerdas, arcos, volutas, cajas de resonancias, mástiles  y... y... clavijas,  de violines, violas, violonchelos, arpas... Me he esforzado en aprender todo lo concerniente al violín, incluso su origen. Fuera de Italia el laúd y aquí la lira bizantina o el rabel.

He preferido tu compañía en este taller, entre madera, tripas secas de animales y crines de caballos a aprender otro oficio. Incluso, ¿Te acuerda el tiempo que le dedicaste a establecer unas nuevas dimensiones al violín, un cuerpo más pequeño que le proporcionó un sonido más poderoso? Pues yo estaba allí, a tu lado, Padre, ¿No te acuerdas ya? 

Me enseñaste a elaborar instrumentos más estrechos y delgados, convenciéndome de que así favorecía su acústica y  conseguiste un tono más penetrante y mayores vibraciones...¡Todo este tiempo, contigo!

A lo largo de estos años aprendí con indicaciones tuyas, a mejorar el arco, los espesores de la madera y la construcción del mástil.

Incluso ¡Hizo tanto hincapié en la búsqueda de la madera! Sólo adquiríamos la de los bosques de aquí. Te acercabas un trozo al oído y decías -¡Éste! Y después te empeñabas en que ni mi hermano Francesco ni yo, olvidásemos que el violín debía “madurar su madera”, que había que usar el instrumento a menudo para que sonara mejor, que la madera mientras más vieja, más curtida.  Todo eso me lo has enseñado tú ¡Padre!



Pero, llevo mucho tiempo estudiando nuestros violines y los de los demás luthieres de Europa y el porqué de nuestro éxito. He llegado a una conclusión. Aparte de las dimensiones  y demás innovaciones implantadas en los instrumentos, aparte de la concienzuda búsqueda de la madera, del proceso de barnizado, de la cantidad de calor solar necesaria para distender la película y acelerar el proceso de secado sin que dé lugar a que aparezca un craquelado, aparte de todo esto, el motivo es otro. ¡Padre! ¿Verdad? La causa de la   calidad de las piezas es la tintura que le aplicamos. Si no ¿Por qué  ese barniz más coloreado? Debe ser un componente que utilizas y que le proporciona mejor transpiración  a la madera. Debe ser eso ¡No me cabe duda! El barniz es el que consigue que el sonido sea perfecto. ¡Perfecto! Conozco todos los ingredientes menos uno y no doy con él. He hecho cientos de combinaciones y no consigo el mismo esmalte...

Padre tienes ya noventa y dos años. Hace tiempo que no te encierras en tu taller y estamos acabando las últimas cantidades que nos quedan, las últimas que elaboraste tú  ¿No crees que ya es hora de que nos transmita  a mi hermano y a mí el secreto de la composición de esa laca? No te muera con ese secreto, Padre ¡Por favor!

No es sandáraca ni alcanfor ni ámbar ni trementina ni aguardiente, ¿Cuál padre? ¿Cuál es?¿Si? ¿Qué me acerque?

¡No te escucho bien!

 ¡No te entiendo!

No padre, no es aceite de linaza. Padre no te muera aún...¡Padre! ¡NO!


  


El 18 de diciembre de 1737 en Cremona (Italia), murió el más celebre constructor de instrumentos de cuerda de la historia de la música: Antonio Stradivarius, se llevó consigo el secreto de su barniz.            

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