miércoles, 11 de febrero de 2015

El Intruso, por Sonia Quiveu



Estudio en la facultad de arqueología, en la Universidad del Cairo, desde hace dos años. Mi nombre es Nubia, en honor a Anubis. Mis padres son arqueólogos que viajan por todo el mundo en busca de piezas, sustratos, cualquier cosa que aporte nuevos matices a la historia, y yo quiero seguir sus pasos.
En la universidad, se está llevando a cabo un proyecto de excavación que se empezó hace un año. Las excavaciones y la investigación comenzaron cuando uno de los hoteles más importantes de la ciudad quiso reformar el parking, topándose con cimientos de un templo. 

Las obras se paralizaron y ahí empezó el estudio. Llevo seis meses participando en el proyecto para conseguir nota para los exámenes finales. Y lo que he visto hasta ahora me deja obnubilada. Me transporta a vidas pasadas, incluso, no sé cómo decirlo, pero tengo la impresión de ver a la civilización de aquella época, a mi lado,  rindiendo culto en este templo.

Mi aspecto no difiere mucho de esas mujeres que imagino. Piel morena, ojos rasgados, pelo azabache y cuadriculado, y tan menuda que a mis veinte años aún tienen una primera impresión de estar tratando con una niña que entra en la adolescencia.

Hace unas semanas consiguieron extraer un sarcófago de una de las paredes del templo. Algo extraño, porque las tumbas solían estar sobre el suelo y no ocultas en las paredes. Era como si en el pasado hubiesen querido condenar a la momia que se hallaba dentro.

La primera vez que vi el sarcófago sentí un extraño impulso de correr, ahora que lo tengo delante, mi sentimiento es de expectación. Es grandioso, ver su contenido. Dicen que los dioses podían ser seres de otros planetas, como los anunnakis, seres longevos que llegaron aquí y para sobrevivir como especie modificaron a las de aquí hasta llegar a lo que somos. ¿Será cierto? ¿Esta criatura desecada por los siglos, y seguramente por su encierro sin sol, agua ni comida, con orejas de perro colmillos, puede ser uno de ellos, o quizás su descendencia más directa?


Es posible, no lo descarto. Pero si estaba emparedado, significa que la civilización que lo vio en vida, le temía lo suficiente como para querer matar a un dios.

-Nubia, te he traído algo de comer. 

Levanto la vista de la momia del sarcófago, hace tres días que la hemos trasladados a los laboratorios para aplicarle el C14 y saber su edad. También quieren hacerle un estudio del ADN, no es realmente mi campo, pero la historia que haya detrás de la momia sí, por lo que estoy aquí, intentando descifrar datos que pueda encontrar en el sarcófago en el cuerpo.

-Gracias Amin- Cojo el sándwich que me ha traído y me traslado a una mesa libre de apuntes y restos de la momia
-¿Has conseguido encontrar algo?
Amin se acerca a la momia y la examina con ojos atentos, intentando recoger todo detalle.
-Aun no, hará falta sacarla del sarcófago. Es posible que haya una leyenda que explique su condena.
-¿Pues a qué esperas?
-Sabes que no estamos autorizados a tocarla.
-Entonces no lo sabremos hasta… ¿Qué es esto?
Miré para ver a qué se refería Amin, que se incorporó y me miró pálido.
-Está respirando.

La voz sonó como un susurro. Tardé unos segundos en entender lo que estaba diciendo. Pero los movimientos que se ejecutaron delante de mí hicieron despertar de la estupefacción.

Amín fue agarrado por la bata, la momia lo atrajo hacia él y lo retuvo lo que me pareció un instante, cuando lo soltó Amín se volvió a mí. 

La respiración se me atoró en la garganta. Mi compañero había envejecido tanto como el aspecto que tenía la momia. No sabía si la sala había empezado a enfriarse o era yo, pero el frío se apoderó de mí hasta el punto de hacerme temblar. Unas garras se apoyaron en el borde del sarcófago, yo me agaché detrás de la mesa para esconderme, aunque no podía verla sentía su mirada sobre mí, era como si la tuviera justo detrás de mía. Una compulsión contra la que intenté luchar con todas mis fuerzas hizo que levantara la cabeza, me encontré con un rostro hermoso, frío y de ojos dorados. Vestido con la indumentaria de los dioses, me miró.

Mis labios se movieron en una súplica automática.

-Por favor, no me mate.

El extraño, ladeó la cabeza y miró más allá de mi mente. Sus orejas, dos picos tan negros como su cabello, se movieron como respuesta a sus pensamientos. Lo vi como un intruso para la antigua civilización, repudiado por otros como él y encerrado para que no sembrara el caos. Imágenes de fuego, calles minadas de muertos, sangre bañando las paredes de las casas, explosiones, y él en medio de todo aquello, mirándome, se mezclaron en mi mente.

Sus labios se abrieron mostrando cuatro colmillos salvajes, y gruñó antes de lanzarse hacia mí.

-Nubia
Nubia abrió los ojos sobresaltada, el corazón aún le latía deprisa por la pesadilla. Miró a Amín, su compañero de proyecto, y cogió el café que le estaba ofreciendo.
-¿Estaba dormida?
-Como un bebé- Amín se sentó sobre la esquina de la mesa y señaló con la barbilla hacia la momia que tenían en el laboratorio desde hacía tres días –Los señores quieren que nos demos prisa- dijo con retintín al referirse al consejo de la universidad- habrá que ir metiéndole mano.
Nubia dejó el café sobre la mesa, se frotó los brazos, y se obligó andar hasta la mesa donde estaba la momia. La habían sacado del sarcófago nada más llegar, y desde entonces no dejaba de sentirse observada por ella.

Cogió el bisturí y lo coloco sobre la carcasa de la momia para extraer una muestra.
Una mano seca llena de garras agarró su muñeca.

-Nubia, ¿Qué haces? ¿Te decides o no?

Nubia parpadeó y miró las garras de la momia. Seguían en la misma posición que la dejaron cuando la colocaron sobre la mesa de disecciones. 

Algo estaba mal en ella, no podía controlar las pesadillas, habían comenzado en mismo día que descubrieron el templo, y se habían descontrolado desde que estuvo en contacto con la momia.
Ante ella se implantaron dos imágenes, la real y la que se formaba en su cabeza, un giro sobre un cuerpo inerte que se dirigía a ella. La imagen de ella misma vestida como una diosa, las lágrimas pintadas sobre sus ojos.

“No lo hagas”

Un grito se ahogó a mitad de camino cuando Amín le agarró el brazo, Nubia soltó el bisturí y vio horrorizada, cómo su compañero lo tomó en su lugar para realizar el trabajo que ella no se había atrevido a hacer.

Ante sus ojos, la pesadilla empezó a cobrar vida. Lo único que Nubia pudo sentir fue pena por todo lo que este mundo perdería con el despertar de un ser sediento de venganza como él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario