La noche era tranquila,
las cortinas negras se ondulaban por el viento que soplaba en la oscuridad del
reino. El viento viajaba dentro de la habitación tocando todo a su paso, pasando
las páginas de un libro, moviendo el pelo del heredero, zarandeando las puertas
del balcón que él había abierto.
Como una sombra, el rey
se desplazaba a través de la habitación del hijo bastardo de su mujer, con el
pensamiento de clavarle el puñal que él mismo le regaló. En su interior una voz
le decía lo que debía hacer. Mientras se acercaba a la cama, cogió el puñal de diamante
negro con suavidad para no despertar al chico que estaba durmiendo en la cama.
Cuando llegó su alcance, el rey levantó el puñal con la mirada furiosa en el
chico que dormía plácidamente. Entonces bajó rápidamente el puñal para acabar
lo que había empezado, sin embargo el puñal salió disparado clavándose en la
pared. El chico tenía en su poder el escudo de diamante, una esfera de color
verde azulado, el cual solo aparece para proteger al ser definitivo.
El rey miró asombrado
el puñal en la pared, al girarse, el chico no estaba, la cama estaba vacía. Una
sombra estaba detrás de él, en el balcón, el chico no era como siempre, en su
espalda había dos alas negras, una cola negra y puntiaguda y unas garras
enormes.
El rey se dio cuenta de
que ese chico tenía más poder que él, aunque enseguida sacudió la cabeza para
no creerlo.
Antes de que se diera
cuenta, el chico volvió a su forma humana, aunque su mente estaba aún en la
oscuridad. Ambos levantaron las manos al nivel de los hombros, sus miradas
estaban llenas de odio. El rey lanzó una ola de hielo que atravesó la
habitación en dirección al príncipe, que destruyó el hielo con una ola de
cristal.
Se hizo el silencio,
solo se oía el viento. El rey horrorizado, se giró para huir, pero la puerta se
cerró dando un portazo. El chico controlaba todo a su alrededor, incluido el
puñal, que salió disparado hacia el rey, aunque falló. Una chica atrapó el
puñal con los dedos. Era Milky Rose, la cuidadora del príncipe, una chica de
pelo violeta, con un traje morado y blanco con rosas azules en el pecho, en los
guantes y en las botas.
Ella logró hacer que el
príncipe recobrara el sentido. No solía acordarse de nada, pero esta vez sí, de
repente dio un salto por el balcón y se fue volando a otro reino, un lugar
congelado, el lago, las montañas, el palacio, todo lo que el hielo podía
engullir.
El príncipe voló hacia
donde estaba la responsable del invierno eterno. Llegó hacia un castillo de
hielo, era una obra de arte, las paredes, el suelo, el techo, las puertas,
incluso una lámpara en lo más alto. El príncipe subió las interminables
escaleras, unas detrás de otras, hasta llegar a lo más alto del castillo, donde
se encontraba ella, en el balcón, una princesa de pelo blanco, y un traje
brillante de hielo. Se giró y sus miradas se encontraron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario