lunes, 16 de diciembre de 2013

Alma congelada, por Samuel Lara


La noche era tranquila, las cortinas negras se ondulaban por el viento que soplaba en la oscuridad del reino. El viento viajaba dentro de la habitación tocando todo a su paso, pasando las páginas de un libro, moviendo el pelo del heredero, zarandeando las puertas del balcón que él había abierto.

Como una sombra, el rey se desplazaba a través de la habitación del hijo bastardo de su mujer, con el pensamiento de clavarle el puñal que él mismo le regaló. En su interior una voz le decía lo que debía hacer. Mientras se acercaba a la cama, cogió el puñal de diamante negro con suavidad para no despertar al chico que estaba durmiendo en la cama. Cuando llegó su alcance, el rey levantó el puñal con la mirada furiosa en el chico que dormía plácidamente. Entonces bajó rápidamente el puñal para acabar lo que había empezado, sin embargo el puñal salió disparado clavándose en la pared. El chico tenía en su poder el escudo de diamante, una esfera de color verde azulado, el cual solo aparece para proteger al ser definitivo.

El rey miró asombrado el puñal en la pared, al girarse, el chico no estaba, la cama estaba vacía. Una sombra estaba detrás de él, en el balcón, el chico no era como siempre, en su espalda había dos alas negras, una cola negra y puntiaguda y unas garras enormes.

El rey se dio cuenta de que ese chico tenía más poder que él, aunque enseguida sacudió la cabeza para no creerlo.

Antes de que se diera cuenta, el chico volvió a su forma humana, aunque su mente estaba aún en la oscuridad. Ambos levantaron las manos al nivel de los hombros, sus miradas estaban llenas de odio. El rey lanzó una ola de hielo que atravesó la habitación en dirección al príncipe, que destruyó el hielo con una ola de cristal.

Se hizo el silencio, solo se oía el viento. El rey horrorizado, se giró para huir, pero la puerta se cerró dando un portazo. El chico controlaba todo a su alrededor, incluido el puñal, que salió disparado hacia el rey, aunque falló. Una chica atrapó el puñal con los dedos. Era Milky Rose, la cuidadora del príncipe, una chica de pelo violeta, con un traje morado y blanco con rosas azules en el pecho, en los guantes y en las botas.
Ella logró hacer que el príncipe recobrara el sentido. No solía acordarse de nada, pero esta vez sí, de repente dio un salto por el balcón y se fue volando a otro reino, un lugar congelado, el lago, las montañas, el palacio, todo lo que el hielo podía engullir.


El príncipe voló hacia donde estaba la responsable del invierno eterno. Llegó hacia un castillo de hielo, era una obra de arte, las paredes, el suelo, el techo, las puertas, incluso una lámpara en lo más alto. El príncipe subió las interminables escaleras, unas detrás de otras, hasta llegar a lo más alto del castillo, donde se encontraba ella, en el balcón, una princesa de pelo blanco, y un traje brillante de hielo. Se giró y sus miradas se encontraron.

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