lunes, 16 de diciembre de 2013

Un sueño llamado libertad, por José García


Cuentan que existió una vez en la tierra un lugar de gran hermosura y belleza. Su paisaje se mostraba con grandes contrastes, desde las dibujadas y doradas dunas del desierto a enormes vergeles, con grandes lagos y caudalosos ríos que fertilizaban sus tierras. Pasando por territorios extensos denominados sabanas.

En ellas podían encontrarse antiquísimos vestigios culturales, desde grandes y enigmáticas pirámides, a la primera Madraza en tierra de unos seres misteriosos, los Tuareg. Que introdujeron costumbres y tradiciones ancestrales. Una tierra rica, que atesoraba en su subsuelo, gran cantidad y variedad de minerales. Todos valiosos y algunos de los denominados preciosos, como el oro o el diamante.

Ello la hizo ser codiciada por los hombres. Deseosos de poseer, violaban y esquilmaban esa tierra y sus gentes. Causando guerras, pobreza y calamidades.

En la parte más meridional de esta tierra, más allá, de la región de los grandes lagos, en las laderas sur de la Amatola, se extendía un territorio llamado Xhosa, de abundantes lluvias, que nutría a incalculables arroyos que vertían sus aguas en el Gran Rio Fish. Esto dotaba a esa tierra de una naturaleza envidiable, pero tristemente encajonada en los prejuicios raciales. Donde los nativos eran sometidos a persecuciones e infamias, tales como palizas y torturas. Pues bien, allí, hace mucho, mucho tiempo, en una aldea llamada Mvezo, nació Rolihlahla, su padre era miembro de la Casa Real de Thembu.

Desde joven renunció a esa jefatura tribal, y aunque recibió una educación ajena a su etnia, acudía a reuniones nocturnas con ancianos. Donde podía conocer la historia y civilizaciones de sus antepasados. Este joven fue creciendo, siendo testigo del sufrimiento y padecimiento de su pueblo. Cuentan que logró terminar sus estudios de Derecho. Y que desde ese mismo momento, todo su conocimiento y esfuerzo, lo unió a la suerte de la clase más oprimida. Y junto a ella se dispuso a recorrer el largo camino que debía conducirles a la libertad.

Los que le conocían, decían, que aquel día en Mvezo, de la etnia Xhosa, había nacido un hombre bueno. Aunque, como el mismo decía, reducir que todo es producto de una persona, es menospreciar el esfuerzo, el sacrificio y hasta el martirio de otras muchas. En este recorrido, le persiguieron, le tacharon de terrorista, le denostaron e intentaron impedir su labor revolucionaria.

Sucedió pues que, así como su nombre Rolihlahla, significa “arrancar la rama del árbol”, él fue arrancado de esa ansiada libertad y encarcelado. Pero a pesar de su prolongado encierro, que duró muchísimo, casi una vida, no conseguirían doblegar su sueño y siguió siendo referente para todo un pueblo que continuó su lucha por la libertad. Su vida representó para todo el mundo, la dignidad.


Cuentan que, casi un siglo, después de haber visto por primera vez la luz en aquella aldea, después de conseguir cotas de libertad y bienestar para todo un pueblo, su cuerpo ya cansado encontró el merecido descanso. Todo el mundo le lloró. Pero el espíritu, el legado de dignidad y compromiso con los más oprimidos, de aquel hombre bueno y al que todos conocieron como Madiba, voló libre por siempre en el tiempo. 

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