lunes, 16 de diciembre de 2013

El origen de una leyenda: Año 1611 "El Aquelarre", por Matilde López de Garayo.


En el firmamento apareció la primera estrella vespertina de aquel viernes de otoño.

-Seguro que se reúnen esta noche, eso es lo que les he oído a los monjes- Comentó Iñaki a Koldo que  estaba a su lado. Ambos, de unos doce años, se encontraban escondidos entre unos helechos cerca de la oquedad de piedra. Se alzaban de vez en cuando para contemplar el camino que les separaba de la cueva, sin darse cuenta que aplastaban al mismo tiempo cantidad de setas que habían crecido hacía unos días por la humedad de la tierra. 
Las pequeñas partículas de la  “Amanita muscaria”, se iba adhiriendo no solo en los ropajes sino también en las manos, incluso en la cara cuando se agazapaban al escuchar algún ruido entre los arbustos.

La luna llena se ocultaba a ratos tras las nubes  cada vez más densas. El viento meneaba las ramas que junto a la oscuridad que se iba adentrando en la maleza, deformaban las sombras alargándolas o achicándolas dándole al bosque un aspecto fantasmal.

-No han llegado aún, es nuestra oportunidad para entrar ¡Vamos!- Susurró Iñaki tirando de su amigo.

Traspasaron sigilosamente el trayecto y se ocultaron detrás de unas rocas, desde ahí divisaban el escenario donde se celebraban ritos paganos. No hablaban, sólo esperaban. Los nervios hacían que se pasaran continuamente las manos por la cara.

No te duermas, Koldo- Tenemos que estar atentos para cuando convoquen a Satanás- Y le dio un codazo para espabilarlo.
-No duermo, estoy aterido de frío y de miedo, ¿No crees que el diablo nos descubrirá?
-No digas bobadas, estará muy ocupado haciendo esas “cosas” con las mujeres y también con los hombres, según he oído... y  devorando a sus hijos.
-¿A sus hijos?
-Si, son ofrendas para él.
-¿No crees que exageras? Esos ritos, dice mi padre, que provienen de nuestros ancestros, que se celebraban adorando a otros dioses, y que la Iglesia los prohibió hace tiempo, que nunca se había hablado del Demonio ni de niños que...
-¡Shhh!- Ya llegan
-¿Pero si es?- Señala Koldo a alguien conocido.
-¡Calla! ¡Si1 Hay personas del pueblo, pero calla.  

La gente que llegaba iba apilando leña que había recogido por en camino Los participantes colocaron en un trípode de hierro oxidado un caldero ennegrecido, y esperaron a que el agua hirviera para añadirle determinadas sustancias líquidas y hierbas. Koldo observó que de una  jaula sacaban sapos verdes conocidos por su poder alucinógeno e incluso venenoso.
-Iñaki ¿Qué hacen con los sap...
-Esas pócimas son para atraer a Satán- Le corta el muchacho- Lo he escuchado en la abadía.
-¿Cómo te has podido enterar?- Preguntó Koldo con cara de asombro- Me escondo detrás de los sacos de trigo que hay en la estancia donde se reúnen los frailes, están preparando arrestarles en pleno, en pleno, no me sale la palabra, en pleno aquelarre, quizás esta noche...  

Ajenos a los niños, algunos de los componentes del rito pagano bebían el brebaje del caldero, y comenzaban a danzar de una manera organizada alrededor de una especie de ara de piedra donde se tumbaban alguno de ellos, para untarles el mismo brebaje por vía vaginal a las mujeres o anal a los hombres. 

Las sustancias alucinógenas   empezaron a hacer efecto en los danzantes acelerando el ritmo. Los movimientos iban siendo cada vez más seductores y embriagadores, más sexuales y primitivos. 

Koldo comenzó a mover la cabeza de un lado a otro, afectado por la droga de las setas que habían llegado a su cerebro a través de la piel - Iñaki, no sé que me pasa, veo las caras que se deforman, los colores, los colores son muy brillantes, y las voces parecen que se van y vuelven, además tengo la sensación de que vuelo...
-A mí me pasa lo mismo, creo que nos estás embrujando. Satanás está a punto de llegar. ¡Seguro! Ambos miraban a su alrededor escrutando los rincones oscuros a ver si descubrían al Maligno.

En el altar se tumbó una joven y con las piernas entreabiertas invitaba a un hombre a yacer con ella.

Iñaki y Koldo veían  la escena asombrados, su mirada era vidriosa y obscena  y estuvieron a punto de chillar cuando vieron que se acercó un macho cabrío cerca del grupo, se entremezcló con ellos, que ajenos a este hecho danzaban ya con una sucesión frenética de sacudidas, y totalmente desnudos.
-¿Es Él? – preguntó Koldo señalando al animal y tapándose la boca asombrado.
-¡Siiiiiii! –Responde Iñaki sin perder un solo detalle de la escena donde habían dado paso a la liberación de los instintos carnales.  Además pronto se vieron rodeados de un rebaño de cabras que habían estado paciendo cerca y  que se aproximaban al calor de la hoguera.

La ceremonia estaba llegando a su clímax cuando se  alumbró de golpe por el  resplandor del primer relámpago de la tormenta. Se reflejaron sobre el fondo de la gruta, las sombras de los participantes y de las cabras, cuyos cuerpos estaban  bañados en rojo por la luz de la fogata. Al tiempo de estallar el trueno aparecieron los alguaciles  y detrás los hábitos blancos y negros, crucifijo en mano para exhortar a Satán y detener a sus hijos.

Dos semanas más tarde de la detención de los brujos, Iñaki y Koldo van a presenciar la ejecución desde lo alto de un carro lleno de paja,  hoy serán quemados. La gente se empieza a impacientar, chillan y tiran restos podridos hacia el patíbulo donde doce postes están erguidos sobre una plataforma de  forma que lo puedan ver desde todos los puntos de la plaza. En la base de cada palo, la pira de leña está preparada para ser encendida, atados a ellos seis hombres y seis mujeres con túnicas ensangrentadas por sus cuerpos debido a la tortura,  dejan caer la cabeza sobre el pecho para defenderse de los ataques de los piadosos que no paran además de atacarles y de escupir. En el palco con aspecto solemne y extremadamente altivos  los dominicos se aferran al símbolo de su Fe.


Koldo contempla la plaza, a sus vecinos enloquecidos y excitados por el espectáculo que aguardan, al verdugo encendiendo la antorcha y acercándola a la primera lumbre,  a los representantes del pueblo y de la Iglesia. Menea la cabeza de un lado a otro, primero despacio luego más rápido. La plaza, los vecinos, los monjes, el verdugo, los brujos,  se muerde los labios y le pregunta a su amigo - ¿Crees que hicimos bien declarando lo que vimos?

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