En el firmamento apareció la
primera estrella vespertina de aquel viernes de otoño.
-Seguro que se reúnen esta noche,
eso es lo que les he oído a los monjes- Comentó Iñaki a Koldo que estaba a su lado. Ambos, de unos doce años,
se encontraban escondidos entre unos helechos cerca de la oquedad de piedra. Se
alzaban de vez en cuando para contemplar el camino que les separaba de la
cueva, sin darse cuenta que aplastaban al mismo tiempo cantidad de setas que habían
crecido hacía unos días por la humedad de la tierra.
Las pequeñas partículas de
la “Amanita muscaria”, se iba adhiriendo
no solo en los ropajes sino también en las manos, incluso en la cara cuando se
agazapaban al escuchar algún ruido entre los arbustos.
La luna llena se ocultaba a ratos
tras las nubes cada vez más densas. El
viento meneaba las ramas que junto a la oscuridad que se iba adentrando en la
maleza, deformaban las sombras alargándolas o achicándolas dándole al bosque un
aspecto fantasmal.
-No han llegado aún, es nuestra
oportunidad para entrar ¡Vamos!- Susurró Iñaki tirando de su amigo.
Traspasaron sigilosamente el
trayecto y se ocultaron detrás de unas rocas, desde ahí divisaban el escenario
donde se celebraban ritos paganos. No hablaban, sólo esperaban. Los nervios
hacían que se pasaran continuamente las manos por la cara.
No te duermas, Koldo- Tenemos que
estar atentos para cuando convoquen a Satanás- Y le dio un codazo para
espabilarlo.
-No duermo, estoy aterido de frío
y de miedo, ¿No crees que el diablo nos descubrirá?
-No digas bobadas, estará muy
ocupado haciendo esas “cosas” con las mujeres y también con los hombres, según
he oído... y devorando a sus hijos.
-¿A sus hijos?
-Si, son ofrendas para él.
-¿No crees que exageras? Esos
ritos, dice mi padre, que provienen de nuestros ancestros, que se celebraban
adorando a otros dioses, y que la Iglesia los prohibió hace tiempo, que nunca
se había hablado del Demonio ni de niños que...
-¡Shhh!- Ya llegan
-¿Pero si es?- Señala Koldo a
alguien conocido.
-¡Calla! ¡Si1 Hay personas del
pueblo, pero calla.
La gente que llegaba iba apilando
leña que había recogido por en camino Los participantes colocaron en un trípode
de hierro oxidado un caldero ennegrecido, y esperaron a que el agua hirviera
para añadirle determinadas sustancias líquidas y hierbas. Koldo observó que de
una jaula sacaban sapos verdes conocidos
por su poder alucinógeno e incluso venenoso.
-Iñaki ¿Qué hacen con los sap...
-Esas pócimas son para atraer a
Satán- Le corta el muchacho- Lo he escuchado en la abadía.
-¿Cómo te has podido enterar?-
Preguntó Koldo con cara de asombro- Me escondo detrás de los sacos de trigo que
hay en la estancia donde se reúnen los frailes, están preparando arrestarles en
pleno, en pleno, no me sale la palabra, en pleno aquelarre, quizás esta
noche...
Ajenos a los niños, algunos de
los componentes del rito pagano bebían el brebaje del caldero, y comenzaban a
danzar de una manera organizada alrededor de una especie de ara de piedra donde
se tumbaban alguno de ellos, para untarles el mismo brebaje por vía vaginal a
las mujeres o anal a los hombres.
Las sustancias alucinógenas empezaron a hacer efecto en los danzantes
acelerando el ritmo. Los movimientos iban siendo cada vez más seductores y
embriagadores, más sexuales y primitivos.
Koldo comenzó a mover la cabeza
de un lado a otro, afectado por la droga de las setas que habían llegado a su
cerebro a través de la piel - Iñaki, no sé que me pasa, veo las caras que se
deforman, los colores, los colores son muy brillantes, y las voces parecen que
se van y vuelven, además tengo la sensación de que vuelo...
-A mí me pasa lo mismo, creo que
nos estás embrujando. Satanás está a punto de llegar. ¡Seguro! Ambos miraban a
su alrededor escrutando los rincones oscuros a ver si descubrían al Maligno.
En el altar se tumbó una joven y
con las piernas entreabiertas invitaba a un hombre a yacer con ella.
Iñaki y Koldo veían la escena asombrados, su mirada era vidriosa
y obscena y estuvieron a punto de chillar
cuando vieron que se acercó un macho cabrío cerca del grupo, se entremezcló con
ellos, que ajenos a este hecho danzaban ya con una sucesión frenética de
sacudidas, y totalmente desnudos.
-¿Es Él? – preguntó Koldo
señalando al animal y tapándose la boca asombrado.
-¡Siiiiiii! –Responde Iñaki sin
perder un solo detalle de la escena donde habían dado paso a la liberación de
los instintos carnales. Además pronto se
vieron rodeados de un rebaño de cabras que habían estado paciendo cerca y que se aproximaban al calor de la hoguera.
La ceremonia estaba llegando a su
clímax cuando se alumbró de golpe por
el resplandor del primer relámpago de la
tormenta. Se reflejaron sobre el fondo de la gruta, las sombras de los
participantes y de las cabras, cuyos cuerpos estaban bañados en rojo por la luz de la fogata. Al
tiempo de estallar el trueno aparecieron los alguaciles y detrás los hábitos blancos y negros,
crucifijo en mano para exhortar a Satán y detener a sus hijos.
Dos semanas más tarde de la
detención de los brujos, Iñaki y Koldo van a presenciar la ejecución desde lo
alto de un carro lleno de paja, hoy
serán quemados. La gente se empieza a impacientar, chillan y tiran restos
podridos hacia el patíbulo donde doce postes están erguidos sobre una plataforma
de forma que lo puedan ver desde todos
los puntos de la plaza. En la base de cada palo, la pira de leña está preparada
para ser encendida, atados a ellos seis hombres y seis mujeres con túnicas
ensangrentadas por sus cuerpos debido a la tortura, dejan caer la cabeza sobre el pecho para
defenderse de los ataques de los piadosos que no paran además de atacarles y de
escupir. En el palco con aspecto solemne y extremadamente altivos los dominicos se aferran al símbolo de su Fe.
Koldo contempla la plaza, a sus
vecinos enloquecidos y excitados por el espectáculo que aguardan, al verdugo
encendiendo la antorcha y acercándola a la primera lumbre, a los representantes del pueblo y de la
Iglesia. Menea la cabeza de un lado a otro, primero despacio luego más rápido.
La plaza, los vecinos, los monjes, el verdugo, los brujos, se muerde los labios y le pregunta a su amigo
- ¿Crees que hicimos bien declarando lo que vimos?
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