lunes, 30 de diciembre de 2013

La vida es amor, por José García


Hola amor. Me parece estar reviviendo la misma historia de hace treinta y cinco años. Tú bien sabes a que me refiero. La diferencia está, que hoy no soy yo, sino nuestra hija quien sufre en su cuerpo la incertidumbre sobre la salud del futuro ser que empieza a crecer en su vientre. Y que hoy no estás junto a mí, y no me acompañará tu complicidad para librar el dolor. La misma con la que afrontamos aquella angustiosa decisión.

No fue nada fácil, recuerdas. Cuando supimos de mi embarazo, después de que me hubieran realizados varias radiografías por un problema de trauma. Estado que no esperábamos, pues por aquel entonces ya teníamos dos hijas, de tres años y escasos cinco meses respectivamente. La posibilidad de que las radiografías pudieran haber afectado al feto, nos inquietó. Primero porque sicológicamente no estábamos preparado para un nuevo embarazo y más aún si había que afrontarlo con estas complicaciones. La incertidumbre nos mantenía enajenados y absorbidos la mayor parte del tiempo. Por lo que decidimos buscar ayuda al respecto. Había que hacerlo con precaución extrema, casi en secreto. Pues por aquel entonces la interrupción del embarazo se consideraba un delito. Y cualquiera podía denunciarte.

A través de un amigo contactamos con un círculo de gentes de ideas progresistas al respecto y dispuestas a echarnos una mano. Recuerdas, aquellas visitas casi clandestinas a la consulta. La receta de aquellas inyecciones, que no retiramos en farmacia alguna, sino en un domicilio particular. Las cuales no tuvieron efecto. Después el viaje a Faro (Portugal). Donde, con buen criterio, denegaron la interrupción. Ante el avanzado estado del embarazo y la falta de medios y condiciones para realizarlo con unas mínimas garantías. Situación, que pese al trastorno que nos ocasionaba, tuvimos que agradecer. El último recurso que nos quedaba era Londres (Inglaterra). De aquel vuelo que partió desde Málaga, al llegar al Hospital, coincidimos ocho familias. El “extracto social” y los motivos, varios, pero todos con una misma necesidad.

No, no fue fácil la interrupción. Pero a quien contar todo esto. El dolor, el miedo, la incertidumbre, la angustia, las lágrimas derramadas de una mujer cuando ha tenido que someter su cuerpo a esta traumática experiencia tanto física como psíquica. Hoy, afortunadamente, nuestra hija no tendría que pasar por todas estas vicisitudes. Solo espero y deseo que las circunstancias no sean adversas y pueda disfrutar de su maternidad libre, saludable y dignamente.

Pero, fíjate, esta realidad por increíble que parezca puede durar poco. Y éste dilema que parecía superado, puede resurgir de las catacumbas de la historia. Y cuestionar el derecho de toda mujer, a disfrutar de su maternidad, como una opción personal, voluntaria y libre. A ninguna mujer se le puede obligar a una maternidad no deseada. Una sociedad de individuos libres, plural y democrática no se puede regir por una opción personal de sus gobernantes ni por confesión particular alguna. Además es banal y hasta cruel, considerar la excepción para limitar las reglas. Prohibir no te hace más libre.

Como tu bien sabes en tiempos difíciles, nos convertimos más vulnerables y cada cual trata de librar su particular guerra. Obviando que cada paso atrás o frenazo en los derechos y libertades individuales o en colectivos concretos, nos afectan a todos y merman nuestra capacidad de defensa. Tú solías decir. “La igualdad solo es posible entre ciudadanos, cuando estos se encuentran en idénticas condiciones en el ejercicios de sus responsabilidades. Cuando hombre y mujer, trabajador y trabajadora, padre y madre, encuentren amparo en un mismo proyecto social.” Si la mujer vuelve a ser tutelada, en algo tan vital como su propia maternidad, todos estaremos perdiendo la batalla de la libertad, la dignidad y la igualdad.

Hoy con argumentos no exentos de cierta hipocresía, tratan de imponer su “moralidad” y criterios. Dicen, “En defensa de la vida,” pero resultan poco convincentes. Cuando se apoyan medidas que nos deshumaniza y criminalizan a los más desprotegidos, que cada día son más ante el desequilibrio que supone un desigual reparto de las riquezas. Cuando millones de personas pasan hambre y mueren en el mundo, en su mayor parte niños.

 Tú dirías que la motivación es ideológica, y en ello coincidimos. Los tan maníos cambios demográficos producidos por la disminución de los niveles de natalidad. Cuyas causas, según los sectores más rancios de la sociedad, tienen su origen en: El intento de incorporación de la mujer al mercador laboral. Retraso en la edad del matrimonio. El aumento del número de familias inestables (monoparentales, homosexuales). La disminución de la familia tradicional.

No entienden que hoy la maternidad no sea vista como el ideal de toda mujer, trabajadora o no. Que el reparto de responsabilidades dentro de la familia se desequilibra en detrimento de la madre trabajadora con respecto del padre. Que el debate no está en recortar el Estado, sino en reforzar sus estructuras del bienestar, para mejorar las condiciones económicas y sociales básicas, en las que puedan desenvolverse las familias con hijos.


Bueno, cierro el diario por hoy, que más te voy a contar que no sepas, han sido muchos años juntos y compartidos. Mañana acompaño a nuestra hija al Hospital, solo deseo que su capacidad de amar, sea compensada y el embrión que se desarrolla en su vientre, pueda ver la luz lo suficientemente saludable para tener una vida digna. Porque la vida, solo es posible, desde el amor.

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