miércoles, 18 de diciembre de 2013

La búsqueda de Aldahir el rojo, por María del Mar Quesada


Aldahir  el Rojo no fue siempre el marino de pelo rojizo, consumido por su mal carácter, y con el ojo herido por una cicatriz del corazón.  En su juventud fue un joven  atlético,  de trato amable, cuyo color de pelo pasaba desapercibido entre sus congéneres  hiperbóreos. Su nombre “reposo de caballos” tenía significado en su pasado,  pues amaba a aquellos animales como a un igual. También amaba  el bosque oscuro y sagrado, amaba la tierra que pisaba: Glendalough.

Cómo un hombre de tierra se convierte en hombre de mar, puede ser extraño y contradictorio. La explicación, de este cambio de rumbo, se halla en un viaje de iniciación que se desvía del camino y termina en otro puerto diferente.  Se desvía, porque a mitad del sendero  encuentra un amor que no espera, aunque en la sangre de la raza celta, esté escrito que “En Éire, cada rey debe tener su reina, pues el hombre solo está completo  cuando  tiene una mujer a su lado”.

El joven Aldahir en su primer viaje en soledad, solo pretendía observar otros bosques, otras tierras, otros caballos. Sin embargo, cuando llegó a Wicklow, lo primero que encontró en aquel clan, fue a Muirgheal.  Supo que la encontraron, años atrás, en una barcaza varada en la orilla del Muir Éireaan,  cerca del asentamiento de  Wicklow, rodeada de cadáveres, supuestamente los restos de su familia. Nunca supieron cómo aquella niña de piel blanca y cabellera negra como la noche, había sobrevivido.  La adoptaron y le pusieron Muirgheal “mar brillante” por el lugar donde apareció y por el brillo  de sus ojos y su pelo.

Nada más verla, Aldahir quedó subyugado bajo el poder de la oscuridad  de sus ojos y  el resplandor de sus cabellos. Esa joven era un enigma y muy diferente a las bravas mujeres de su familia. Ella simbolizaba la delicadeza, la fuerza, la cercanía y al mismo tiempo el misterio. Todo lo que un joven como Aldahir  desconocía y quería conocer. Durante su estancia en el clan de Wicklow, él  se olvidó de los bosques, de la tierra, de los caballos. Todo su tiempo y sus sentidos eran para ella, estaba fascinado con la cadencia de su voz, con la suavidad de su  piel clara,  con el olor de su cabello, con el sabor de su boca, con la sinuosidad de su figura. Se dejó seducir por la historia que ella jamás había contado a nadie, la de antes de llegar a aquella orilla. Aldahir fue el primero en descubrir los anhelos de Muirgheal: cruzar ese mar que le arrebató a su familia, sus orígenes, su vida y volver a su tierra.

El joven prometió cumplir su sueño por ella.

Nunca había visto el mar antes, creía que  el agua  calmada  que disfrutaba con ella todas las noches, no tenía peligro. Para él, el peligro en aquella playa, solo fue cuando Muirgheal,  jugando, le  lanzó una pequeña piedra y le dio en el ojo. Aldahir no era consciente de que existe un mar más violento que se traga a los hombres y sus esperanzas. Así que se embarcó en su nueva vida de marinero inexperto. Su valor y su deseo de volver para llevarse a Muirgheal,  suplieron la ignorancia del muchacho.

  

Aquel primer viaje, que pensó le llevaría unos meses, duró dos años. Cuando regresó a Wicklow  no había nadie esperando. Ella se había marchado en busca de su propio sueño. Aldahir no sospechó que había sido abandonado y olvidado. Loco de esperanza, salió a buscar a Muirgheal.

Aquella búsqueda ya lleva gastados veinte años de su vida. Entre batallas, conquistas, tesoros y heridas, ha estado persiguiendo una ilusión. Ese largo trayecto vital ha convertido al joven Aldahir, en el temible Aldahir el Rojo.

Con más de cuarenta años se ha hecho al mar, como en su  infancia se hizo a la tierra. Es un hombre con riquezas, amo de su propio barco, de su tripulación y  famoso como infatigable explorador y conquistador. Pero ni sus enemigos, ni sus pocos amigos conocen  que este bravo guerrero tiene el  corazón lleno de temores.

Esa pequeña cicatriz en el ojo es el recuerdo constante de sus miedos. Miedo a enfrentarse a su propio pasado, al bosque sagrado, a su tierra en Glendalough. Temor  porque se olvidó de sí mismo y ahora es, quién nunca quiso ser. Pánico porque  traicionó todo lo que era, todo lo que creía, todo lo que le enseñaron, para perseguir el fantasma de una ilusión con cuerpo de mujer.


Muirgheal, cuya sola evocación le recuerda que jamás pertenecerá otra vez a Éire, porque Aldahir el Rojo es y será un hombre incompleto, para siempre. 

1 comentario:

  1. Un hombre...Un hombre...Que persigue sus sueños no Será un hombre incompleto siempre por que es un hombre que busca Su Norte...Que busca su Cruz y la Sigue hasta ke la Encuentra entonces se realiza...pero Ke es un Hombre sin Sueños sin Aspiraciones es...es menos que polvo...mas le valdria a verse convertido em polvo del Kosmos ke no seguir su Crux...

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