miércoles, 2 de abril de 2014

¿Dónde estamos? por Carmen Gómez Barceló


El aeropuerto de Kuala Lumpur se presentaba ante ella como un gigante de acero.

Suki, una muchacha malaya de 18 años, acompañada de su tío Adbul, entraba en el aeródromo  algo inquieta, pero expectante. Nunca antes había viajado y menos aún, sola. Cuando estuvo dentro del mastodóntico edificio, el frio acero se tornó calidez, y el contacto con la muchedumbre que por allí pululaba le tranquilizó, sintiéndose un poco como en casa. El color de las múltiples tiendas de comidas, regalos y chucherías le animaron bastante, por lo que olvidó la angustia que le inundaba mientras se dirigía al mostrador de las Líneas Aéreas Aerline que era la que le llevaría hasta Pekín, su destino.

La señorita que le atendió, después de comprobar  los documentos y el pasaje, aconsejó a Abdul que se despidiera de su sobrina, y a continuación hizo pasar a la chica hasta el control de aduana. Allí, tuvo que poner su mano sobre una pequeña plataforma  para registrar sus huellas -es por seguridad- le dijo el agente al percibir cierta desconfianza por parte de Suki. Acto seguido, el amable agente le indicó el camino hasta la puerta de embarque.

Mientras esperaba la numerosa cola, Suki que era una chica bastante despierta, recordaba todo lo ocurrido desde que llegó al aeropuerto. – “La chica que recogía los documentos, no se ha fijado en mi cara… además algunas personas no han puesto sus huellas en el identificador. ¡Qué desastre de seguridad!” pensaba, girando la cabeza a uno y otro lado. Así, a ratos hablando consigo misma y otras, observado a los niños que correteaban alrededor de sus madres. La cola era algo parecido a un dragón multicolor que se iba adentrando poco a poco en la enorme barriga del avión.

Suki subió la escalerilla y entró en el aparato que le llevaría hasta Pekín. De pronto una sensación de ahogo le impedía respirar con normalidad. Miró al fondo del habitáculo y le pareció estar dentro de una tubería gigante sin resquicio que dejara entrar el aire. Pensó en volverse a casa, pero era mucho lo que tenía que perder si así lo hacía; Su tío le había salvado del infierno que habría supuesto su inminente boda con aquél viejo a cambio de unas pocas ovejas. No, no volvería, respiró todo lo hondo que pudo y buscó el número de su asiento.

El viaje transcurría más o menos bien, pero cuando llevaban un rato en el aire, Suki vio como unos hombres que parecían militares, entraron en la cabina de la aeronave, más tarde se oyeron gritos y golpes y seguidamente el avión se giro hacia abajo, entrando en picado al mar. Por las ventanillas se podía ver el agua, la gente se levantaba aterrorizada y los niños lloraban.

Dentro del mar, el aparato seguía bajando cada vez más, y lo más extraño era que no entraba agua por ningún sitio y que además se podía respirar. La gente preguntaba y preguntaba pero la tripulación hacía oídos sordos. “-Qué raro, es como si todo esto estuviera planeado.”- elucubró Suki. En ese momento una gran boca circular se abrió en el fondo marino y engulló al pájaro de acero. Pasaron por lo que parecían diferentes cámaras hasta que llegaron a una gran plataforma, donde quedaron parados. Entonces el ahora comandante de la nave habló.

-Señores pasajeros, hemos llegado a nuestro destino. Nos encontramos en la ciudad acuática “Pacífico”. Entre el pasaje están los mejores científicos y los hombres y mujeres más sanos y prolíficos.  Habéis sido seleccionados para vivir aquí para siempre. Para eso tendréis aquí todo lo necesario, y gracias a vosotros quizá la humanidad tenga esperanza de continuar existiendo. La Tercera Guerra Mundial está a punto de declararse y estamos estudiando una nueva forma de vida aquí, en el fondo del mar ya que salir al espacio exterior era demasiado caro.

Un hombre que por su indumentaria parecía indio gritó: -¡Nos encontrarán, seguirán el rastro de nuestros móviles y nos encontrarán!

-Cálmese señor, será lo mejor para todos. Cuando estemos instalados, romperemos el avión y lo dejaremos que salga a la superficie. Todos creerán que hemos muerto ahogados cuando encuentren los restos.


Suki no dejaba de sorprenderse con lo que estaba ocurriendo y aunque pensaba en su familia, no podía evitar sentirse emocionada con la aventura. Un señor con barba y bigote se le acercó y le dijo: "El futuro es demasiado incierto como para no tener otros planes." 

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