El lugar era de lo más
deprimente. La mugre se acumulaba en sórdidos callejones, en cuya penumbra se
adivinaban tambaleantes formas con apariencia de zombis. Con precaución pero
decidido y entre la curiosa e inquietante mirada de los habituales del lugar,
se adentró en aquellas calles. Al cabo de unos minutos, la luz de una de las
escasas farolas iluminaba el rótulo en castellano de aquel establecimiento,
“Café Quimera.” Se paró frente a él, aquello era un mal tugurio.
George vestía pantalón
y chaquetilla vaquera, no era muy robusto aunque de aspecto atlético, sus
movimientos suaves adivinaban su control corporal y agilidad. Empujó decidido
la puerta. Con una mirada examinó minuciosamente el recinto, a la izquierda la
barra, tras ella un enjuto y mal encarado camarero. A la derecha no más de
media docena de mesas. En la más cercana a la puerta y pese a la luz de baja
intensidad del local, cuatro individuos jugaban a las cartas, fumaban y
consumían alcohol. Una pareja se amorraban en un rincón, ajenos a todos los
demás. Y al fondo, junto a una pequeña puerta, dos individuos de aspecto
robusto compartían una botella de whisky, aunque ojo avizor a cuanto se movía,
por lo que fijaron su vista en él desde que puso los píes en el local.
George se dirigió hacia
el individuo de la barra. Sacó una foto del bolsillo superior de su chaquetilla
y le preguntó.
-¿Le
conoces?
Este casi sin mirarlo
le espetó.
-¿Y
porque había de conocerlo?
-Le
has visto por aquí. Inquirió de nuevo.
-No,
no le he visto y lárguese de aquí amigo.
Al tiempo que miraba de
reojo a los dos individuos que permanecían junto a la puerta del fondo. Estos
hicieron rápidamente ademan de incorporarse, pero de forma súbita en la mano
derecha de George apareció un arma que disparó haciendo saltar en mil pedazos
la botella de whisky y desparramando éste sobre la mesa y suelo del local, los
dos robustos sujetos quedaron paralizados. Al instante, sin tiempo para
reaccionar, agarró por la solapa al aún sorprendido camarero y lo atrajo hacia
él encañonándole con el arma. La pareja del rincón y el resto de los que se
encontraban en el bar salieron despavoridos.
-Ahora
me vas a llevar junto a él. Diles a esos dos que no traten nada y que se
aparten de la puerta.
-Si, ¡como quieras!
George sin soltar al
mal encarado camarero y sin perder de vista a los dos fornidos matones, cruzó
la pequeña puerta del fondo. Esta daba paso a un largo pasillo en penumbra con puertas
a ambos lado del mismo. Avanzó con precaución por dicho pasillo, cuando se
acercaba al final, la puerta del fondo se abrió de repente. Apareciendo el
personaje de la foto, llevaba el torso
desnudo y sujetaba un arma entre sus manos que disparó contra George, que en un
acto reflejo se parapetó con el camarero, recibiendo éste el impacto en el
pecho. George, de forma inmediata, lanzó a éste contra el individuo que acababa
de disparar y abalanzándose sobre él logró reducirlo rápidamente en el suelo,
colocándole boca abajo y el arma en la nuca.
-¡Esto
se acabó miserable!
La habitación estaba
desordenada y embriagaba su hedor. Sobre la cama una joven desnuda y casi
adormecida por la droga, trataba sin éxito de incorporarse. Y un maletín con “el
fruto” de todas las extorciones y crímenes cometidos, dispuesto para escapar
con él. Cosa que hubiera hecho de no mediar la inesperada aparición de George.
Le apretó el arma sobre la nuca al tiempo que le decía.
-No
volverás a destruir más vidas de jóvenes inocentes, ofreciéndoles quimeras y
sueños irrealizables. No volverás a cegar más vidas.
En ese momento varias
sirenas sonaron de fondo e inmediatamente el alboroto de la policía irrumpiendo
en el local.
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