Era una tarde de jueves. Lei y su hija Ling regresaban del entierro de su madre, desde
entonces Lei tiene miedo a quedarse solo, por suerte tiene a Ling que no sale
mucho a causa de una depresión.
Un día Ling quedó con
su único padre al que contaba sus problemas para ir a dar una vuelta. Ling se
sentó en el banco del parque donde estaba, cabizbaja con la mirada cálida y los
ojos llorosos, esperando a que la esperanza le pudiese ayudar en algo y
resolver los problemas que tenía, tras la muerte de su querida y apreciada
madre. Levantándose lentamente, se dirigió a su padre quien la empujó, miró su
reloj y salió corriendo con la porra en la mano a trabajar. De pronto
aparecieron Lust y Pereza, dos compañeras de clase quienes se acercaban lentamente, con la mano alzada como si la
estuvieran saludando. Ella pasó, se giró y echó a correr hacia la dirección y
siguiendo las huellas que lentamente desaparecían por culpa de la lluvia
torrencial que empezó a caerle sobre su rostro, bajando sobre su abdomen y
finalmente al charco que tenía a sus pies.
Mientras Lei trabajaba para sacar su vida adelante y no
tener una existencia triste, mientras comía, de repente sintió un reflujo a
causa de la abundante comida.
Tras la muerte de su
mujer, con la que Lei salió durante muchos años y no le atraía mucho, Lei cambió su actitud estaba agresivo y mucho más
refunfuñón que antes.
Al día siguiente Lei se
arrepintió de lo que le había dicho a Ling
su hija, la abrazó, mientras las cálidas lágrimas de Ling caían sobre su
camisa rosa clarito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario