¡Va! ¡SI! Si...Respiro hondo.
Mano izquierda debajo de la derecha, los pulgares tocándose y los brazos a la
altura del primer chakra. Y ahora a meditar. Si, si te entiendo perfectamente.
Me encanta el humor que tiene este monje. Yo creo que es feliz, su sonrisa
desde luego es sincera. Que sí, que me concentro en mi respiración y en la
sensaciones del aire entrando por la nariz. Fresca cuando entra... No, no noto
nada cuando sale.
-Si os aparece un pensamiento
dejarlo pasar y concentraros en la respiración.
Que si, que eso intento,
inspiro, aire fresco, expiro... ¡Me van a estallan los pulmones! Inspiro,
expiro, inspiro, expiro. ¡No! No abro
los ojos que me desconecto. ¡Ea! Ya lo he hecho. He perdido la concentración.
La misma coronilla, ahí
sentado, delante de mi ¿Pero que te ha hecho venir? Vale tu compañera de
trabajo, María, te ha invitado. Nada más vernos me has tirado la primera puya.
Sigues igual. Yo no. Inspiro, expiro, inspiro, expiro. Eso, ¡Qué bien lo hago!
Busco que la mente se quede en blanco. En blanco la tendré cuando me muera,
porque ahora no hay quien se concentre.
Me dejaste con tu regalo de
cumpleaños en el asiento del copiloto. Te marchaste y sólo porque me despisté
en la hora. Pero te llamé. No fuiste capaz de esperarme ni diez minutos,
sabiendo que soy puntual pero despistada.
No me pierdo, en la
meditación, no, no. Inspiro, expiro, inspiro, expiro, despacio, despacio,
sintiendo el aire entrar por mis fosas nasales. Dos meses después me mandaste
un correo explicándome tu comportamiento. Estoy cansada de las rarezas de mis
amigos, de tus rarezas y de esas agresiones sutiles que antes no acababa de
comprender...
-Os quedan cinco minutos,
concentraros en la respiración. Dejar que los pensamientos fluyan y si aparecen
no importa, dejarlos pasar ¿Llegaré alguna vez a tener la mitad de la paz
interna que desprende este hombre? ¡No! Desde luego que no, si sigo pensando y
no concentrándome en la respiración. ¡Uf! ¡Qué difícil es esto de poner la
mente en blanco!
-Bueno y ahora cada uno que vaya
abriendo los ojos y situándose otra vez en la sala. ¡Qué! ¿Cómo os ha ido? – -¡Mira
como se ríe el monje! Creo que se ríe del mundo. ¡Si! Es feliz, ¡Es feliz!, no
me cabe duda. Pues yo he te diria... He estado dándole vueltas a lo que fue mi
relación con mi amigo, así me ha ido y se me ha jorobado la meditación. Me ha
ido ¡De puta madre! Estupendamente, ¡Je! A ver si la segunda me sale mejor. Y
los demás, ¿Les vendrán pensamientos mientras meditan? Seguro que sí, la rubia
aquella lo está diciendo ahora mismo, ella cuenta hasta diez para concentrarse.
Ha llegado el descanso. El de
la coronilla y su amiga se han ido a tomar el café fuera. No podían haberse
quedado con el grupo. ¡Huy! No me
extraña que haya vuelto sola su amiga. Raro, ¡Qué raro es! Y ¿Quién no?
Ha terminado el taller, ¿Me
despido o no de María?, ¿Porqué no, si no me ha hecho nada?
Así es la vida, sorprendente,
estoy sentada en casa de María, profesora de religión católica, a su lado una
chica que recogió el monje en la parada del metro, igual que a mi, enfrente el
monje budista, vestido de granate y amarillo ¡Claro está!, a su derecha la
dueña de la tienda de herboristería donde hemos hecho la meditación, después el
novio de la profesora a mi lado uno que
parece hippy y yo que no sé ubicarme en estos momentos de mi vida. No he
conseguido que la mente se haya quedado vacía en ninguna de las dos
meditaciones, pero con todos los platos que ha sacado de comida, llenando cado
espacio de la mesa, tengo asegurado que el
estómago si estará lleno.
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