Una
noche de domingo, agobiado por el caso que me traía dolor de cabeza durante
semanas, decidí salir del ático para despejarse y bajar a aquel bar de karaoke.
Podría despejarse, y quizás volver mañana a la rutina de otra manera.
Debido
a mi profesión como abogado, siempre era cuidadoso con el vestuario, pero para
esta noche y a estas horas, decidí ponerme un jersey cualquiera y unos vaqueros
oscuros, con unos botines desaliñados.
Sin
más, salí del ático y comencé a pasear por las calles de la ciudad en busca de
aquel bar, que no quedaba muy lejos, a tan solo dos manzanas.
Para
asombro, el bar estaba lleno. Miles de personas se agolpaban en la puerta no
dejando casi entrar. Arrepentido por aquella elección, me dejé llevar por la
masa de gente que me llevaban hacia el interior. Miraba
hacía un lado y a otro intentando dar una buena razón a tanto aglomeración.
Hombres y mujeres que parecían
expectantes antes lo que iba a suceder y que yo no sabía de qué se trataba.
Decidí
acercarme a la barra y por fin beber algo. Camareras exuberantes se encargaban
de servirlas, era puro negocio. Guapas, te sonreían y te preguntaban qué ibas a
beber. Esperé
largo y tendido a que alguna de esas señoritas me atendiera y por fin una de
ellas se dirigió a mí cuando, alguien me rodeó por detrás con sus brazos por el
cuello y gritó cerca de mi oído:
-
¡Ronda
de chupitos para este chico tan guapo y para mí!
Casi
sordo, giré la cabeza y descubrí una carita redonda y con una sonrisa de oreja
a oreja. Sus ojos eran marrones oscuros, casi negros. Mofletes que ocupaban
gorditos casi toda la cara y larga melena que caía suavemente por su rostro,
cuello y hombros.
Me
iba a dirigir a ella para explicarle que aquello no era buena idea cuando
extendió uno de sus brazos, cogió uno de los chupitos y de un sorbo, echando la
cabeza hacia atrás, se lo bebió. Atónito
no hice nada. Volvió
a extender su brazo para soltar su vaso y coger el otro que llevaba mi nombre.
Me lo acercó a mi mano derecha y al ritmo de:
-
¡Bebe,
bebe, bebe! - entre gritos dando golpes en la barra.
Imité
su movimiento y con la cabeza hacia atrás me lo bebí de un solo trago. No
fueron solo uno, ni dos, ni tres…al quinto ya había perdido la cuenta. Entre
trago y trago propuso hacer un juego. Ella me haría una pregunta y yo tendría
que beberme aquel chupito y luego contestar, diciendo eso sí, la verdad. Luego a
mi me tocaría preguntar y ella contestaría Sin
importarme las preguntas que pudiera hacerme, sino tan solo preocupándome por
cómo podría volver a casa después de tantos chupitos, comenzamos a jugar.
***
Con
el sonido desagradable del despertador, Jerry abría los ojos con cierta
incomodidad e intentaba mover con cierta molestia su brazo derecho para poder
así alcanzar a parar la alarma que había interrumpido su profundo sueño de un
rutinario lunes más.
La
habitación sin ninguna señal de luz gracias a sus insistencias por cerrar las
persianas y correr las cortinas, giró su cuerpo para acomodarse entre aquellas
sabanas y en uno de los movimientos sintió el suave y caliente tacto de un
cuerpo. Aun
torpe, disipó en la oscuridad una fina silueta situada justo a su lado y sin
encender la luz intento averiguar qué era aquello.
Agudizó
sus cinco sentidos para ir obteniendo pistas. Podía escuchar la respiración
pausada, podía reconocer aquel perfume fresco que desprendía, podía tocar con
sus manos aquella larga melena que descansaba sobre la almohada. Pero conseguía
tan solo intuir una silueta de mujer…movido por la curiosidad volvió a
colocarse de cara a la lamparilla, que ocupaba la improvisada mesilla de noche
con unos cuantos libros de derecho, y apretó el interruptor.
La
luz tenue amarilla de aquella lámpara dejó ver lo que parecía una evidencia.
Encontró a un joven mujer de melena oscura envuelta tan solo por las sábanas de
color morado que vestían la cama. Tan solo dejaban al descubierto su rostro
dulce y redondo, su larga melena que en la oscuridad había tocado y su hombro
izquierdo con numerosos lunares de color oscuro que adornaban su tersa piel.
Asombrado
y aturdido por no recordar nada de lo que había pasado la noche anterior,
decidió que era buena idea disipar dudas y aclarar ciertas cosas. Intentando
no hacer ruido ni movimientos bruscos que provocaran que aquella mujer abriera
los ojos, Jerry levantó la sabana lentamente y miró por debajo de ella,
descubriendo lo que temía. Los cuerpos desnudos de ambos tan solo con ligeras
prendas de algodón tapando lo mínimo, daban la clave de una noche más de
desenfreno que por causa de unas copas de más, era imposible recordar cómo
había llegado a casa, qué había pasado entre esas sabanas y sobre todo…quién
era aquella joven. Volvió
a apagar la luz, y decidió a oscuras salir de aquella habitación y pensar en
algo. Esto le ponía nervioso.
Con
lo puesto salió de la cama y de puntillas sobre el frío suelo del ático fue
dirigiéndose a la puerta de la habitación. Apenas veía nada, pero los brazos
extendidos hacia delante y las manos abiertas, le servían para ir palpando todo
aquel objeto amenazante que pudiera producir ruido. Más
descuidado creyendo haber llegado, chocó con la pata de la cama dándose un
golpe seco en la espinilla que provocó que hiciera un ligero amago de grito,
pero que tan solo se quedó en la gran contenidas ganas y en un ligero moratón.
Petrificado espero un par de segundos no fuera a que aquella chica se hubiera
despertado…tras seguir escuchando aquella rítmica y suave respiración, corrigió
el rumbo y esta vez por fin alcanzo el
picaporte de la puerta.
La
abrió sin más y aprovechando la luz que entraba sin llamar en la habitación,
giró la cabeza para volver la mirada a la cama y allí, la encontró de nuevo.
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