(A
la memoria de Paco, que el 7 de Diciembre hubiera cumplido 53 años)
Y entonces me abraza, me abraza
como nunca lo había hecho en vida, y me susurra al oído:
-No estés triste, me encuentro
donde existe la calma absoluta y soy feliz.
Se desvaneció con suavidad, y me desperté serena, aunque
llorando. Mi hermano me había dicho adiós, de esa manera que sólo los sueños
son capaces de trasmitir, dejándote sensaciones oníricas tan complejas de
explicar; Una tranquilidad que desde hace meses necesitaba, una sanación que
aumentaba cada vez que las lágrimas se deslizaban por mi cara, esas lágrimas
que anestesian los sentidos, la tristeza, la pena. Lágrimas que afloraban por
primera vez desde que murió.
Dicen que cuando te despiertas en la noche y respiras
olores inusuales en tu casa es porque alguien
que ya no está en este mundo ha venido a visitarte. Si son olores
desagradables ¡Malo!, Si son agradables, son espíritus que están en paz.. Mi
hermano era muy aficionado a los perfumes caros, y tenía una gran colección.
Cuando me desperté percibí claramente una de sus fragancias favoritas. Me quedé largo
tiempo tumbada, sin moverme, intentado retener el calor de su abrazo,
respirando profundamente como intentando alargar lo más posible el olor que flotaba
en mi habitación.
¡Cómo si yo pudiera agarrar lo
que ya no existía en este mundo!
Esa noche por fin cerré una
puerta, como si la incertidumbre de su muerte hubiera dejado de machacar mi
corazón, y el fenómeno onírico tan real que acababa de experimentar empezaba ha
extender un bálsamo a mi dolor. No es que fuera a pasar página, pero yo sabía
que a partir de esa noche, la muerte de mi hermano la viviría de diferente
manera.
Recuerdo a mi hermana hace ya
unos tres meses despertándome y diciéndome con nerviosismo que Paco había
tenido un accidente de coche, en ese momento me di cuenta que mis pesadillas
oscuras y difusas de la semana anterior me habían estado avisando de la
tragedia.
No quiero relatar el viaje hasta
Málaga. El cartel indicando tanatorio, en la planta del sótano del Hospital de
Carlos Haya .
O las primeras vivencias con la
familia, tan dolorosas, desconcertantes y por desgracia tan comunes a todos
nosotros, más aún cuando la muerte llega tan súbitamente, sin estar preparada
para encajar un golpe tan fulminante.
Podría hablar de la soledad de la
noche, del vacío frió que te dejan los recuerdos, de las conversaciones pendientes que pudiste tener
y se dejaron para otra ocasión, de la angustia por la ausencia de una despedida,
pero no es mi intención, por lo menos hoy, no.
Quiero expresar de alguna manera
la esperanza, la inyección de sosiego que me trasmitió aquel sueño, sobre todo
porque nunca hemos llegado a saber por qué, ni cómo murió mi hermano.
Los días pasaban lentos, grises,
densos, pesados. Mi familia se dispersaba, cada uno viviendo su dolor a su
manera, buscando respuestas donde quizás no las hubiera, y yo con mi impotencia
de no poder derramar una sola lágrima.
El día del sueño me encontraba
agotada, mi jefe haciéndome mobbing, mi hijo pequeño reclamándome, problemas
con mi exmarido, y siempre la sombra de mi hermano a mi lado, su recuerdo, las
circunstancias misteriosas de su muerte, acompañándome como una losa, sin peso,
pero ahogándome. La llamada de mi hermana informándome que la policía había
cerrado el expediente. Tardé en dormirme y soñé.
Soñé que me encontraba en el
cuarto de Paco, buscando algún indicio que me pudiera descubrir que le había
pasado la noche del accidente, iba de un extremo a otro, removía los cajones,
separaba las perchas, miraba en todos los bolsillos.
Noté una presencia extraña detrás
de mí, me volví y allí estaba él, como flotando, semitransparente, y no tuve
miedo. A pesar de su transformación lo reconocí.
¡Cómo explicar la manera que tenía
de mirarme! Siempre me habían gustado sus ojos azules, de mirada clara, y
aunque su gesto era de melancolía esta noche irradiaba una luz especial, y una
sonrisa que lo decía todo.
¡Si!, Podía decir que estaba
trasfigurado, pero para bien.
Nos contemplamos durante unos
momentos, en calma, detenido el tiempo, el sueño fue el vínculo entre dos
mundos, dos estados, dos niveles, dos seres quizás perdidos que necesitaban
encontrase para el último adiós.
Se acercó a mí y me abrazó, y aunque era un sueño, noté
toda su fuerza, su energía, y algo más que aún transcurridos once años, no sé
como expresarlo.
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